Carisma cinematográfico
Su biografía ha rebasado los estrechos márgenes de la historia. Sus logros siempre han interesado a los diferentes lenguajes de la expresión y la creatividad, desde el cine y la literatura hasta el arte y la política, por diferentes motivos. Desde los mismos inicios del cine hasta nuestros días, de Georges Meliès a Cecil B. DeMille y su primera versión cinematográfica «hollywoodiense», de Theodor Dreyer hasta Luc Besson, las hazañas de aquella joven que murió a la vista de todos, en una plaza, acusada de herejía, y que vivió guiada por unas voces angelicales que decía escuchar, han dado al séptimo arte un sinfín de películas. Aunque sin duda no tantas como libros de historia o de ficción, o esculturas, pues sólo en Francia se cuentan por millares las plazas Juana de Arco con sus correspondientes estatuas ecuestres, en homenaje a aquella joven que irrumpió en la Guerra de los Cien Años entre los reyes de Francia e Inglaterra y modificó el destino de su país.
El nombre de Juana de Arco, muerta bajo las peores acusaciones y cuya inocencia fue rehabilitada por la Iglesia en 1456 para ser canonizada por Benedicto XV, en 1920, es uno de los más utilizados en las calles de todas las ciudades francesas. En la literatura, tras haber interesado a autores tan variados como Voltaire, Charles Péguy, Paul Claudel o Georges Bernanos, y coincidiendo con este aniversario, el mundo editorial publica varias obras sobre aquella guerrera medieval nacida en Domrémy, pequeño pueblo del noreste francés, en una familia de campesinos acomodados. El académico Philippe de Contamine, gran especialista también del momento histórico en que vivió, sus guerras, sus noblezas y sus juegos de poder, firma una de estas últimas publicaciones.
Múltiples versiones
Su libro «Juana de Arco. Historia de Dictionnaire», escrito en colaboración con Olivier Bouzy y Xavier Hélary, es, además de una compacta biografía de la Doncella de Orleans, una exploración de sus diferentes encarnaciones en el cine, la literatura, la ópera, el teatro o las Bellas Artes. Son múltiples visiones de una misma figura «inesperada, maravillosa y dramática», que es también símbolo de la identidad francesa, explicó a Efe Contamine, quien acompañó al presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el homenaje solemne que se le rindió en Domrémy-la-Pucelle. Forman parte del personaje y constituyen «una dimensión esencial de la historia de Juana de Arco después de su muerte», resaltó Contamine. Por su parte, Sarkozy afirmó ayer en la aldea natal de la Doncella de Orleans: «Juana no pertenece a ningún partido, a ninguna fracción ni a ningún plan. Juana es lo que tiene Francia de singular y de universal. Pienso en ella como el símbolo de nuestra unidad y no la voy a dejar en las manos de aquellos que la utilizarían para intentar dividirnos. Dividir en el nombre de Juana de Arco es traicionar su memoria. Su lugar no está en una leyenda dorada sino en la historia de Francia. Es la encarnación de las virtudes más preciosas de nuestro país».
Su memoria, sin haber desaparecido en absoluto entre los siglos XVI y XVIII, fue «todavía más importante» en el siglo XIX y a principios del siglo XX, insistió Contamine, quien se mostró, sin embargo, «un poco sorprendido ante la reactividad política» actual. Más allá de las referencias políticas –el ultraderechista Frente Nacional realiza cada año un homenaje a la joven guerrera nacionalista–, Contamine confirmó que se trata «del único mito medieval francés universal»: «Hay una Juana de Arco coreana, una canadiense... Luego se ve que su personalidad era más extraordinaria». Es una referencia: cuando un pueblo está invadido y una mujer tiene protagonismo en su defensa enseguida se la bautiza como “Juana de Arco”», añadió. Voltaire (1694-1778) la resucitó no muy positivamente en un poema épico con episodios cómicos, donde narraba cómo se esforzó por salvar su virginidad y luego en sus escritos históricos, en los que consideró que su existencia fue «fruto de una intriga», manifestó.
LAS VOCES QUE LA GUIABAN
Lo reconoció ella misma. Desde los trece años escuchaba voces. Al principio no sabía de quién eran. Luego comprendió que las enviaba Dios. Más tarde las identificó con Santa Margarita y Santa Catalina. Es una de las partes más controvertidas de la biografía de Juana de Arco. De hecho, aseguró que las escuchaba, como mínimo, dos o tres veces por semana. Incluso reconoció cuál era la influencia que tenían sobre su juicio y sus decisiones. Ellas le dictaban qué es lo que tenía que hacer en cada momento, qué es lo que tenía por ejemplo, que atacar en una Francia en guerra contra Inglaterra. En un primer momento, la gente la creyó. Y, enseguida, alrededor de ella, creció una leyenda sagrada.
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