Los países de América Latina y El Caribe con diferentes actividades buscan estrategias para mitigar los efectos del cambio climático. Desde las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) especializadas en trabajo de medio ambiente y biodiversidad se destacan fortalezas y debilidades de las diferentes gestiones desde los Estados y se proponen planes de mitigación, se manifestó en la Conferencia Internacional “Cambio Climático, Agua y Humedales”, organizada por la Asociación Boliviana para la Conservación Trópico y la Red Lagos Vivos en América Latina y El Caribe, que contó con la participación de 15 conferencistas de la región, Alemania y España y Bolivia.
En la exposición de Fundación Mar–Universidad Córdova, denominada “Argentina frente al cambio climático: experiencias y lecciones aprendidas”, se señaló que los efectos del cambio climático se suman a las alteraciones climáticas de escala temporal menor como consecuencia de las variaciones en la temperatura superficial del Océano Pacifico subtropical, según el informe del PIEB.
“Como en el resto del mundo, también se viene registrando desde el siglo pasado un incremento sostenido de la temperatura que en la Patagonia ya es de 1°C y tiene efecto evidente en la retracción de los glaciares de la Cordillera de Los Andes patagónica”, advirtió Erio Curto.
Desde el Estado argentino se aplican escasas medidas para adaptarse con anticipación a los cambios que se generan, según el expositor, y la población de las áreas afectadas se adapta de manera autónoma y reactiva cuando cambian las condiciones ambientales del lugar en el que viven o desarrollan sus actividades productivas.
Argentina cuenta con una gran cantidad y variedad de humedales y lagos que son ecosistemas que dependen para su persistencia de una adecuada provisión de agua que se ve afectada por los cambios en la precipitación tanto pluvial como nívea.
Uno de los fenómenos bajo estudio por Fundación MAR son las tormentas de polvo de sal que comenzaron afectar vastas zonas del centro de Argentina y que se generan a partir de las amplias playas salinas que se formaron luego de la retracción de Mar Chiquita como consecuencia de una disminución de lluvias.
La exposición “Percepción y adaptabilidad al Cambio Climático en las Lagunas Costeras Salinas del Sur-Este de Uruguay” ofrecida por Mechthild Adameit de la Asociación Lagunas Rocha, destacó que el año 2010 se publicó en ese país el Plan Nacional de Respuesta al Cambio Climático.
Ésta medida fue adoptada en prevención ante los impactos de la subida de temperaturas, precipitaciones acumuladas más intensas y temporales extremos que incrementan los riesgos de erosión de la zona costera y al mismo tiempo de incendios y enfermedades transmitidas por insectos, junto a un mayor retroceso de la línea de costa debido al crecimiento del nivel del mar.
Las seis Lagunas Costeras de Uruguay son ecosistemas muy sensibles que están seriamente afectadas por estos impactos negativos.
En Guatemala la situación es aún más crítica, no solo por los efectos climáticos, sino por la deforestación acelerada. “Si la deforestación sigue el ritmo actual –de 70.000 hectáreas anuales-, Guatemala se quedará sin bosques en 15 a 20 años”, advirtió Marlon Calderón de la Asociación Vivamos Mejor.
“La deforestación es la responsable del 50 por ciento de emisiones de CO2 (dióxido de carbono) del país”, señaló Calderón al referirse a la Política Nacional de Cambio Climático que se centra en la prevención de riesgos, reducción de la vulnerabilidad y fortalecimiento de los sistemas tradicionales indígenas y la promoción de la investigación.
El Lago Atitlán, un destino turístico importante de Guatemala y fuente de agua potable y otros recursos para alrededor de 75.000 personas -en la mayoría pueblos indígenas-, sufre una fuerte contaminación de sus aguas por la llegada de aguas residuales de los municipios, fertilizantes y pesticidas provenientes de los cultivos agrícolas y la basura sólida.
El efecto más grave, según el estudio “Guatemala: uno de los 10 países más vulnerables ante el cambio climático”, es el aumento de sedimentación que ingresa a los lagos, el desbordamiento de ríos, afloramiento de cianobacterias, así como los deslizamientos y movimientos de laderas.
En Colombia la situación no es tan diferente del resto de los países de la región donde se sufre no sólo los impactos del cambio climático sino de la intervención de la mano de hombre, lo cual se traduce en el incremento de los problemas ambientales con graves consecuencias sociales y económicas, como la pérdida de un 25 por ciento de la superficie productiva.
Colombia tiene más de 1.600 humedales altoandinos a más de 2.500 metros de altura que son ecosistemas estratégicos para la conservación del agua dulce y de los procesos ecológicos y la biodiversidad. Muchos de ellos se encuentran amenazados por acciones humanas, como es el caso de la Laguna de Fúquene. Fundación Humedales realizó un estudio de vulnerabilidades, que podría aplicarse en el Lago Titicaca y todos los lagos importantes de América Latina y El Caribe.
Fuente: ( Erbol )
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