En sólo cinco años Argentina se convirtió en una potencia de la
industria de los biocombustibles. Comenzó a producir biodiesel en 2007 y
rápidamente se convirtió en el primer exportador del mundo.
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La nueva invención es un adhesivo ecológico, que combina la glicerina vegetal
con harina de mandioca (o yuca) |
Con una producción anual que según la Cámara Argentina de Biocombustibles
(Carbio) este año alcanzará las 3 millones de toneladas, Argentina es la tercera
productora mundial de biodiesel, detrás de Estados Unidos y Brasil.
Para los defensores del medio ambiente es una gran noticia que cada vez se
produzca más de este combustible a base de soja, que reemplaza el tradicional
petróleo.
Sin embargo este boom ecológico ha presentado un desafío para sus
productores: ¿qué hacer con los sobrantes de esta creciente industria?
El principal subproducto del biodiesel es la glicerina: por cada tonelada del
biocombustible se generan 100.000 kilos de esta sustancia.
“Al principio pensábamos que había que tirarla, pero después nos dimos cuenta
de que tiene muchísimos usos”, contó a BBC Mundo Fernando Paláez, presidente de
la Carbio.
Muchas empresas de la industria cosmética y farmacéutica comenzaron a
adquirir esta glicerina vegetal para reemplazar a la glicerina sintética (a base
de petróleo) y así ofrecer una alternativa más “verde”.
De esta forma, lo que al principio parecía un desecho se convirtió en una
segunda fuente de ingresos para los productores de biodiesel.
Sin embargo, este negocio ha alcanzado un techo. Según el Instituto Nacional
de Tecnología Industrial (INTI), el crecimiento de la industria del biodiesel
está generando cantidades de glicerina que no pueden ser absorbidas por los
rubros tradicionales.
Por este motivo, el INTI –un ente público- se abocó a la tarea de buscar
nuevos usos para este subproducto y en agosto anunció la creación de un nuevo
adhesivo a base de esta sustancia.
Adhesivo vegetal
La nueva invención es un adhesivo ecológico, que combina la glicerina vegetal
con harina de mandioca (o yuca).
“Sirve para pegar etiquetas sobre vidrio y es tan buena como el adhesivo
sintético que usan las embotelladoras”, aseguró a BBC Mundo Omar Ferré,
responsable del proyecto.
El químico y su equipo del Centro de Caucho, en el INTI, realizaron con éxito
las pruebas de ensayo para determinar la resistencia del nuevo pegamento.
“Para que pueda utilizarse de forma comercial el adhesivo debe resistir al
menos una hora debajo de agua sin que la etiqueta se despegue de la botella,
pero al mismo tiempo también tiene que poder ser retirada con facilidad y sin
necesidad de usar químicos después de ser remojada una cierta cantidad de
tiempo”, explicó.
Si bien los adhesivos a base de almidón de mandioca tienden a no ser
duraderos, Ferré señaló que este nuevo producto no mostró señales de
degradación.
Según el experto, el nuevo adhesivo tiene varias ventajas en comparación con
el pegamento tradicional: es biodegradable, no tóxico y es más barato de
producir, ya que sus materias primas son menos costosas que el petróleo.
Círculo virtuoso
Los científicos del INTI consideran que el pegamento vegetal no sólo es una
alternativa ecológica que soluciona el dilema de qué hacer con el subproducto
del biodiesel.
También aspiran a que su invención pueda generar ingresos nuevos en algunas
de las regiones más pobres de Argentina.
“La mandioca se cultiva en el noreste y noroeste argentino, y muchos de los
productores son campesinos de bajos recursos. Este desarrollo podría
beneficiarlos”, contó Ferré.
La idea del INTI es unir a estos cultivadores con pequeños productores de
biodiesel que no saben qué destino darle a la glicerina.
“La elaboración del adhesivo es muy sencilla, sólo requiere de un equipo
mezclador común, por lo cual cualquier emprendedor nuevo puede hacerlo”, afirmó
el creador del proyecto.
El desafío será encontrar embotelladoras pequeñas y medianas que estén
dispuestas a probar el novedoso producto.
Por ahora el INTI no planea patentar su invento, ya que se trata de un
proceso costoso.
En vez, transferirá sus conocimientos a todos los interesados en el país y
también exportará el paquete tecnológico al resto de los socios del Mercado
Común del Sur (Mercosur), algo que podría beneficiar especialmente a Brasil, un
gran productor de mandioca y biodiesel.
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