Las atapacuas son un caldo que se hace de verduras o carne y se mezcla con masa de maíz.
Juanita tiene pocos años que aprendió a hablar español. Estudió con más ánimo cuando supo que había sido elegida embajadora de México para viajar a París y cocinarles a los representantes de la UNESCO en 2009. Gracias a este primer intento, nuestra gastronomía ya es reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Estamos en su casa, en el pueblo de Angahuan. Si tocas a su puerta y quieres comer, ella te preparará un guisadito. Es fácil de encontrarla, el pueblo es pequeño y todos saben dónde vive.
Para nosotros cocina gorditas de maíz azul, rellenas de frijoles rancheros. Nos sirve agua de chía y sopa de calabaza. “Y todavía falta el postre”, nos grita desde su cocina decorada con lozas de barro pintadas a mano. Entonces nos animamos a probar su calabaza en dulce y el atole de pascua, tradición de Semana Santa.
Juanita pronto tendrá su restaurante. Estará ubicado antes de subir al centro turístico de Angahuan. Su menú tendrá sólo platillos de la cocina tradicional michoacana. Una comida como la de hoy cuesta 50 pesos por persona.
Lugar de reunión
El camino de regreso a Uruapan es flanqueado por árboles de aguacate, el oro verde de Michoacán. En eso escuchamos un murmullo. Es nuestro guía que canta en purépecha. Dice que es la canción de la buena suerte, que nos desea que volvamos pronto.
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