“En 1998, el Estado venezolano era el dueño del 70% de la propiedad no residencial existente en el país, es decir, aquella que se destina a la producción y generación de bienes y servicios (la que no incluye a los activos inmobiliarios que sirven de residencia a sus dueños). En el año 2010, el Estado elevó ese porcentaje de concentración económica a más de un 80%. En consecuencia, el sector privado en Venezuela sólo tiene en su poder menos del 20% de la propiedad no residencial asentada en nuestro territorio. En 1998, el gasto público consolidado del Estado representaba el 25% del Producto Interno Bruto nacional y en el año 2010 este gasto constituye el 40% del PIB. En 1998, el 73% de las divisas que ingresaban al país eran propiedad del gobierno a través de PDVSA y otras empresas estatales con vocación exportadora. En el año 2010 el 95% de los ingresos externos de la nación (es decir, los dólares) se concentraron en manos del Estado. En 1998 la nómina de personal al servicio del sector público estaba en 1.500.000 personas. En el año 2010 esta cifra se elevó a 3.000.000(el sector estatal pasó de emplear un 15% de la población económicamente activa a un 25%). Todo esto no es más que un estatismo salvaje.
Sustentado en el control patrimonial y monopólico que ejerce sobre la industria petrolera, el Estado Venezolano es propietario mayoritario de acerías, cementeras, compañías de almacenaje en frío, centrales azucareros, industrias lácteas, complejos de fabricación de aluminio, industrias extractivas de hierro, bauxita y otros minerales, Cavim, Edelca, Cadafe, Electricidad de Caracas, empresas de suministro de agua, de gas, de distribución y transporte de combustibles, estaciones de servicio, empresas papeleras, de válvulas, de producción de pasta de tomate, de café, de arroz, de bancos, líneas aéreas, hoteles, flotas autobuseras empresas de telefonía básica y celular, canales de televisión , de radio, de silos, hatos, fincas y haciendas . El Estado no puede ser el dueño de todo, como reconoció en una oportunidad el Presidente Hugo Chávez, pero en Venezuela es el dueño de casi todo.
El sector privado en nuestro país, aunque tremendamente reducido, emplea al 75% de la población ocupada, mientras que el sector público al 25% restante. El dueño del 80% de las propiedades y la riqueza en Venezuela, emplea a 3 millones de personas , mientras que los dueños del 20% de las propiedades no residenciales asentadas en la nación, emplean y dan sustento a 9 millones compatriotas, tanto en el sector formal como en el informal. Como vemos, a través de de la economía privada y libre se logra una más eficiente asignación de los recursos en la sociedad.
El socialismo que conoció la humanidad durante el siglo XX, se convirtió en una máquina de destrucción de la economía privada. No estamos hablando solamente de la propiedad privada, sino de todo el sistema productivo y de intercambio comercial a partir del cual los ciudadanos pueden, independiente y autónomamente, crear las condiciones materiales que le permitan disponer de los medios económicos suficientes para su bienestar y el de los suyos.
Esta labor de destrucción de la economía privada requiere de tiempo, aunque no tanto del que se necesitó para crearla, ni del que se necesitará para reconstituirla. En Venezuela, de manera semejante a lo que se hizo en la Unión Soviética, se lleva adelante, sin prisa, pero sin pausa, un proceso de demolición de la base material que permite todavía a millones de venezolano ser independientes frente a los designios de poder del Estado y que también lo puedan seguir siendo sus hijos, pero la idea es que finalmente no quede nada ni nadie al margen del control estatal.
Es lamentable que en Venezuela, ya cuando vamos a entrar a la segunda década del siglo XXI, insista tercamente en mantener un modelo económico tan atrasado como el que tenemos, en donde el Estado es el dueño de una enorme porcentaje de la propiedad existente, reduciendo al mínimo la libertad que tienen sus ciudadanos de dedicarse a una actividad productiva propia e independiente, pero que además somete a la sociedad al pago de onerosos impuestos y toda clase de tributos.
Habría que recordar las palabras de Winston Churchill cuando dijo en una ocasión que la historia demuestra que “el socialismo es el camino más largo al capitalismo”.
Pedro Elías Hernández
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