¿Dónde realizar la modesta inversión social frente a la inmensidad de los problemas sociales del país? ¿Cuáles deberían ser las poblaciones a privilegiar? ¿Se trata de favorecer al entorno de la empresa, los trabajadores o debemos aplicar aquel principio de que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha? ¿Lo que la Junta Directiva o la Presidencia de la compañía desea es más filantropía que verdadera responsabilidad social, tal y como nos dijo la consultora de la charla del otro día?
Lo más probable es que a estas, como a muchas otras preguntas sobre el tema de la responsabilidad social empresarial, no haya respuestas únicas y definitivas. Las particularidades y los intereses de cada empresa pueden ser diferentes no solamente entre sí, sino que también deben cambiar con el tiempo.
¿Alguien podría decir que frente a un gobierno que ve con recelo e intimidación al sector privado las acciones de responsabilidad social adquieren una dimensión política particular y diferente a cuando ésta se circunscribe en la simple lógica ciudadana que debe tener cualquier organización bajo entornos más normales?
Obviamente en Venezuela, o en cualquier otro país, si el compromiso social de la empresa se atiene exclusivamente a intereses de corto plazo, por más legítimos que estos sean, el resultado de sus acciones pues serán igualmente limitados por el corto alcance de sus intenciones.
El problema con las decisiones en materia de responsabilidad social empresarial es que, aunque se oculten, las verdaderas motivaciones terminarán mostrándose a todos. Si los gastos en publicidad es varias veces mayor a su inversión social; si no importa cuáles sean los procedimientos de proveedores y clientes siempre y cuando unos nos vendan y los otros nos compren; si los conflictos laborales internos no se corresponden con el discurso de solidaridad social que se exterioriza; si en su propia actividad comercial o negocio no prevalece la convicción de alcanzar a sus consumidores más humildes; si sus gerentes y directivos no se vinculan con sus empleados y obreros y estos a su vez no ven a su empresa en una instancia a la cual se puede acudir en momentos de desgracia o emergencias y; finalmente, si las posiciones autoritarias, segregacionistas y antidemocráticas no son sancionadas cuando aparecen en la cotidianidad del trabajo; pues entonces probablemente la responsabilidad social empresarial será una careta que tarde o temprano se caerá frente a todos.
Por lo anterior, y aunque luzca poca cosa, la principal y, en ocasiones, puede que única recomendación, sea la autenticidad. Si aquello que la empresa hace en materia de responsabilidad social es autentico y sincero, pues más de la mitad de las estrategias y recomendaciones sobrarán y muchas de las decisiones tendrán el sello de un carácter empresarial forjado bajo el compromiso social de un país que lo necesita.
Dicho esto y para todas esas buenas intensiones y nuevo perfil empresarial venezolano al que no le es extraña su responsabilidad frente a los problemas sociales del país, me permito sugerir unos pocos consejos que pueden ayudar a orientar sus decisiones en materia de responsabilidad social.
Aunque parezca absurdo, la primera tarea es mantenerse productivos. Dado un entorno que no entiende, y puede que ni comparta, el valor social de la actividad empresarial, su primera misión es mantenerse operativos.
En segundo lugar, y aún en condiciones muy adversas, como las del presente, hay que vincularse con las comunidades y los sectores sociales sobre los que las empresas impactan directamente. Ello conduce a preguntarse sobre la actividad de la empresas en relación a tres puntos, a saber: qué tanto se atiende a los sectores de bajos ingresos, cómo impactamos como vecinos a la comunidad de pertenencia y qué tipo de mensajes e imagen de la empresas se esta proyectando.
En tercer lugar, no distraerse con los falsos dilemas de la responsabilidad social en cuanto a los agentes de intervención, el tipo de atención, así como la tensión altruismo versus actividad comercial. Simplemente las empresas grandes deberían cumplir con todo lo que se define como RSE y las pequeñas hasta donde alcance la cobija.
Dado nuestro contexto se impone abandonar ideologías desde las cuales se puede pretender orientar la RES y avanzar pragmáticamente centrado en los problemas de la población de menores recursos. Esto supone Despolitizar la agenda.
Ya en materia de ámbitos de intervención debería sostenerse un firme compromiso con la capacitación laboral de jóvenes y de población en transición productiva y contribuir en la creación de un modelo de seguridad social que viabilice las realidades sociodemográficas que se avecinan. Resultaría valioso el desarrollo de modelos alternativos de atención social a modo de proyectos pilotos que, cuando se pueda, sean ejemplos para las políticas públicas. Hay que procurar la búsqueda de un balance ecológico que garantice la sostenibilidad de la actividad productiva desarrollada, así como favorecer alianzas entre la empresa, la comunidad y el gobierno local a fin de que las acciones tengan mayor impacto.
Ahora bien, si todo lo anterior le parece mucha cosa, quédese con la primera: sea autentico. Luis Pedro España N.
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