sábado, 4 de diciembre de 2010
Descubrir México: bañándose en la magia de los mayas
Actualmente, el debate sobre la ecología no es reflejo de moda, sino una tendencia hacia una forma de vida más responsable y preocupada por el futuro del planeta. Por esta razón, cada vez son más los turistas que buscan combinar el placer y el relax con el descubrimiento del turismo ético. Recientemente, las agencias de viajes han estado ofreciendo vacaciones diseñadas para estos seguidores de un turismo diferente: responsable y fuera de lo común.
Aquellos que sueñan con descubrir México en toda su sencillez, su simbolismo y encontrarse con comunidades indígenas, pueden contactar con Other Mexico, una agencia de viajes con sede en México.
Facilidad de uso, flexibilidad, simplicidad y autenticidad son los atractivos principales de estas ofertas de viajes; caminos de aventura a través del país, experimentado como un aprendizaje: una verdadera introducción a la vida mexicana.
Cada agencia organiza visitas a las comunidades indígenas, que representan la fuente del comercio local, por sus textiles, café, chocolate, papel, e incluso cerámica. Muchas empresas desean desarrollar nuevas actividades, pero podrían beneficiarse aún más si investigaran para adaptarse mejor a las necesidades de los turistas.
Vida con los lacandones
A pesar de que cada viaje ofrece aventuras, el encuentro con las culturas locales se hace siempre con un guía. Es el caso de la ruta llamada “Autentica”, que lleva a los viajeros hasta el corazón de la selva virgen de Chiapas, hogar de los Lacandones. En otro tiempo, este paraíso verde protegía este pueblo agrícola de las incursiones de la época colonial.
Durante siglos, han vivido desbrozando la selva para cultivar maíz, yuca, calabacines, patata dulce y tabaco. En los cincuenta, bajo la presión de los colonos y forasteros, su territorio disminuyó y ya no se podía cultivar en la tierra seca. Entonces el gobierno mexicano les concedió la gerencia de una reserva natural. Los lacandones se reagruparon en tres aldeas y optaron por dedicarse al turismo.
La carretera hacia la aldea de Lacanja es larga y está salpicada de muchos desafíos; durante casi todo el camino se pueden encontrar baches monstruosos. Las horas calurosas de la tarde se extienden poco a poco y los rayos dorados del sol parecen bailar sobre las hojas de las palmeras que cubren las cabañas de paja.
Vestido con su larga túnica blanca y el pelo largo flotando sobre los hombros, Enrique, jefe del campamento, viene a darnos la bienvenida y a asignarnos una cabaña tradicional, sencilla pero cómoda. Las habitaciones dan a un gran jardín con plataneras, limoneros y plumerías.
Una niña pequeña sonriente enhebra flores de hibisco con mucha habilidad en un tallo largo, y lo ofrece como un regalo de bienvenida. Los niños menos valientes, también vestidos de blanco, con el pelo largo negro azabache y con flequillo, juegan al escondite detrás de los arbustos florecidos.
Cuando llega el ocaso, una dulce serenidad invade la aldea y todo el mundo se siente cautivado por la magia del lugar. Aquí no hay vida nocturna. Para medir realmente el tiempo, uno debe tumbarse en una de las hamacas que hay entre los árboles y escuchar el silencio de la noche sembrado con ruidos furtivos provenientes de los límites del bosque.
La mañana empieza temprano, con la canción del gallo y los gritos agudos de los pájaros multicolores. El pequeño desayuno lo sirvió Enrique; la larga mesa estaba dispuesta con fruta fresca, huevos fritos y tortillas. Toda la familia esperaba para compartir la primera comida con nosotros.
Una lección
Se planean dos excursiones.
En la primera nos llevan en un pequeño camión a Bonampak, el único sitio Maya con sus pinturas conservadas. Este lugar tuvo su auge durante la segunda mitad del siglo XVIII bajo el reinado de Chaan Muan II, el último gobernador de la localidad, antes de que Tonina, su vecino rival, la destruyera parcialmente. Varios estilos marcan la acrópolis, en conmemoración al rey Chaan, vestido con jade y conchas. Los frescos de los templos con luz tenue parecen indescifrables. Sin embargo, rememoran pasajes de vidas pasadas, recuerdos de actividades temáticas importantes con batallas y sacrificios religiosos.
Pero el encanto de Bonampak yace sobre todo en su ubicación, en el corazón de un océano de vegetación. El lugar, situado en una colina, invita a uno a subir todos los escalones. Desde allí, las piedras esculpidas, con la luz, parecen animadas y uno se siente encandilado por el panorama que se abre sobre el bosque ocultando el horizonte. En el borde de la zona se alzan enormes árboles, de los cuales cuelgan nidos flotantes donde los pájaros con estómagos de bronce vuelan, cantando la belleza incomparable de este sitio.
Por la tarde, los indios lacandones sugieren dar un paseo hasta el mismo corazón de la selva, para descubrir la naturaleza exuberante del lugar. Masas gigantescas de enredaderas asaltan los árboles majestuosos que refugian a los monos aulladores; sus raíces se entrelazan con los manglares a lo largo del río y las flores brillantes iluminan la sombra de la madera.
Los guías describen el árbol sagrado de los mayas, la ceiba, cuyo follaje parece tocar las nubes, y cuyas raíces penetran el suelo profundamente para permitir el establecimiento de una conexión entre el infierno y el mundo celestial. También está el “matapalo”, un árbol parásito que crece alrededor de otro árbol, para finalmente matarlo; el chicabuto sangra y suministra el pigmento rojo para los frescos; y el bejuco, árbol con corteza que cuando se moja en agua hace posible tejer fibras y hacer bolsos.
El paseo finaliza en la sombra de las ruinas del emplazamiento de Lacanja, una ciudad maya ancestral cubierta de vegetación que hoy en día parece protegerla. De este lugar emana una impresión extraña de aventura mística unida a la desaparición misteriosa de esa civilización.
Al volver, el río, con sus hondonadas naturales, te invita a zambullirte en sus aguas dulces. La sombra del bosque parece benevolente y el sol esboza un arco iris delicado, colgando sus rayos en las salpicaduras espumosas de una catarata. Detrás de la canción de los grillos uno oye el zumbido del calor punzante de la selva tropical. Es el momento de irse y cerrar la puerta para preservar este rincón del paraíso.
Fuente: http://www.lagranepoca.com/
Una aventura en el corazón de la selva mexicana, experimenta la vida con indígenas, bañándose en la magia de los mayas.
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