“Odio el nombre de mi padre” describe la historia de un huérfano, que creció en Friburgo, Suiza, a mediados del siglo XX, en una época en la que ser ilegítimo era sinónimo de violencia. Entrevista con la autora Isabelle Eichenberger-Bourgknecht.
Paul, es de otra época, prolijo y misterioso a la vez. De ese tipo de persona que interpela, interroga. Para descubrir el velo que cubre la existencia de este vidriero de profesión, amante curtido de bar-restaurant, la periodista Isabelle Eichenberger-Bourgknecht escribió un libro.
En ‘Je hais le nom de mon père’ (Odio el nombre demi padre), la escritora deja contar al propio protagonista su vida, con sus propias palabras y ruidos; junto con testimonios de conocidos y gente cercana. El fotógrafo Jean-Jacques Böguin, cuyas imágenes acompañan las páginas de esta obra, captan con fineza los contornos del “personaje”.
Es un libro e la vida de Paul Stutzmann, o de Paul, simplemente. Puesto que el apellido de “Paulet” resulta una carga que le pesa sin pausa. Abandonado por su madre, él no conoció a su progenitor. Fue años después de que Paul naciera que su padre lo reconoció; de allí el rechazo.
Criado por su abuela, Paul pasó por un orfelinato, después a manos de campesinos. Y su cotidiano, ya duro, se entretejió de sufrimiento. Pero este artesano apasionado ha sabido resistir y construirse. Si bien el libro de Isabelle Eichenberger-Bourgknecht hace un bello homenaje a este hombre, permite también mostrar la dureza de una época en la que la gente pobre estaba fuera de la sociedad. Y en la que los huérfanos eran tratados con gran menosprecio, de tal modo que las instituciones que se hacían cargo de ellos parecían más bien “casas correccionales”. Conversación con la autora.
swissinfo.ch: ¿Qué le impulsó a escribir este libro?
Paul Stutzmann tiene una resilencia, un brillo como ser humano que me atrajeron. Y tiene una gran cualidad: se expresa muy bien; por lo que trabajé en base a mis entrevistas con él, transcribiendo palabra por palabra. Lo interesante, para aquellos que lo conocen, es que uno lo escucha cuando lo lee. También es muy fotogénico. Hace tres años Jean-Jacques Béguin lo fotografió. Unas fotos tan bellas que contribuyeron a mi deseo de realizar el libro, hecho en el fondo, un poco a mi pesar.
swissinfo.ch: El relato muestra una violencia real hacia los pobres y el terror que reinaba en los orfelinatos. ¿Sabía de estas realidades?
Descubrí el problema de los orfanatorios y de las religiosas que se ocuparon de los niños abandonados. Se ha hablado muy mal de ellas, puesto que era personal no cualificado. En esa época, las familias eran numerosas y de diez niños había uno o dos dedicados al sacerdocio o hacer los votos, pero no tenían las herramientas necesarias para ocuparse de los niños.
Y ha habido casos de maltrato grave. Paul Stutzmann no vivió ese maltrato por parte de las religiosas, pero sí a manos de los campesinos que se encargaron de él. Su experiencia ilustra realmente bien la situación socioeconómica que caracterizaba al cantón de Friburgo, especialmente en la parte germanófona y de la “Basse-Ville”, construida en un entorno de pobreza.
swissinfo.ch: ¿Actualmente cómo ha evolucionado esta distinción socioeconómica?
Hoy, uno reconoce a la gente de la “Basse-Ville” por su lenguaje, el “bolze”, creado para comunicarse entre el alemán y el francés, En la “Basse-Ville”, se encuentran aún algunos restaurantes a la antigua, donde la gente del barrio se reúne. Pero ya no existe distinción alguna. Por el contrario, aún en los años de la década de 1970, la gente de la “Haute-Ville” no osaban descender a la “Basse-Ville. Era un gueto y solo se dirigían allí para los partidos de hockey.
swissinfo.ch: En el libro, Paul Stutzmann es con frecuencia calificado como “uno de los últimos originarios”, ¿a qué se refiere?
swissinfo.ch: ¿Qué significa nacer hijo ilegítimo a mediados del siglo XX?
En el caso de Paul, su madre lo abandonó cuando ella tenía 18 años, después hizo lo mismo con una hija. Esa situación existía en otros cantones suizos, pero aquí estaba muy marcado, puesto que las familias eran especialmente pobres. Y el cantón de Friburgo, rural, conoció una industrialización tardía.
El abandono, para cualquier ser humano, es la más grave de las heridas. Paul se ha restablecido, pero no del todo, puesto que aún tiene necesidad de hablar de ello. A la gente, a veces, eso les molesta, puesto que han escuchado ya diez mil veces esas historias. Con el libro, busco hacerle justicia, puesto que la gente lo quiere mucho, pero al mismo tiempo uno percibe una especie de menosprecio.
Traducción, Patricia Islas
1 comments:
Gracias por compartir esta historia y hacer referencia a la "eterna huella del abandono"
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