Nos explicaba el maestro Uslar que “era fácil pensar que la acción nacional lógica no podía ser otra que la de invertir la riqueza transitoria petrolera no renovable, en riqueza permanente y renovable de la agricultura y de la industria”.
Después de pensar y escribir sobre este tema tan íntimo nuestro, su voz de sabio abuelo y con las palabras cargadas de luz, hacía que su mirada nos llegara al alma. En aquella oportunidad escribió: “…Urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge –insistía- aprovechar las bases sanas, amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia” y luego completaba la idea añadiendo que “…en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productiva del pueblo venezolano en condiciones excepcionales”.
Lo cierto es que esas palabras nos persiguen como un fantasma que atormenta -a manera de la propia conciencia-, que vigila nuestras acciones administrativas.
En el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, el ingreso petrolero alcanzó límites insospechables para entonces y el gobierno se vio nadando en un mar saudita de dólares, en el que el derroche, el endeudamiento y el despilfarro caracterizó la administración como un espejismo lleno de abundancia eterna y riqueza, pero en realidad nos estábamos hundiendo en la futura desgracia que desembocó en el viernes negro, un episodio en el que la devaluación y la pena de no aprovechar el maná petrolero descubría la mala administración y el derroche.
Hoy día vivimos con altos ingresos petroleros, pero existen otros ingredientes, que no permiten que nuestra vida sea mejor. El elemento autocrático, populista en extremo del gobierno entra en escena cercenando la integración de todos los sectores productivos en el aporte nacional de riqueza y la exclusión de vastos sectores que podrían invertir y colaborar y que además son marginados, perseguidos, expropiados…
Aparentemente, no se está aprovechando la renta petrolera para incidir en el desarrollo y el gobierno sigue dilapidando recursos, regalando millones de dólares -como si nuestro Presidente fuera un jeque árabe que ha recorrido el mundo como ningún otro mandatario-, mientras el país se mantiene en un oasis, que da miedo al constatar la situación penosa que vive la población en cualquier esquina del país, así digan que aquí se come mejor gracias a las sardinas de mercal.
Entonces, las palabras de Arturo Uslar Pietri siguen teniendo vigencia y difícilmente quedaran amarillas en un periódico viejo, mientras el populismo manda.
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