Casi 90% de los diferentes tipos de cáncer conocidos tienen causas ambientales, relacionadas con la alimentación, los líquidos que bebemos y el aire que respiramos, u ocupacionales, asociadas a los lugares de trabajo donde abundan sustancias tóxicas o carcinógenas.
La experta María Eugenia Gonsebatt, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, expuso que alimentos asados como la carne, que en ocasiones se consume casi carbonizada, contienen hidrocarburos aromáticos policíclicos, así como nitrosaminas, que derivan de aminoácidos y forman metabolitos cancerigenos.
"Para compensar la acción negativa, habría que disminuir su consumo y acompañarla de una ensalada de verduras frescas, ricas en antioxidantes", sostuvo en un comunicado.
En cuanto a ciertos comestibles que pueden estar contaminados con aflatoxinas (toxinas de muchas especies de hongos del género Aspergillus), como los cereales, señaló que si una persona tiene hepatitis B y está expuesta, tiene el riesgo de desarrollar cáncer de hígado.
En cuanto a las causas ocupacionales, quienes trabajan con ciertos colorantes y no usan protección, o laboran en refinerías, donde hay solventes como benceno, tienen un alto porcentaje de desarrollar carcinoma de vejiga y leucemia, respectivamente.
"También, las señoras que aún cocinan con leña en fogones tradicionales y están expuestas al humo, son más propensas", indicó.
Con relación a los estilos de vida, prosiguió, si la persona fuma, consume alcohol y carne roja asada en cantidades considerables, pero muy pocas verduras y frutas, a determinada edad generará más posibilidades de padecer problemas de salud.
Entonces, ejemplificó, es más probable que un fumador adquiera cáncer de pulmón; en tanto, si uno pasivo aspira una dosis de humo (pequeña, en comparación con la que recibe aquél) por varios años, el riesgo sería similar. No obstante, aclaró, depende también de la genética y de la susceptibilidad.
El organismo de un fumador aprende a dar ciertas respuestas a las sustancias tóxicas del humo, lo que hace que a veces se compense el daño ocasionado por éste, pero el de los fumadores pasivos no alcanza ese aprendizaje.
Prueba de ello es que los hijos, que han estado expuestos constantemente, pueden tener niveles de nicotina en la sangre casi tan altos como los de sus progenitores, puntualizó.
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