sábado, 25 de febrero de 2012

El paraíso de los krishnas, a solo una hora de Bogotá

En Granada (Cundinamarca) está situado centro espiritual, construido por el famoso grupo hinduista.

 

 

El principal santuario de los vaishnavas -conocidos como hare krishna- son siete hectáreas que bien podrían ser vistas como un parque temático espiritual. Se trata de un 'Disney', pero al estilo krishna, inspirado en la cultura india, lleno de templos y esculturas fascinantes.

Varsana Jardines Ecológicos es el principal santuario de este credo en Colombia.

No tiene puertas. La entrada está enmarcada por dos gruesas columnas de piedra, cubierta por un techo vivo: una maraña de violetas y 'ojos de poeta', estas últimas, pequeñas florecitas color naranja que crecen como maleza. Lo primero que aparece es la escultura de madera de la Madre Cósmica, figura que representa a las madres de los devotos de esta religión, entre estas, la Madre Vida, la Madre Vaca, la Madre Lluvia y la Madre Tierra.

Al lado queda el templo (donde están Radha y Krishna), inspirado en la arquitectura hinduista y custodiado por gárgolas de elefantes y leones de piedra. Radha, explica Badarik, ingeniero químico de 25 años, encargado de las relaciones públicas, es la diosa universal que representa la castidad, la bondad y la compasión. Y Krishna es el dios de los vaishnavas -aclara-. Ambos forman la pareja divina.

Badarik se detiene en otro templo, esta vez en tributo al colombiano que más ha transcendido en el vaishnavismo: el maestro Harijan Maharaja, discípulo del alemán Swami Prabhupada, quien trajo esta creencia a Colombia en 1975. "Su nombre era Miguel Antonio Chávez y abandonó el cuerpo en el año de 1990", dice Badarik.

Porque para ellos no se muere para siempre. "Creemos en la reencarnación. El alma no muere, trasciende de acuerdo al estado de conciencia en esta vida, en este plano material", comenta Badarik.

En vitrinas de vidrio reposan fotos suyas de cuando era monje viajero, un radio de pilas, sus sandalias de cuero. Y en un sarcófago, sus despojos mortales.

El techo es una cúpula con un firmamento pintado de azul y chispeado de estrellas fulgurantes. Y hay quienes le tienen fe: creen que hace milagros. En seguida hay un teatro y más adelante queda el restaurante, edificación de dos pisos levantada en guadua; el techo es de paja lisa y larga. Se llama Govinda's (el nombre de todos los restaurantes de esta comunidad). Su significado: 'el que da placer a los sentidos y a las vacas'.

En las paredes hay letreros: "No te hagas el loco, los animales sí sufren cuando los matan"; "si quieres a tu mascota, no te comas a otro animal". Por eso no comen carne, y menos de res. Al igual que en la India, para los devotos de Krishna las vacas son sagradas.
Invitación a una vida sana
"No hacemos proselitismo; queremos generar conciencia sobre la no violencia contra los animales y sobre el impacto en la salud que producen la carne y la mala alimentación". Quien habla es Gopinath, Jorge Marín, risaraldense de 49 años, seguidor de Krishna desde hace 30, cuyo nombre espiritual traduce 'el mejor amigo'.

Cuenta que la mayoría de alimentos que allí se consumen son de su propia cosecha. Todo, obviamente, orgánico. Gopinath se suma al recorrido por la finca, de siete hectáreas, ahora rumbo al bosque. Y va mostrando el lugar, lleno de construcciones y figuras: los pasatiempos de Krishna. Una de estas, que aún están edificando, es el 'Truly de las razas', una especie de iglú en el que plasmaron 22 rostros, tallados en piedra.

Pasamos por un templo de meditación y llegamos a otro espacio destinado al arte. Gopal es la encargada de un programa llamado 'arte consciente', que conjuga pintura, salud y espiritualidad. Está adornado con mandalas (pinturas de figuras circulares) y con una escultura en madera de Danvantari, semidiós de la medicina, que ha sido invadida por la hiedra.

Estas, al igual que el resto de construcciones, son auténticas joyas. No en vano, este lugar fue declarado patrimonio arquitectónico de la región de Sumapaz. Caminamos hacia un bosque que parece el escenario de un cuento de hadas; uno se pregunta en qué momento aparecerán ninfas y duendes, pero no, surge algo más fascinante: los obstáculos. Ellos los llaman así.

Son figuras animales gigantescas esculpidas en piedra por el devoto y artista peruano Gouranga Radha, quien tardó cinco años en esa labor. Son siete en total y cada obra es un animal que simboliza un "obstáculo para el espíritu". El demonio asno, el chisme; el carnero, el ego falso, y una serpiente con la boca abierta, de la que se desprenden dos grandes colmillos que dan entrada a una cueva, que recrea el "veneno de los humanos".

"Esto es como una pequeña India". La que habla ahora es Krisnha Murti (sirviente de Krishna), una mujer dueña de una voz aflautada, que comenta que allí viven 30 personas, entre estas varias familias, algunos solteros y voluntarios (nacionales y extranjeros) que obtienen hospedaje y alimentación a cambio de trabajo.

El terreno es de la comunidad. Los alimentos los siembran allí, y los servicios públicos los pagan con lo que reciben por la venta de productos orgánicos y, recientemente, con una novedosa oferta de turismo espiritual. Tienen un plan en el que cualquier persona puede pasar un día en este lugar: los traen desde Bogotá, les dan clases de yoga y meditación, los guían en caminatas ecológicas y les enseñan a alimentarse sanamente.

"Tenemos este paraíso para vivir. No nos interesan los bienes materiales, nos interesan los del alma", añade Krishna Murti, y precisa que allí todos trabajan para todos sin cobrar.

Al fondo, al lado de una cabaña spa (que también se alquila), hay un manantial de agua fresca y cristalina. Badarik se trepa en una piedra y empieza a meditar. Da la impresión de que levitara. Todo es paz y tranquilidad, incluso para los ajenos a este credo.

Es mediodía y el sonido de una caracola, que sale del templo principal, se desplaza con el viento y llega hasta este paraje. Es hora de la oración principal. Todos corren hasta el santuario, vestidos ceremoniosamente con sus túnicas blancas, y se concentran en un culto que es una mezcla de oración y música.

La más joven es Govinda Lila. Tiene 18 años, es de Manizales y al igual que el resto de mujeres, a quienes los hombres les profesan respeto y devoción (las llaman madres), tiene un símbolo en la frente, en forma de V, dibujado con un barro especial que traen de la India. Cursa quinto semestre de idiomas. Cuenta que al principio sus padres no estuvieron de acuerdo con su ingreso a esta comunidad religiosa.

"Los hare krishna -dice- les parecían criaturas extrañas". Pero los convenció al demostrarles que no hay nada raro: solo el deseo de vivir en comunión con la naturaleza, en un estilo de vida sano, sin vicios, desprendidos de todo lo terreno. Ella cree que los extraños son los que no pueden vivir de una manera tan sencilla.

José Alberto Mojica Patiño
REDACTOR EL TIEMPO

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