domingo, 13 de febrero de 2011

También en Suiza los sueños se hacen realidad

Desde lavar platos en restaurantes y repartir periódicos de madrugada en pleno invierno, hasta transmitir en la ONU el informe de las ONG suizas sobre la situación de la mujer: Alicia Gamboa es un ejemplo de plena integración.





Sin embargo, la mexicana le dice adiós a Suiza en el cenit de su vida profesional. De regreso a su Mérida natal lleva una maleta “llena de swissness”.

A mediados de los años 80 Alicia trabajaba en un proyecto de desarrollo rural en la zona maya. Entonces, ni pensaba viajar, ni Suiza tenía un significado especial para ella... Hasta que conoció a un suizo, se casaron y se trasladaron a Zúrich.

Era 1988. Alicia encontró un empleo en la oficina de correo. Con sus colegas de trabajo -muchos inmigrantes italianos- y sus compañeros de piso -estudiantes tesineses- aprendió italiano.

“Aunque muchas cosas me gustaron, no quería vivir aquí. Me impactó ver a personas que se drogaban a vista y paciencia de todos. Ya había nacido mi hijo y no quería que creciera aquí”.

La familia regresó a México un año después. Aunque Suiza no era muy conocida en Mérida (al sur del país), y menos aún su gastronomía, abrieron un restaurante suizo. “Funcionó bien, la gente disfrutaba especialmente de la ‘fondue’. Pero con la crisis económica de 94 perdimos todo y regresamos a Suiza, esta vez a Berna”.

El matrimonio se separó, y Alicia se quedó sin trabajo y con un hijo a su cargo. La incertidumbre, en vez de paralizarla, la incentivó. “Ese tiempo limpié en casas privadas, lavé platos, repartí periódicos desde las 4 de la mañana”.

“Fue una época rica en experiencias”, expresa esta mexicana extrovertida, que entonces hacía hasta tres trabajos diferentes al día. ¿Y su hijo? “Iba a la guardería, al grupo de juegos, intercambiaba su cuidado con otras madres y hasta un profesor jubilado me ayudaba”.

El trabajo voluntario le abrió puertas

Cuando Alicia aprendió alemán “hablando con gente que me regalaba su tiempo”, la invitaron a formar parte del comité de su barrio y de la junta directiva de la comisión escolar por el Partido Verde.

“El sistema educativo suizo es muy selectivo, la selección empieza temprano y los oficios tienen más valor que en otros países, lo que para algunos padres extranjeros es difícil de comprender”. 

Nuestra interlocutora considera que “el trabajo voluntario dice mucho del propio compromiso social, pero sobre todo uno aprende, desde adentro, cómo se organiza y funciona la sociedad suiza, sus leyes, nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos”. “

Me gustó trabajar con personas de otras posiciones políticas, lo que en México es difícil”, continúa. “Aquí se debate un problema y se llega a un consenso, lo que toma más tiempo, pero el compromiso que se logra satisface más o menos a todos. Hay interés de que las cosas marchen”.

Con esta experiencia y un mejor manejo del idioma alemán, Alicia buscó un empleo en su campo. Y encontró uno como trabajadora social con jóvenes refugiados de la guerra de los Balcanes, pese a que su diploma no había sido reconocido. “Se tacha a Suiza de esquemática, pero detrás de las reglas hay personas flexibles”. 

Por la integración de otros inmigrantes

La mexicana no se durmió en los laureles, hizo estudios de postgrado. “Para afianzarse en el mercado de trabajo suizo hay que tener un diploma suizo”, precisa, sin dejar de reconocer que ser inmigrante todavía es un obstáculo para encontrar empleo.

Del tema se ocupó en su siguiente empleo: la dirección del proyecto ‘incluso’ de la Oficina de Información para Asuntos de Extranjería. “Se trataba de apoyar a adolescentes a encontrar puestos de aprendizaje con mejores perspectivas. Ellas, aunque hablaban bien el dialecto suizo alemán, obtenían puestos más simples por su apellido no suizo o por su color de piel distinto. Estaban en doble desventaja por ser inmigrantes y mujeres”.

Antes de que culminara este proyecto, el Servicio Feminista por la Paz (cfd) le propuso dirigir un proyecto de balance de competencias para mujeres inmigrantes. “Conocía esta organización y era mi meta. Trabajo aquí desde hace casi 8 años y pude realizarme profesionalmente”, señala.

Y por los niños ilegalizados

Pese a tener un empleo remunerado, la mexicana ha seguido con el trabajo voluntario, y allí, una de sus mayores satisfacciones fue contribuir a la campaña ‘Ningún niño es ilegal’. “Queríamos que los hijos de los ‘sin papeles’ accedan a la escolarización, que tengan perspectivas, que salgan del aislamiento y el miedo constante de ser expulsados. “Hoy esos adolescentes pueden hacer un aprendizaje en muchos cantones”, expresa.

Para esta experta en integración, la situación de los extranjeros ha cambiado en los últimos años. “Hoy existen oficinas de orientación, hay una política migratoria clara, nos guste o no, y dentro de este marco hay posibilidades”.

En Nueva York para informar sobre Suiza

Lo que no significa que no haya más que hacer por los inmigrantes y las mujeres. En 2009, la ‘Coordinación de ONG suizas Post-Beijing’ hizo el ‘informe sombra’ (paralelo al informe oficial) para la sesión de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Y eligió a la mexicana para transmitir, en la sesión de la ONU en Nueva York, el capítulo referido a la situación de las inmigrantes en Suiza.

“Este encargo significó para mí el reconocimiento a mi labor en este campo”, expresa con legítimo orgullo.

Alicia Gamboa regresa ahora a México porque Franz, su compañero, ‘fastidia’ por ello hace tiempo. Y porque ella ve para sí misma más posibilidades allá que acá. “Quiero seguir produciendo objetos de cuero artesanalmente, con la técnica y calidad suiza, pero con mano de obra mexicana y salarios justos”.

Suiza seguirá muy presente en su vida. “Mi hijo se queda en este país que me permitió desarrollar tantas facetas de mi personalidad. Desde ya, me alegro de volver y visitar a los amigos, ver otra vez las montañas y experimentar nuevamente la sensación de seguridad que ofrece Suiza”.

Rosa Amelia Fierro, swissinfo.ch

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