Un equipo de científicos de la Universidad Técnica de Delft, dirigido por el primer astronauta holandés, tiene un prototipo para producir electricidad haciendo volar cometas.
Wubbo Ockels, es profesor de tecnología aérea y espacial en la Universidad Técnica de Delft, en Holanda. Fue el primer holandés en el espacio hace 26 años. Hoy, es un activo ambientalista promotor de iniciativas como la fundación “NL2050” –por una Holanda cien por ciento sostenible para mediados de siglo-, o el movimiento “Happy Energy” – “por un mundo feliz", con una cultura sostenible que use al máximo los productos reciclables y la energía limpia.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: La relación del profesor Wubbo Ockels con "las alturas" no es nueva: fue el primer astronauta holandés.El nuevo reto de este holandés parece una broma o un pasatiempos, pero no lo es: echar a volar cometas –versiones a escala de lo que los latinoamericanos conocen como chiringas, papalotes, barriletes– para producir electricidad y hacerle con ello la competencia a los molinos de viento.
Según reporta el portal del semanario Der Spiegel, Ockels registró la patente de su tecnología desde 1997. Entretanto, “KitePower” es el proyecto de más de una docena de científicos y estudiantes de la Universidad Técnica de Delft: “el viento a mayor altura es más fuerte y estable que el que está al alcance de los aerogeneradores convencionales”, explican en su página web.
La descripción del funcionamiento de la nueva tecnología parece el sueño adulto, refinado, de un niño empinador de cometas de colores: “Desarrollamos cometas dirigibles de 25 metros cuadrados y las dejamos coger altura“, explica a Deutsche Welle, desde la Universidad Técnica de Delft, Uwe Fechner, investigador del proyecto KitePower. El equipo ya tiene en prueba un prototipo.
“Vuelo cruzado, semiautomático”
“En su ascensión, la cometa tira de una cuerda que se halla conectada a un rollo eléctrico, un cabrestante, cuyo generador produce corriente gracias al movimiento de ascenso y descenso de la cometa”, agrega Fechner. Tal mecanismo hace pensar en un "yo-yo", que en vez de caer, asciende, mientras tensiona la cuerda que lo sujeta, movido por el viento.
Otra diferencia, es que la cometa no sólo asciende, sino que vuela en forma cruzada, trazando un ocho imaginario, lo que la hace alcanzar una velocidad aproximadamente cinco veces mayor que la del propio viento y una fuerza 25 veces mayor, que permite producir más energía, afirman los investigadores.
Cuando la cometa ha alcanzado su punto máximo de vuelo, se pliega para que sus operadores la traigan de vuelta al suelo con una menor resistencia del viento y el "juego" comience nuevamente. Los experimentos comenzaron con pruebas manuales, pero actualmente se llevan a cabo de forma semiautomática. Lograr el funcionamiento automático del mecanismo es parte de la función de Uwe Fechner en el equipo de KitePower.
¿Parques eólicos de cometas?
En el futuro, asegura el equipo del profesor Ockels, podríamos divisar a lo lejos, en vez de un gran parque de blancos molinos de viento, uno de cometas. “Pero las primeras aplicaciones serán más pequeñas”, indica Fechner. Con generadores fáciles de transportar y montar, la tecnología serviría, por ejemplo, para producir corriente en un yate de vela, o en territorios víctimas de catástrofes.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: ¿Mejor que los molinos?Para equipar un completo parque eólico habrá que combinar un mayor número de cometas, “que quizás tendrían que volar en círculos, en vez de moverse verticalmente hacia arriba y hacia abajo”. Ello las haría más efectivas, explica el científico.
Actualmente, las cometas poseen un GPS y sensores de aceleración, así que “saben siempre dónde están”. Basta mantener la distancia mínima de 200 metros entre uno y otro cometa para que puedan adaptar ligeramente el rumbo, dirigidas por las unidades computarizadas en tierra, sin colisionar, asegura Fechner.
A diferencia de los molinos, las cometas no necesitan sostenerse sobre una torre, se construyen con un décimo del material que requieren aquellos y pueden volar a mayor altura, “donde hay más viento y éste sopla de modo más constante”. Ello permite su instalación “tierra adentro” y su empleo eficiente durante aproximadamente el 60 en vez del 20 por ciento del año como los molinos, destaca el experto de KitePower.
Theo de Lange, del independiente Centro de Investigaciones de Energía de Holanda (ECN) sólo comparte en parte el entusiasmo de los científicos, según declaró a Der Spiegel: "es importante seguir y apoyar la idea" para ver hasta dónde puede llegar, pero falta ver si la sociedad acepta esta tecnología sobre cuyos riesgos, dice Lange, "se conoce menos que sobre los de los molinos".
En sus marcas, listos… ¿fuera?
Entre los retos técnicos que aún debe resolver este equipo internacional de investigadores con sede en Holanda para optimizar el funcionamiento de sus cometas se hallan: la automatización del despegue y aterrizaje, así como el alargamiento de la durabilidad de las cometas de fibras sintéticas y las cuerdas con que se sujetan al generador. Que resistan mejor la exposición al sol y las temperaturas y humedad exteriores, “que no haya que cambiarlas cada tres meses, sino cada dos años”, es una de las metas inmediatas.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: La cometa podría generar electricidad para el yate.Entretanto, otros equipos de la propia Holanda, Estados Unidos Unidos, Portugal, Italia, Finlandia, trabajan en tecnologías similares. Europa prefiere las cometas, mientras en EE.UU. se prueba con aviones de ala fija, cuenta Fechner.
No se trata de soñar con producir con cometas toda la energía eléctrica de un país, sino de que esta nueva “tecnología verde” se combine con otras existentes, como la fotovoltaica, variables según la disponibilidad de fuentes de energía en cada región. La densidad de población es un factor de seguridad a tener en cuenta, pues en la propia Holanda, densamente poblada, sería difícil erigir grandes parques de estas cometas.
Autora: Rosa Muñoz Lima
Editor: Enrique López Magallón
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