Los casi tres millones de sus habitantes recibieron la voz de alerta esta semana al conocer lo que ocurre en el sur del altiplano con la gente del municipio de Llallagua, a 300 kilómetros al sur.
Los habitantes de Llallagua reciben agua sólo dos días a la semana y aun así están relativamente mejor que sus vecinos de esa región del norte de Potosí que la reciben una sola vez cada siete días.
El suministro en Llallagua “ha sido siempre irregular” pero la gente “ya está sintiendo la sequía” porque “está sembrando y si no llueve rápido, no tendremos cosecha” , alertó Arminda Mamani, concejal del municipio.
Llallagua es un pueblo de economía minera, como todos los de esa región. Pero sus campesinos, mayoría de quéchuas y aymaras, viven de sus cultivos de papa, trigo, cebada y de la cría de aves de corral.
La situación de sus casi 40 000 habitantes que viven a 4 000 metros de altitud es sólo un ejemplo de lo que ocurre en todo el altiplano andino y en el resto del país.
En esa región, la sequía y el calentamiento global están haciendo desaparecer a ritmo acelerado los glaciares que son proveedores naturales del agua que riega la región.
Este año “hemos tenido déficit de lluvias en el altiplano, en los valles y en el Chaco” porque “hay una anomalía en la atmósfera” , explicó a Ansa Marisol Portugal, jefa de pronósticos del servicio boliviano de meteorología e hidrología (Senamhi).
Según Portugal, “los patrones de circulación (de humedad) no se están comportando como siempre. En esta época ya teníamos humedad de la Amazonia (sobre el altiplano) pero ahora se está quedando en Pando (en el norte) y no hay en el Chaco y los valles” . Al margen de las explicaciones científicas, la gente del altiplano norte vive los efectos directos de la sequía, igual que la de Llallagua en el sur.
Las aguas del Titicaca, el lago más alto del mundo que comparten Bolivia y Perú, llegaron este año al nivel menor de su historia: un metro y medio por abajo del habitual.
Están desapareciendo las aguas de las “lagunas de colores” , refugio anual de reproducción de miles de garzas y flamencos y principal atractivo turístico de esa región del altiplano sur.
El nivel del agua en la laguna Colorada, a 700 kilómetros al sur de La Paz, es hoy de sólo 30 centímetros.
Soraya Ayub, del grupo científico ítalo-brasileño Akakor, advirtió en julio en una conversación con ANSA que si seguía la sequía “muy pronto se tendrá que hablar de un desierto de arenas coloradas”. La navegación en los ríos que desembocan en el Amazonas, en el oriente norte del país, es aún dificultosa por el escaso caudal de sus aguas.
La región del sur vecina a la Argentina y Paraguay perdió miles de cabezas de ganado y aun hoy, en plena “época” de lluvias, se lleva agua en cisternas para atender a la gente del Chaco.
Este año se rompieron, además, “algunos récords” de aumento de temperaturas. Según los registros del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI), septiembre fue el más caluroso en el norte de Bolivia, cabecera de la Amazonia. Un estudio de esa unidad alrededor del Titicaca reveló hace ya seis años esa tendencia.
En tanto, un análisis del Instituto de Tecnología de Florida estimó entre 0,3 y 0,5 grados centígrados por década el ritmo de calentamiento en los Andes, lo que acelera la pérdida de los glaciares en Bolivia, Perú y Ecuador.
Bolivia tiene el 20 por ciento de los glaciares tropicales de los Andes, que representan el cinco por ciento a nivel mundial.
Un informe de Oxfam Internacional sobre cambio climático, pobreza y adaptación en Bolivia dice que los glaciares de la cordillera Real “perdieron más del 40 por ciento de su volumen” entre 1975 y 2006.
El caso más visible, porque está a sólo 35 kilómetros de La Paz, es la desaparición a principios de este año del glaciar de Chacaltaya ("camino al frío”, en aymara) que albergaba la pista de esquí más alta del mundo y tenía más de 18 000 años de antigedad.
Estudios del Instituto francés de Investigaciones para el Desarrollo (IRD) pronosticaron que los glaciares bolivianos tendrían sólo 15 años de vida y de cumplirse, Chacaltaya debería desaparecer en 2015.
El glaciar de Zongo, su vecino de las cumbres del Huayna Potosí, se deshiela al mismo ritmo, igual que el Tuni Condoriri.
La Paz y El Alto dependen en un 70 por ciento de las aguas de esos dos glaciares.
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