Esta pequeña luna podría tener un gran mar efervescente oculto en el interior de la inmensa capa de hielo que recubre el satélite. La existencia de gases a presión fue la gran novedad que los científicos del Jet Propulsion Laboratory (JPL) confirmaron gracias al descubrimiento de la sonda Cassini, que registró fisuras en la capa helada de la superficie y de las cuales salían disparados penachos de vapor de agua.
Muchos de estos investigadores y particularmente Dennis Matson –especialista del Laboratorio de Propulsión a Chorro-, declaró que “los geofísicos esperaban que este pequeño mundo fuera un trozo de hielo frío, muerto y sin interés”. Sin embargo, no reparó en afirmar (tal y como reflejó el diario abc.es), “Muchacho, ¡nos sorprendió!".
Fue en el año 2005, cuando la sonda Cassini ya detectó que esta luna no estaba tan muerta como los expertos de la Agencia Aeroespacial norteamericana esperaban. Los instrumentos de la sonda, detectaron elementos claves para el desarrollo de la vida microbiana, como carbono, hidrógeno, oxígeno y algunos tipos de hidrocarburos.
Sin embargo, una de las dudas que más contribuían a la desesperación de los científicos embarcados en esta misión, era conocer dónde estaba la sal, si es que realmente Encédalo poseía un océano, ¿dónde se encontraba este elemento tan fundamental para la formación de una gran masa de agua como las que existen en la Tierra?
La respuesta la volvió a dar la sonda Cassini. El aparato enviado por la NASA acabó encontrando los preciados carbonatos. Restos de sales de sodio y de potasio que estaban encerrados dentro de las partículas de hielo de los penachos y que salían disparados a la superficie por la acción de los gases internos.
Las bajas temperaturas de la luna que orbita fuera de los anillos de Saturno hacían pensar que la existencia de vida microbiana fuese imposible. Sin embargo, otro de los descubrimientos realizados por esta sonda, demostró que existe una actividad volcánica debajo de la superficie helada de este pequeño mundo.
Cassini registró altísimas temperaturas que llegaban hasta los 120º Farhenheit, algo que no dejó dudas a los expertos del JPL, que no dudaron en calificar esas mediciones térmicas como de origen volcánico. El intenso calor oculto en las profundidades del océano de Encédalo podría fundir el hielo situado en el fondo y crear balsas de agua. Una balsas que podrían salir a la superficie por efecto de los gases que se mezclan con el líquido elemento y que actuarían como si de un refresco agitado se tratase.
Pero lo más importante para los científicos es que las chimeneas volcánicas diseminadas por el satélite y que lo calientan podría, junto con el agua, el carbono, el hidrógeno y las sales albergar algunos tipos de microorganismos que también existen en la Tierra en condiciones extremas.
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