lunes, 20 de junio de 2011

EL FIN DE LA ENERGÍA VERDE

La fusión nuclear en la planta de Fukushima ha enviado réplicas políticas que resuenan alrededor del globo. Sin embargo, con demasiada frecuencia, las réplicas han sido ideológicas, sin ninguna base en la ciencia. Los administradores de Tokyo Electric Power (TEPCO), la compañía que opera los reactores en Fukushima, han sido justamente criticados por usar una vieja generación de generadores con pobre mantenimiento.

Los japoneses, que se consideran a sí mismos los mejores ingenieros del mundo, ahora se sienten humillados. Pero, a pesar de las protestas callejeras, la reacción colectiva en Japón no ha sido la de repudiar la energía nuclear. Después de todo, el accidente en Fukushima ha herido gravemente sólo a unas pocas personas, probablemente menos de una docena de trabajadores han resultado irradiados. Casi todas las miles de víctimas japonesas murieron ahogadas por la ola del tsunami, no fueron exterminadas por una fusión nuclear. Japón no dejará de utilizar energía nuclear.

En cambio, sus ingenieros desarrollarán plantas mejores y más seguras, muy probablemente apoyándose en los reactores nucleares en miniatura que fueron planeados para reemplazar la vieja planta en Fukushima. La mayoría de los japoneses ha permanecido en su sano juicio ante la tragedia de su nación, como lo han hecho la mayoría de los habitantes de los países asiáticos vecinos, como China y Corea del Sur, los cuales, de igual modo, no han abandonado su compromiso con la energía nuclear.

No sucede lo mismo con Europa y Estados Unidos, donde las consecuencias ideológicas de Fukushima han sido las más destructivas. El gobierno de la canciller alemana, Angela Merkel, fue el primero en reaccionar de forma exagerada, decidiendo cerrar todos los reactores nucleares en los próximos años, una medida radical, impulsada por la política interna. El movimiento de Merkel no incluye a los Verdes de Alemania, pero la ideología verde se ha convertido en un credo nacional ampliamente compartido en Alemania.

Ciertamente, es posible relacionar la hostilidad hacia la energía nuclear con el idilio romántico tradicional de Alemania con la naturaleza, no con la ciencia. Las plantas nucleares de Alemania serán reemplazadas por más plantas térmicas, implicando ello un enorme incremento en las emisiones de carbono alemanas, ¡para mayor preocupación de los Verdes con el calentamiento global! Y también para la honestidad intelectual, porque Alemania, sin energía nuclear propia se verá obligada a comprarla a Francia, que no tiene intención de cerrar sus plantas nucleares.

En Estados Unidos, las secuelas ideológicas se parecen más a las de Alemania que a las de Francia: quizás Estados Unidos no sea demasiado propenso al romanticismo, pero un culto a la naturaleza sigue siendo parte de la psiquis estadounidense. Esto podría ayudar a explicar el porqué los demócratas, quienes controlan la presidencia y el Senado, están tan comprometidos con las así llamadas energías alternas.

La administración del presidente Barack Obama ha lanzado miles de millones para recursos de viento, solares, etanol y otras energías alternas. Ahora, la tragedia de Fukushima está siendo utilizada para justificar la continuación de estos programas económicamente dudosos. Podemos apostar a que ninguna de estas energías alternas reemplazará fácilmente al petróleo, al gas y a la energía nuclear en un futuro previsible.

A precios del mercado, sin subsidios públicos, una unidad de energía producida por el sol o por el viento en Estados Unidos cuesta cinco veces más que una unidad producida por petróleo, gas o plantas nucleares. Además, los defensores de energías alternas minimizan sistemáticamente su impacto ambiental negativo. Una turbina de viento requiere 50 toneladas de acero y un espacio de tierra de media milla cuadrada. Si California fuese a depender de la energía solar para su consumo de electricidad, todo el estado tendría que ser cubierto con células fotovoltaicas.

La gran ironía de la situación actual es que la verdadera innovación y la actividad empresarial, sin apoyo del gobierno, está ocurriendo en el campo de la generación de energía, tal como ocurre en la creación de reactores nucleares en miniatura. El avance más prometedor muy bien podría ser el descubrimiento de enormes reservas de gas de esquisto (gas naturalmente atrapado en una densa roca sedimentaria) en todo el planeta. Ciertamente, merced a las nuevas técnicas en el rompimiento hidráulico y perforación horizontal, el gas de esquisto muy bien podría llegar a ser el recurso energético dominante del futuro.

Así, el gas de esquisto podría reducir la dependencia del petróleo y del gas de la OPEC, a la vez que reduciría la emisión de carbono. El gas genera diez veces menos carbono que la biomasa o el etanol, que los ecologistas promueven tan intensamente. Más allá de Fukushima, lo más probable es que los futuros suministros de energía dependan más y más de plantas nucleares en miniatura y del gas de esquisto, una mezcla capaz de responder a la creciente demanda de electricidad de la población de un mundo que se está urbanizando rápidamente. Un equilibrio de energía renovada de esta naturaleza impactaría el equilibrio de poder global actual.

El gas de esquisto es abundante en Europa y en Norteamérica, en contraste con el petróleo y el gas. Así, la energía del mañana podría muy bien reforzar las democracias del mundo  y debilitar sus regímenes más represivos, donde hoy se encuentra la mayor parte del petróleo. Dentro de este nuevo marco geopolítico, la ideología verde sobrevivirá como un culto o una receta para el suicidio económico. 

Fuente: ( el nuevo dia )

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