Jordi Serra, director del Centro de Investigación de Infecciones Víricas de Balears (CRIVIB) creado en 2008, este barcelonés apátrida está especializado en zoonosis, es decir, aquellas enfermedades producidas por virus de animales en los seres humanos. En Balears ha estudiado ampliamente la trasmisión de la rabia por murciélagos
—¿Cuál es la especialidad del centro de investigaciones víricas que dirige?
—La zoonosis, esto es, la trasmisión de virus de los animales a los humanos. Aquí en Balears hemos desarrollado un intenso trabajo sobre la rabia en los murciélagos.
—¿Y cuál ha sido el resultado?
—Hemos podido demostrar que los murciélagos son los únicos mamíferos del reino animal que no mueren de virus rábico. Además, como eliminan el agente, es muy difícil que lo trasmitan a las personas. El riesgo es muy pequeño y el hecho de que sobrevivan a la rabia es médicamente interesantísimo. Estas conclusiones, en apariencia sencillas, tienen detrás un inmenso trabajo de campo.
—¿Por qué estos estudios de la trasmisión de la rabia por parte de los murciélagos?
—Porque la actividad humana está cambiando. Ahora la gente se mete por todas partes y no es difícil que un excursionista acabe en una cueva durmiendo bajo una colonia de murciélagos. Además, todos estos estudios son exportables a países en los que la rabia todavía ocasiona serios problemas de salud. Hemos trabajado para la Organización Panamericana de la Salud, una filial de la Organización Mundial de la Salud.
—¿Qué problemas puede provocar la rabia en una persona?
—Si la contrae y no se vacuna en los días siguientes, morirá irremisiblemente.
—¿Cuántas muertes provoca al año?
—En el planeta mueren cada año unas 55.000 personas por la rabia, sobre todo en África e Iberoamérica. Y esta cifra no es muy fiable porque habrá muchos más casos ocultos, no diagnosticados.
—¿Y qué animales la trasmiten?
—Los perros, todos los carnívoros, los chacales, los coyotes, los zorros...
—¿Ha estudiado este problema fuera de nuestras fronteras?
—Sí. Participé en un proyecto europeo en el norte de África. En Marruecos, Túnez, Argelia y Egipto. Y en unas condiciones sobre las que podría escribir un libro.
—Cuénteme alguna anécdota.
—En una de las primeras cuevas en la que entré en Marruecos, situada al borde una carretera secundaria a la que habíamos llegado tras cuatro o cinco horas en coche, me topé con un cadáver. Al final de la cueva enfoqué la linterna y descubrí al muerto. Salí con rapidez porque ignoraba las causas del fallecimiento, podía haber una serpiente venenosa cerca. Una vez fuera se lo conté a mis compañeros, que quedaron muy impresionados. Luego supimos que se trataba de un maestro de escuela con problemas de salud que había desaparecido recientemente. También recuerdo que durante las prospecciones en Argelia siempre íbamos escoltados por una partida de veinticinco militares argelinos armados con metralletas.
—¿Qué otros tipos de virus analizan?
—El de la gripe. Hubo mucha alerta con la gripe aviar pero finalmente se ha impuesto a ella el nuevo virus de la gripe A. Y hemos ganado porque se trata de una modalidad más benigna. Estamos analizando casos de gripe A desde el punto de vista genético. Ahora que ya está repartido por todo el planeta se puede intentar seguirle la pista. Averiguar de dónde procede. También investigamos el virus del Oeste del Nilo.
—¿Cuál es su principal vector?
—Los mosquitos. Y no alguna especie rara, sino los más frecuentes por todo el mundo.
—¿Qué problemas causa?
—Alteraciones de lo más variadas. Leves, como un resfriado, y más graves como, por ejemplo, una encefalitis con mortalidad elevada, aunque ésta es una probabilidad bastante baja. También puede no manifestarse en algunas personas. Una gran variedad de manifestaciones.
—¿Y por qué lo estudian?
—Porque se trata de una zoonosis que en los últimos años está ganando terreno en su redistribución mundial. Este mismo año en Europa, y más en concreto en Grecia, se han notificado casos de mortalidad humana por este virus emergente. En algunos sitios como Estados Unidos está remitiendo, pero se han detectado más casos en el área mediterránea, sobre todo en el sur de la península.
—¿Y en Balears?
—En las islas todavía no hemos detectado ningún caso. Pero todavía es pronto. Acabamos de recibir unas muestras y ahora tenemos que analizarlas para descartar la presencia de este virus.
—¿Algún otro agente patógeno entre manos?
—El Hantavirus, en el que estamos trabajando en un proyecto con la Universidad Autónoma de Barcelona. Desconocemos mucho de este agente pero ya sabemos que es trasmitido por los roedores a través de la orina o los excrementos. Puede provocar dos tipos de lesiones serias: problemas respiratorios agudos y hemorragias en los riñones.
—¿Qué moraleja ha extraído de sus investigaciones?
—Que las alteraciones ambientales provocadas por los seres humanos también alteran la dinámica de los virus. Si alteramos la biodiversidad, pueden aparecer enfermedades desconocidas de la misma manera que si la protegemos nos preservamos de nuevas infecciones.
—¿En qué está embarcado ahora?
—Nos acaban de dar un proyecto de la UE para estudiar las enfermedades emergentes y cómo prevenirlas.
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