En un interesante trabajo José María Mendes (1) señala que tras la idea del progreso ilimitado está la Primera Ley de la Termodinámica: “La energía no se crea ni se destruye, sólo pueden ocurrir transformaciones de una forma de energía en otra”; es decir, la cantidad de energía permanece invariable en el universo.
Pero también existe una segunda ley de la Termodinámica que plantea que cuando la energía se transforma una porción de ella no es utilizable, desde ese punto de vista “se pierde”. La energía (cuya cantidad final se mantiene invariable en un sistema totalmente aislado como el universo) tiende a la dispersión con lo que se pierde la posibilidad de reutilización. La disipación de la energía se llama entropía: en el tiempo tiende a la disipación, a la desorganización. Mendes incorpora a estos principios, en particular la entropía, también a los materiales. En otras palabras, la tendencia es al agotamiento de los recursos por lo que el tiempo –que en los modelos económicos suele no tenerse en cuenta- es una variable irreversible.
Una vez leí un consejo. Si a usted le parece que le cuesta entender el concepto de entropía, haga el siguiente experimento: en una habitación de adolescentes no permita que entre ningún adulto a ordenar o limpiar durante una semana, y verá como la desorganización y el caos avanza irremediablemente.
Esto ha llevado a tomar conciencia que la relación entre el hombre, en su organización social, y la naturaleza es de dependencia mutua y no de subordinación de la segunda. Se comprendió que el desarrollo actual implica un consumo creciente de energía y se conoció el posible agotamiento de las fuentes no renovables, así como de las consecuencias de ese consumo energético masivo, con el “efecto invernadero”, entre otros.
En otras palabras, el objetivo no puede ser sólo el crecimiento económico –medido por la evolución del Producto Bruto- como se entendía en el mundo occidental durante 50 años (y también en los territorios del llamado “socialismo real”) sin interesar los efectos sobre el medio ambiente; ahora se descubrió la necesidad de una articulación armónica entre la organización social y los sistemas naturales.
Apareció el concepto de desarrollo sustentable o sostenible (ambos términos son sinónimos). Roberto Kozulj, investigador de la Fundación Bariloche y profesor de postgrado en la Universidad del Comahue, lo ha definido así: “El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas”. Es decir, toma en cuenta los problemas medioambientales (como el calentamiento global), la existencia de fuentes de energía actual y futura, que es particularmente grave ante el posible agotamiento de las fuentes no renovables, y también la problemática de la inclusión social.
Kozulj grafica estos conceptos mediante tres esferas que se superponen parcialmente y que representan, respectivamente, lo económico, lo social y lo ecológico. Puede pensarse en una organización social que tenga en cuenta una sola de las esferas –por ejemplo el capitalismo puro al que le interesa sólo el aspecto económico, desentendiéndose de lo social y de sus efectos en el medio ambiente- o sólo dos de ellas, como el “socialismo real”, que planteó como objetivo el crecimiento con equidad pero no tuvo en cuenta lo ecológico, generando inclusive depredación, como ocurrió en Alemania oriental. Puede pensarse también en una estructura social basada en el aspecto social y en el respeto a la naturaleza, que sería soportable en el tiempo, o en una organización que tuviera en cuenta lo ecológico y lo económico, desentendiéndose de lo social: sería viable pero inequitativa y con desequilibrios internos que, a corto o largo plazo, cuestionarían esa viabilidad.
El desarrollo sostenible es el que corresponde a la intersección de las tres esferas. En otras palabras, el que tiene en cuenta el crecimiento económico con respeto a la naturaleza y a la subsistencia de las próximas generaciones y, simultáneamente, que atiende la inclusión social con criterios de equidad.
Tomar conciencia de esta problemática y de la necesidad de un desarrollo sostenible implica, desde el punto de vista de la teoría y de la política económica, reafirmar el carácter social de la disciplina (muchas veces olvidada en aras de un desarrollo formal) y en la necesidad del trabajo interdisciplinario. Requiere profundos cambios políticos, de conocimiento y –fundamentalmente- de la conducta individual y colectiva2
(1) José María Mendes: “Colapso del ambiente, conciencia de vida” en Veintinuno (Juan Quintar coordinador, EDUCO, Neuquén, 2011)
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