Tal ha sido el furor que, según un estudio de la firma Global Language Monitor, "boda real" fue la expresión más usada en la televisión y uno de los temas más comentados en Facebook. Para la mayoría ese es el resultado de la evolución de las monarquías, que últimamente han tratado de sintonizarse con las nuevas generaciones.
Si bien ya algunos catalogan 2011 como el año de los plebeyos, esa tendencia viene en aumento desde hace tiempo. El príncipe Felipe de Borbón la inauguró a principios de la década cuando anunció su compromiso con Letizia Ortiz, una presentadora de televisión, divorciada y nieta de un taxista. La princesa Victoria de Suecia y el instructor de gimnasio Daniel Westling, quienes se casaron en junio de 2010, protagonizaron otro de los casos más recientes.
Este año los medios usaron ríos de tinta con las nuevas parejas. Y, aunque apenas están en la etapa del idilio, al parecer hay buenas probabilidades de que vivan felices para siempre.
Érase una vez...
Kate Middleton, la típica chica de al lado, cumplió el sueño de casarse con un príncipe azul. La joven cautivó al mundo con su sonrisa el 29 de abril cuando subió al altar de la mano del príncipe William, nieto de la reina Isabel II. Su historia de amor empezó en la Universidad de St. Andrews, donde ambos estudiaban. Se dice que Will quedó flechado durante un desfile de caridad en el que Kate participó. Desde entonces, los medios registraron escandalizados el romance entre el segundo en la línea de sucesión al trono británico y una plebeya hija de una exazafata y de un exempleado de aeropuerto. No demoraron en sonar campanas de boda, pero solo ocho años después de haber empezado a salir anunciaron su compromiso. El anuncio supuso todo un desafío a las tradiciones de la monarquía: a Kate no se le exigió un título nobiliario ni tampoco un examen que certificara su virginidad, como ocurrió con su suegra, Diana de Gales. Ese desapego a las reglas convirtió a la joven en estrella y le dio un nuevo aire a la Corona. Prueba de ello es que el enlace fue seguido en internet por 72 millones de personas, lo que lo convirtió en el evento más visto en directo según el libro de los Guinness World Records.
De la piscina al palacio
La nadadora olímpica Charlene Wittstock cambió los vestidos de baño por los trajes de coctel para ingresar al clan de los Grimaldi, la dinastía más antigua de Europa. El pasado 2 de julio se casó con el príncipe Alberto de Mónaco, hijo de Rainiero III y de Grace Kelly, en una ceremonia que reunió a celebridades y altos dignatarios. Charlene, nacida en Bulawayo, Zimbabue, tenía un futuro brillante en el deporte hasta que conoció a Alberto durante una competencia de natación. Entonces la africana renunció a su carrera para entregarse a la vida de palacio, pero pocos días antes de la boda algunos medios aseguraron que se había arrepentido porque Alberto la habría engañado. Incluso se rumoró que durante la luna de miel, en Sudáfrica, durmieron en hoteles diferentes. Hoy, sin embargo, la crisis parece superada y se dice que Charlene estaría embarazada.
Se salió con la suya
De nada sirvieron las pataletas de los hijos de Cayetana de Alba para impedir su boda con Alfonso Díez, un empleado público 25 años menor que ella. Tras una larga batalla, la duquesa por fin se casó en el tradicional Palacio de las Dueñas, en Sevilla, el 5 de octubre. Eso sí, antes de subir al altar trató de calmar los ánimos de su familia y renunció a buena parte de su fortuna, calculada en 3.500 millones de euros, para acabar con la etiqueta de vividor que le achacan a Alfonso. La aristócrata, de 85 años, no solo es la mujer con más títulos nobiliarios en el mundo, sino que es tan rica que puede atravesar España de norte a sur sin dejar de pisar sus tierras. Alfonso, por el contrario, apenas recibe un sueldo mensual de 1.500 euros y su única propiedad es un apartamento de 90 metros cuadrados en Madrid. A pesar de las diferencias, el funcionario y la duquesa aseguran que están igual de enamorados que hace tres años, cuando se conocieron a la salida de un cine.
La Kate asiática
Pese a las estrictas tradiciones de Bután, un pequeño país enclavado en el Himalaya, el día de su boda el rey Jigme Khesar se salió del protocolo y besó dos veces a su prometida, Jetsun Pema, una estudiante del Regent’s College de Londres. Desde entonces, la pareja ha sido comparada con los duques de Cambridge, pues Khesar, el monarca más joven del mundo, despierta el mismo fervor en el pueblo que el príncipe William, y Pema es una hermosa plebeya, hija de un piloto de aerolínea. Después de la ceremonia budista, realizada el 13 de octubre en un monasterio del siglo XVII, los butaneses celebraron tres días de fiesta nacional.
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