Pero también las personas que hacen dieta y se saltan comidas terminan aumentando de peso en el largo plazo.
Tony Goldstone, del Centro de Ciencia Clínica MRC en el Imperial College London, descubrió que los ayunos prolongados parecen hacer que determinadas regiones del cerebro se inclinen por alimentos con más calorías cuando se tiene acceso finalmente a la comida.
“Si uno se encuentra en un estado negativo en materia de equilibrio energético, lo que prima es el sentido de la evolución. Uno no va a perder tiempo buscando lechuga”, aseguró este endocrinólogo asesor.
Goldstone presentó su estudio el martes 16 de octubre en la Sociedad de Neurología de Nueva Orleans. Para su trabajo, escaneó los cerebros de 21 hombres y mujeres -todos de casi 25 años- durante dos días, mientras se les hacía mirar fotografías de alimentos y se clasificaba el grado de atractivo que encontraban en diferentes comidas, desde chocolate hasta verduras.
Un día, los voluntarios no desayunaban antes de los escaneos. Al día siguiente, tenían un desayuno de 750 calorías. Después de los escaneos, los voluntarios almorzaban. “Cuando ayunan tienen hambre y catalogan a los alimentos de muchas calorías como más atrayentes”. Cuando los voluntarios pasaban por alto el desayuno, comían un 20% más en el almuerzo.
Sus escaneos mostraron también que la actividad de la corteza orbitofrontal era especialmente sensible a los alimentos de alto contenido calórico.
Los estudios de escaneo cerebral del equipo de Goldstone en pacientes sometidos a cirugía gástrica descubrieron que la actividad de la corteza orbitofrontal era menor en aquellos que habían sido sometidos a cirugías de bypass en comparación con los que tenían un cinturón gástrico. “Pensamos que le va mejor a la gente que se sometió a un bypass porque se alteran las ganas de alimentos con muchas calorías, algo en lo que interviene la corteza orbitofrontal”.
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