lunes, 18 de abril de 2011

Neuronas espejo

Vivimos de sorpresa en sorpresa, leyendo sobre experimentos y descubrimientos acerca de nuestra biología, es decir, de saber cada vez con más certeza cómo y por qué funcionamos como funcionamos. La genética nos muestra avances que parecen productos de la ciencia ficción y aventuran descubrimientos inimaginables que de seguro nos harán vivir más tiempo y con una mejor calidad de vida.

Sin embargo otros avances no están tan publicitados y son tanto o más importantes que los de la biología y son aquellos que nos brindan las neurociencias. En los años 90 del siglo pasado (¡qué lejos me parece!), un científico italiano de apellido Rizzolatti,, descubrió casi de casualidad, que tenemos en nuestro cerebro un grupo de neuronas que se activan cuando observamos a otra persona realizar alguna acción. Estas neuronas actúan como reflejando o reproduciendo en nuestro mapa cerebral la acción que observamos, es decir como si se imitara la acción en un espejo, de allí su nombre. Sobre su importancia nos dice su descubridor: “las neuronas espejos van a ser para la sicología lo que el ADN ha sido para la biología”. Resulta, pues, de sumo interés enterarnos un poco acerca de estas maravillas y acercarlas a nuestro comportamiento diario.

Mirar al otro es reflejarnos y vernos a nosotros mismos. Por eso es que existimos: porque el otro existe, está allí ante nosotros, frente a nosotros y está escuchando no sólo nuestras palabras, lo que decimos, sino lo que hacemos mientras lo decimos. Muchas veces a quien le hablamos lee en nosotros o a partir de nosotros, muchos más mensajes que los que nos propusimos hacerle llegar, información que aún queriendo esconderla no nos es posible esconder.

Contemplar a los otros, interesarnos verdaderamente en ellos, en sus vivencias emocionales, es lo que llamamos comunión emocional o empatía. Situaciones observadas tan cotidianas como contemplar el dolor ajeno hace que nos duela el dolor del otro. La risa y el llanto que tantas veces compartimos sin saber por qué es que reímos o por qué es que lloramos. El hambre que nos provoca el ver comer a otro. El indescifrable bostezo repetido en serie. Todas estas acciones o vivencias compartidas y repetidas por el hecho de ser observadas, sabemos ahora que se deben al efecto espejo de estas imprescindibles neuronas. Imprescindibles porque nos permiten lo social, el que podamos compartir. Ahora también sabemos que el injusto autismo se debe a la poca capacidad del cuerpo de producir estás neuronas espejo en número suficiente.

Somos seres sociales, qué duda cabe, pero parece que los tiempos de tecnología y de modernidad nos lo han hecho olvidar. Es necesario recuperar el vernos reflejados en el otro, sentir lo emocional del encuentro, de los encuentros: con la familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, con el desconocido. Es urgente el que nos veamos reflejados en cada uno de ellos para poder entendernos, para mirarnos repetidos y a partir de esos espejos entender que somos uno y sin embargos diferentes, únicos.

La alegría de existir, de estar vivos, de sentirnos parte de un proyecto más grande, debiera verse reflejada en el espejo del otro. Compartida con las emociones del otro. Quizás tenga razón el señor Rizzolatti y estas neuronas nos ayuden a entendernos mejor, a ser mejores.

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