Cerca de la mitad de los grandes mamíferos estaban ya asfixiados, y el resto fueron sacrificados por las autoridades cuando se constató que sería imposible sacarlas de allí antes de que se ahogaran.
La operación de salvamento se vio dificultada además por el mal tiempo y la oscuridad, que hubieran puesto en peligro a los equipos de rescate.
En los últimos dos meses, hasta 38 ballenas han perecido por asfixia tras quedar atrapadas frente a las costas en las gélidas aguas al sur de Australia y Nueva Zelanda, donde estos sucesos son cada vez más habituales.
Los científicos desconocen la razón por la que algunas especies de cetáceos terminan en el litoral, y barajan la posibilidad de que acuden atraídas por los sonares de grandes buques o siguen a un cabeza de grupo desorientado por enfermedad.
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