Muchos empresarios definen el tema como la gestión de cuestiones ambientales, en particular emisión de gases contaminantes, eficiencia energética, desechos, conservación de aguas o desarrollo de productos “verdes”. Otros, indican que también se incluyen aspectos de RSE y de gobernabilidad como regulaciones, ética y parámetros sectoriales.
El concepto –que agrupa la gestión ambiental, política y administrativa– se considera muy o extremadamente importante en una amplia gama de áreas. Inclusive desarrollo de productos o servicios, reputación, Responsabilidad Social Empresaria, estrategia institucional, etc.
Según una encuesta global del instituto McKinsey, la mayoría de las empresas no promueve activamente la sustentabilidad. Pero, no obstante sus elencos superiores e intermedios la creen relevante para sus organizaciones y la sociedad.
En general el sector privado no adopta cánones proactivos en la materia. Apenas 30% de los ejecutivos sondeados señalan que sus compañías buscan oportunidades en invertir en desarrollo sustentable o aplicarla en sus prácticas de negocios. Por ende, la encuesta indaga cómo definen el término, lo gestionan, lo evalúan, se comprometen con él y lo comunican.
Por ejemplo, en las organizaciones donde más involucrados están directivos y ejecutivos, el tema figura entre las tres prioridades de sus máximas autoridades. Vale decir, se incorporan a las prácticas y, por tanto, caracterizan el manejo de esas empresas como en extremo o muy efectivo. Por supuesto, se trata de entidades mejor preparadas para sacar ventajas en lo atinente a reputación, RSE, ahorros y oportunidades de crecimiento.
No sorprende que el sector energía y combustibles sea muy proactivo al respecto. Los sondeos se condujeron en febrero pasado y respondieron al cuestionario unos 1.950 ejecutivos en una extensa gama de sectores y regiones.
¿Por qué comprometerse en el tema?
Un motivo potencial de que muchas compañías descuiden el criterio sustentable, pese a la atención que le dedican medios, docentes y público, es la escasez de definiciones claras. En general, 20% de los ejecutivos admite que eso ocurre en sus empresas.
En el bando opuesto, 55% define el concepto como la gestión de cuestiones ambientales, en particular emisión de gases contaminantes, eficiencia energética, desechos, conservación de aguas o desarrollo de productos “verdes”. Por otra parte, 48% indica que también se incluyen aspectos de gobernabilidad como regulaciones, ética y parámetros sectoriales.
Un grupo de 41% abarca la gestión de RSE y temas laborales, en tanto 56% del universo total opta por definiciones múltiples. Por ejemplo, ejecutivos del segmento business to business son más proclives a buscar crecimiento sostenible que las firmas dedicadas a bienes de uso final (20 contra 14%).
Aun ante este rango de definiciones, la mayoría de las respuestas ve el factor como génesis de beneficios reales. De este modo, 76% de los ejecutivos cree que todo lo sustentable contribuye a maximizar en el largo plazo el valor agregado para los accionistas. Por su lado, 50% ve lo mismo pero en el corto plazo. En ambos casos, se trata de valor en escala gerencial, no macroeconómica.
Esta diferencia puede explicarse, en cierta medida, porque la reputación es un valor único, si se compara con razones financieras. Entre ellas, eficiencia operativa, utilidades o metas de negocios. Por cierto, 72% de los consultados coincide en que el desarrollo sustentable es muy o en extremo beneficioso para las marcas. Por otra parte, 55% afirma que invertir en ese factor construye reputación y 36% lo considera clave para la gestión en general.
En ese contexto, tiene sentido que casi toda la muestra de McKinsey asocie el criterio sustentable con esfuerzos para mejorar reputación o imagen. Pero las compañías en sí la incluyen en una amplia gama de negocios. Por ejemplo, 60% de los ejecutivos considera la gestión sustentable indispensable en la estrategia general. Dada su importancia, extraña que apenas 27% de la encuesta admita un contrasentido: sus jerárquicos manejan las iniciativas al respecto con criterios por demás cortoplacistas.
Esfuerzos dispares
Pese a la importancia de lo sustentable en diversas actividades del sector privado, sólo un cuarto de los ejecutivos sondeados declara que la cuestión figura entre las tres máximas prioridades de sus empresas. El déficit en esos niveles se nota en el número relativamente pequeño de actividades empresarias en el campo abarcado por el criterio sustentable.
Por ende, apenas 28% de los jerárquicos encuestados manifiestan que sus firmas buscan oportunidades de invertir tiempo o recursos en ese plano. Por el contrario, 29% señala que sus compañías integran lo sustentable a sus prácticas de negocios y un escaso 16% trabaja en empresas donde el concepto es proactivo. En síntesis, el tema es objeto de esfuerzos dispares.
Las organizaciones donde la idea de sustentabilidad y su gestión es una de las tres prioridades dominantes la ubican en línea con las metas del negocio (38%) o la combinan con la reputación o la RSE (27%). En contraste, los ejecutivos superiores en el sector de servicios energéticos se interesan en la materia por una razón opuesta: los límites que les imponen los Gobiernos o la opinión pública en lo ambiental y ecológico.
En rigor, 10% de los ejecutivos en esas actividades dicen que lo sustentable es prioritario en la agenda del directorio, contra 3% en la muestra general. Si hace a las tres prioridades básicas, las proporciones marcan menor divergencia: 31 a 22%. Por lo demás, en el sector energético los estamentos superiores son más proclives a buscar oportunidades de inversión sostenible (40%) que en el resto de las áreas (28%). Asimismo, 43% integra el concepto al negocio, contra 29% en el resto de la gama consultada.
Saliendo de energía y combustibles, las prácticas detectadas son relativamente pobres. Considerando efectos, lo sustentable no se tiene mucho en cuenta. Especialmente a la luz del papel que ese tipo de gestión desempeña en reputación e imagen, resulta sorprendente que las empresas no sean proactivas cuando deben comunicar iniciativas hacia fuera.
En verdad, 62% de los profesionales consultados confiesa que sus compañías no miden regularmente los efectos de su gestión sobre accionistas e inversores. A menudo tampoco son conscientes de esas prácticas. Sin embargo, 50% de la muestra registra los beneficios de lo sustentable en términos de reputación y menores costos.
Nuevamente, el sector energía y combustibles es la mosca blanca: 74% de sus ejecutivos incorpora la gestión sostenible al desarrollar estrategias para afrontar reguladores. Ello contrasta con 53% de los sondeados en general. En forma similar, 54% de la muestra en ese mismo sector afirma que sus empresas insertan datos de sostenibilidad en los informes a accionistas e inversores, contra 35% en el resto.
Proactividad, la diferencia
Poco más de 6% de los ejecutivos consultados en la encuesta de McKinsey declara que la gestión sustentable figura entre las tres máximas prioridades para las cúpulas de sus compañías y se encuentra incorporada formalmente a sus prácticas de management en grado efectivo. Estas organizaciones se dedican proactivamente a detectar oportunidades consistentes de inversión: 88% de los consultados lo señalan, contra sólo 23% en el resto de la muestra.
Por otra parte, una apreciable mayoría considera relevante lo sustentable en una amplia gama de actividades. Entre ellas, desarrollo y marketing de productos o servicios, planeamiento de inversiones y operaciones, estrategias para afrontar reguladores públicos, gestión de imagen y marcas, etc.
Otros hallazgos subrayan hasta qué punto el grado de lo sustentable forma parte de la estructura empresaria. Sus ejecutivos, por ejemplo, son más conscientes que los de otras compañías respecto de los parámetros que se monitorean. Así, 84% de quienes actúan en firmas comprometidas con este tipo de gestión miden estrechamente el desempeño, contra sólo 40% en el otro grupo.
Sin duda, dentro del sector consciente de estar expuesto al monitoreo las compañías proactivas tienden a seguir más estrechamente indicadores de gestión sustentable tales como tratamiento de desechos, eficiencia energética, uso de aguas y pautas laborales. Tanto las propias cuanto las de proveedores y clientes o usuarios. Además, estas compañías hacen más esfuerzos que otras involucradas para comunicar hacia fuera los efectos de sus programas.
Obviamente, las regulaciones –en particular las ecológicas– pueden influir mucho, bien o mal, en la gestión sustentable de sus actividades. No obstante, apenas 35% de los profesionales encuestados declaran que sus compañías han cuantificado los efectos potenciales sobre el entorno ambiental y social de sus negocios. Sólo 40% se siente preparado para hacer frente a reguladores públicos y organismos no gubernamentales de hoy a tres o cinco años. Especialmente en materias de cambios climáticos.
Fuente: ( Mercado )
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