Pongamos por caso que lo que quiere es ser más observador y algo en lo que concretar este atributo puede ser captar detalles de su calle cuando sale por las mañanas de su casa (algo muy útil para profesionales de la seguridad púbica y privada). Durante los siguientes cinco días deberá forzarse para observar coches, matrículas, personas, locales abiertos y cerrados, persianas y cortinas de las casas, etc.
Poco a poco este nuevo comportamiento aprendido se va extendiendo y convirtiendo en costumbre hasta que finalmente la acción observadora es asimilada de forma automática. En caso de detectar algo anómalo, el inconsciente enviará una señal que permite asimilar esa anomalía (una persona dentro de un coche estacionado, por ejemplo, nos llamará la atención). Las capacidades observadoras se están asentando en la personalidad a través del re-aprendizaje, algo que se presuponía innato pero que está al alcance de cualquiera que quiera integrar esta cualidad. Es la diferencia que existe entre aptitud y actitud: no es magia, querer es poder.
Cinco repeticiones crean costumbre.
Las neuronas espejo fueron estudiadas desde la década de los 90 por científicos de la Universidad de Parma. Los actuales estudios que se realizan no dejan de asombrar aunque a día de hoy existen muchas incógnitas en cuanto a su funcionalidad. No obstante, parece ser que, entre sus diversas cualidades, están muy relacionadas con el aprendizaje de este tipo que tratamos. Al realizar una misma acción se crea una unión neuronal, una vía informativa, que con la repetición se refuerza: “caminante no hay camino se hace camino al andar”.
Las sinapsis neuronales conforman un entramado, a modo de camino, fortalecido por su uso. Cuando entra en casa, normalmente puede que coloque su abrigo encima de la silla del salón, por costumbre. Su respuesta fisiológica ante los estímulos se refuerza una y otra vez y queda por tanto consolidada. Si rompe esta costumbre en sucesivas ocasiones (las cinco repeticiones), se crea otra respuesta en base al re-aprendizaje.
Pero, ¿podemos realmente cambiar? Con rotundidad, sí. Ahora bien, ¿qué quiere cambiar? Mi consejo es que comience por algo pequeño y conviértalo en GRANDE.
Por Javier Lillo
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