A las 12:01 del pasado lunes, un Airbus A-320 de Iberia que lleva el nombre «Hoces del Cabriel» tomaba tierra en el aeropuerto de El Prat (Barcelona), 51 minutos después de despegar de Madrid-Barajas. El vuelo no hubiera dejado de ser uno más de los que cada día unen las dos ciudades de no haber sido el primero que se realiza en España utilizando biocombustible. Para los pasajeros –periodistas y directivos de las empresas que participan en el proyecto– ninguna diferencia perceptible que no fueran las pegatinas que adornaban la parte izquierda del aparato. Como destacó Antonio Vázquez, presidente de Iberia, el 3 de octubre «es un día de fiesta para la aviación española». Repsol y Asa, un organismo mexicano encargado del suministro de combustible para aeronaves, participaron en esta experiencia, que abre nuevos horizontes en la lucha contra la contaminación atmosférica.
Cómo abastecer al sector
Durante el vuelo se consumieron 2.600 kilos de una mezcla de Jet A-1, el carburante usado habitualmente en aviación, y biocombustible procedente de la camelina, una planta oleaginosa no comestible, que permite obtener hidrocarburos muy similares a los de origen mineral, pero con carácter renovable. En el vuelo se dejaron de emitir 1.500 kilos de CO2.
El principal problema con el que se enfrentan ahora las compañías aéreas es que en el mundo no se produce la suficiente camelina –o plantas similares, como la jatropha– para abastecer las necesidades del sector. Manuel López Colmenarejo, director de Asuntos Corporativos de Iberia, se lamentó de que aún no haya biocombustibles suficientes para abastecer con regularidad al sector.
En el vuelo experimental sólo un 25 por ciento del carburante procedía de esa planta. El futuro, según el responsable de Investigación de Repsol, Fernando Temprano, puede estar en las microalgas, que crecen más rápido y aportan más energía.
Pese a todo, en 2015, el objetivo es que el 1 por ciento de las necesidades de la aviación comercial se cubra con éstos.
Fuente: ( La Razon )
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