domingo, 3 de julio de 2011
¿Son sostenibles las nuevas tecnologías energéticas?
La segunda mitad del siglo XX ha traído consigo un enorme crecimiento económico, pero también la aparición de grandes problemas ambientales como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, unidos a catástrofes naturales provocadas por vertidos o accidentes. El crecimiento económico junto con el crecimiento mundial de la población, y su consiguiente necesidad de alimentación, han conducido a un progresivo agotamiento de los recursos naturales, entre ellos los recursos energéticos no renovables. El concepto de desarrollo sostenible entendido como: “el que satisface las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, quedó definitivamente acuñado cuando la Comisión Bruntland (1987) publicó el informe Nuestro futuro común. Si hasta entonces se consideraba que en el desarrollo intervenían exclusivamente variables de tipo económico y social, a partir de ese momento entraron en juego otro tipo de consideraciones, como las referidas al medio ambiente, remarcándose la necesidad de alcanzar un equilibrio entre las necesidades de crecimiento económico de las generaciones actuales con el imperativo de preservar los recursos medioambientales para las generaciones futuras y reducir los impactos y desigualdades sociales.
La energía tiene el poder de impulsar el desarrollo económico ya que es el motor de la producción de bienes y servicios en todos los sectores económicos: agricultura, industria, transporte, comercio, administración pública, etc. A su vez, puede acelerar el progreso social, ya que es igualmente fundamental para la prestación de servicios sociales (atención sanitaria, agua no contaminada, saneamiento, acceso a la enseñanza, etc.) y es generadora de riqueza. A medida que va transcurriendo el tercer milenio, crece la conciencia social de que tenemos que cambiar nuestras fuentes energéticas para asegurarnos su suministro y reducir tanto los impactos ambientales como el riesgo sobre la población.
Actualmente, la distribución del consumo de energía es profundamente desigual. Se estima que el consumo de energía en los países desarrollados es 80 veces superior al del África subsahariana. Menos de la cuarta parte de la población mundial --precisamente la que habita en el mundo industrializado-- consume las tres cuartas partes del total.
En el mundo hay 2.000 millones de personas que no tienen acceso a la electricidad y 1.200 millones que no disponen de agua potable. Frente a ello, y en el polo extremo, los Estados Unidos de América que, con menos del 5% de la población mundial, consume más del 20% del total. La distribución del consumo de energía es sumamente importante por su tracendencia en el desarrollo económico. Existe una correlación, casi lineal, entre grado de desarrollo y consumo de energía por habitante.
Además, el transporte juega un papel determinante ya que permite el comercio, el turismo, etc. entre diversas comunidades humanas. De forma idéntica al consumo energético existe también una clara diferencia en la responsabilidad del impacto total generado sobre el medio ambiente. Sólo un apunte comparativo: en Estados Unidos un ciudadano emite al año 20,1 toneladas de CO2, sin embargo, un ciudadano en Etiopía solo emite 0,1 toneladas de CO2 .
En consecuencia, uno de los mayores desafíos al que se enfrenta la humanidad durante el siglo XXI será suministrar a todos los ciudadanos del planeta energía que sea segura, limpia y sostenible. Un sistema energético sostenible se define como aquel en el que la producción y la utilización de la energía no pone en peligro la calidad de vida de las generaciones actuales ni futuras y no sobrepasa la capacidad de sustentación de los ecosistemas. Si no se realiza una valoración adecuada desde cada uno de los tres pilares de la sostenibilidad, los beneficios derivados del suministro de energía se verán seriamente comprometidos.
En el curso de verano de la Universitat Jaume I titulado Herramientas para el análisis de la sostenibilidad de los sistemas energéticos se presentarán diversas metodologías acompañadas de ejemplos prácticos para la valoración de la sostenibilidad de los sistemas energéticos. Para la parte medioambiental se presenta la metodología de Análisis de Ciclo de Vida (ACV), para la parte económica se presentan métodos para calcular las externalidades medioambientales como la metodología ExternE o el Input-Output (IO), este último válido también para considerar la parte social. Además, se presentarán herramientas integradoras de varios aspectos como el ACV-IO y el Análisis CosteoBeneficio (ACB). Los sistemas que se evaluarán serán los cultivos energéticos, los biocarburantes (biodiésel, bioetanol y aceite vegetal hidrotratado) y la energía solar térmica. Finalmente se presentará cómo y para qué se utilizan los modelos energéticos, fundamentales para evaluar el papel de las distintas tecnologías energéticas en escenarios futuros. H
Fuente: ( elperiodicomediterraneo )
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