Los árboles que mueren por la aridez liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera. Aunque se plantaran nuevos estos no serían capaces de revertir el efecto.
El fenómeno del cambio climático se está descifrando progresivamente. Aunque las intervenciones de los seres humanos en los países industrializados son los que más han alterado el equilibrio del clima, la dinámica no se limita a ellos.
Distintos estudios descubrieron, por ejemplo, que la sequía en la selva amazónica transmitirá alrededor de 8 millardos de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. A esta conclusión llegaron los científicos Simon Lewis de la Universidad de Leeds en Inglaterra y su colega Paulo Brando del Instituto Ambiental IPAM en Brasil.
Varios millones de árboles se están muriendo por la aridez y liberan ahora gases de efecto invernadero almacenados por 300 años. Esta cantidad, junto con el saldo de la sequía de 2005, representa el total de emisiones que China y EE.UU. causaron en 2009, dos de los principales emisores en la actualidad. Según sus resultados, publicados en la revista Science Magazine, aunque se plantarán nuevos árboles, éstos no podrían absorber las emisiones adicionales.
Un círculo vicioso
Los períodos de sequía no se repetían en tan poco tiempo, pero esto puede cambiar. Los resultados del estudio muestran elementos preocupantes de un nuevo círculo vicioso que indica una estrecha relación entre cambios regionales y globales.
La Amazonia absorbe al año 1.5 millardos de toneladas de dióxido de carbono causados, por ejemplo, por el tráfico, la industria o los efectos de la tala de árboles. Cuando esta capacidad del bosque se reduce, la situación climática enfrenta otro deterioro. También disminuye la lluvia porque son las mismas selvas tropicales las que suelen generar una buena parte de sus precipitaciones.
Como consecuencia de sequías y deforestación, el peligro de incendios forestales y más sequías va en aumento. Esto a su vez desemboca en menos lluvia, más sequías y por lo tanto en más contaminación. En la Amazonia la combinación de cambio climático, deforestaciones e incendios podría destruir hasta el año 2075, 66 por ciento de la selva.
Guatemala va por el mismo camino
Desde finales de los años noventa, Guatemala vive un ciclo muy parecido al de la Selva Amazónica, con sequías e incendios periódicos, dice Julio González del Colectivo Madre Selva. Por lo tanto, él recomienda enfrentar este fenómeno desde otra perspectiva. “Nos podemos comprender como víctimas del clima global y adaptarnos o reconocer que todos los países del mundo influimos en la dinámica”. El cambio, advierte, es irreversible pero la magnitud depende del comportamiento de todos.
Es por ello que también habría que observar las decisiones políticas nacionales. González resalta la importancia de la selva tropical del país y critica entre otras las consecuencias de la Ley Forestal, decretada durante el gobierno de Álvaro Arzú. “Esta permite la tala del bosque originario para plantaciones de árboles que se pueden comercializar más fácilmente”. Así el Instituto Nacional de Bosques (INAB) sigue extendiendo licencias de tala que después dan paso a extensos monocultivos de pino. Alrededor de este no crecen otras plantas, por lo que las lluvias lavan la tierra, en lugar de fecundizarla y almacenar el agua, indica.
Pero el vacío político no termina allí. En Guatemala no existe un plan de ordenamiento territorial que permita un mejor manejo de cuencas. De esa forma año tras año aumenta el riesgo de desastres como deslizamientos de tierra, derrumbes de laderas de montaña e inundaciones.
Avanza con rapidez
Mientras tanto, la naturaleza sigue reaccionando. Para el biólogo Daniel Nepstad, también ligado al IPAM, las sequías acelerarán el cambio climático. Las lluvias en el sureste de la Selva Amazónica, señala, han disminuido en un 25 por ciento. Es por eso que se han originado enormes incendios de hasta 10 mil kilómetros cuadrados, cuyo humo secó la región aún más. Lo positivo, menciona Nepstad, es que en algunas zonas de esta selva se logró disminuir la tala de manera considerable.
Científicos demandan urgentemente una reducción de emisiones y tala de árboles a la vez. Muchos indicadores dejan suponer que el cambio climático se desarrollará más rápido que lo pensado originalmente. Lewis añade, “las contramedidas, sin embargo, se están retardando demasiado”.
Fuente: ( elperiodico.com.gt )
0 comments:
Publicar un comentario