Entre las muchas instituciones punteras de la educación suiza, hay una que ocupa un lugar especial en el corazón de los amantes de la música. Se trata de la mítica 'Schola Cantorum' de Basilea, donde estudiantes de Europa, América Latina y Asia se forman en los misterios de la música del pasado.
En la 'Schola Cantorum Basiliensis' (tal es su verdadero nombre) merece mención especial su mundialmente célebre Departamento de Musicología que graba y produce sus propios discos y publica libros a partir de, por ejemplo, facsímiles de partituras de la Biblioteca Vaticana o códices invaluables de la Biblioteca Nacional de Viena.
Su subdirector, el doctor Thomas Drescher, nos recibe en su despacho. La casona centenaria se encuentra rodeada de los edificios vecinos del conservatorio 'convencional' de la ciudad. La Schola Cantorum funciona como escuela de música y centro de investigación desde 1933 y es la más antigua del mundo en su campo.
“Hasta 1954”, comenta el doctor Drescher, “fecha en la que se fusiona con la Academia de Música de Basilea, fue la casa particular de Paul Sacher, quien dirigía orquestas, era un apasionado de la música antigua y, a su vez, encargaba obras nuevas a compositores de su tiempo”. De hecho, Sacher llegó a encargar obras a Stravinsky, Honnegger o Bartók, quien estrenó en Basilea su 'Música para cuerdas, percusión y celesta' por encargo del mecenas suizo.
La idea se Sacher era volver a “una nueva simplicidad, volver a los orígenes” y rechazaba frontalmente los criterios imperantes en la interpretación de su tiempo, impregnada de ideas provenientes del siglo XIX. En los años 30, Sacher invita a Suiza a la gran clavecinista polaca Wanda Landowska, quien le impresiona tanto con su interpretación de Bach y su forma de analizar las obras que provoca el nacimiento oficial de la 'Schola Cantorum Basiliensis'.
“Sacher dirigió la escuela hasta 1969, y es la primera y única del mundo con un departamento dedicado en exclusiva al estudio de la música medieval”, comenta con orgullo el musicólogo. La escuela posee además la más importante y consultada biblioteca musical de Suiza y un museo de instrumentos originales, que cuenta con joyas como un piano inglés de 1830 que fue propiedad de Brahms y Wagner.
Profesionales y aficionados
Estos alumnos avanzados son músicos profesionales que profundizan en el estudio de la música antigua a un nivel que, en otras disciplinas, podría denominarse de postdoctorado. En la escuela hay numerosos estudiantes de Europa Central, españoles y latinoamericanos. Es interesante también notar que el instrumento más solicitado hoy en día es la voz, con casi el 50% de la demanda de plazas.
Drescher destaca “la generosidad de la ciudad de Basilea, que financia hasta el 90% de la institución, aun cuando más del 80% de sus docentes y estudiantes son extranjeros”. Asombroso, e inimaginable en otros países. El costo medio de un estudiante para la ciudad es de 34.000 francos suizos anuales (unos 25.000 euros) de los que el alumno sólo paga 2.400 (unos 1.600 euros). Si bien es verdad que la vida en Suiza es muy cara, los estudios no lo son tanto.
La música antigua, ¿fenómeno pop?
Por otro lado, parece que el futuro de estas músicas está asegurado con músicos que son cada año mejores que el anterior. Surge la paradoja incluso de “jóvenes aspirantes que tocan ya mejor que graduados de hace veinte años. Estos chicos han comenzado tan pronto en la música antigua que ésta se ha convertido en toda su vida”. O sea, en su opinión, hay futuro, y muy brillante de hecho.
“El futuro pasa por la improvisación y la composición”, sostiene el doctor Drescher. “La idea es volver a jugar con las obras, hacerlas nuestras. Cambiarlas, improvisar como era usual hace 300 años. El repertorio hasta el siglo XVII era improvisado en un 90%. En el fondo estamos muy cerca del jazz”.
A la pregunta de si quedan aún obras por descubrir, el musicólogo responde que “todo lo realmente grande está descubierto”, pero aún quedan maravillas para sorprendernos. “Hay tanto en el terreno de la ópera que desconocemos. Aún hay mucho que hacer. Siempre hay nuevos puntos de vista sobre las obras, incluso sobre las que ya creemos conocer. Pero lo principal es el lado emocional del arte. Tenemos que desarrollar la capacidad emotiva del alumno tanto o más que el conocimiento técnico”.
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