miércoles, 8 de mayo de 2013
Las secuelas psicológicas tras escapar del cautiverio
Tres mujeres fueron rescatadas en Cleveland, Estados Unidos,
después de permanecer en cautiverio durante casi diez años. Si bien ya son
libres, los expertos aseguran que todavía les esperan tiempos difíciles.
"Vivas y a salvo" fue el titular de la primera página del periódico Cleveland
Plain Dealer, anunciando el rescate de tres mujeres de una casa en el oeste de
la ciudad.
Fue un final feliz para lo que se está convirtiendo en una historia cada vez
más inquietante. Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight pasaron casi una
década atrapadas en una casa. Tres hombres, Ariel Castro y sus hermanos, Pedro y
Onil, están siendo interrogados.
Sin embargo, este no es el fin de la historia.
"Esto todavía no se acaba", dice Herb Nieburg, profesor de estudios de
derecho y políticas de justicia del Mitchell College en Nueva Londres,
Connecticut.
"Delante hay una inmensa cantidad de horas en términos de asesoramiento y
trabajo con ellas para el tratamiento del trastorno por estrés
postraumático".
Si bien las mujeres, dos de ellas secuestradas cuando eran adolescentes,
están fuera de peligro físico, tomará mucho más tiempo hacerlas psicológicamente
fuertes.
Esto se debe a que las tácticas utilizadas por los secuestradores en este
tipo de casos están diseñadas para hacer que las capturadas se sientan inútiles,
impotentes y asustadas.
"Las mujeres victimizadas son separadas por sus captores de toda la gente y
experiencia que tuvieron que podrían contribuía a su autoestima, autoconfianza y
su identidad", explica Rona Fields, psicóloga, socióloga y autora del libro
Contra la violencia contra las mujeres: el argumento a favor del género como
clase protegida.
La especialista señala que estos patrones están presentes en todo el mundo,
ya sea Afganistán, China o EE.UU.
"Se destruyeron los lazos con sus familias de origen. La joven cautiva siente
que fue abandonada y que es rechazada".
La policía confirmó que la niña de seis años hallada en la casa era la hija
de Amanda Berry. Aparentemente la niña nació mientras su madre estaba
detenida.
También hubo informes no confirmados de que las otras dos mujeres fueron
víctimas de abusos y palizas.
Esta mezcla de violencia física y sexual puede contribuir todavía más a la
sensación de peligro, una obediencia aprendida y una psique dañada que puede
persistir después de que termine el abuso.
"El abuso sexual es humillante, degradante, no te hace sentir muy bien de ti
misma", explica Nieburg. "Inspira una sensación de desesperanza".
Esta mezcla ha estado presente en casos anteriores de niñas desaparecidas,
como el de Elizabeth Smart y Jaycee Dugard.
Smart tenía 14 años cuando fue sacada de su cama en medio de la noche por
Brian David Mitchell, quien la reclamó como su esposa y abusó de ella en
repetidas ocasiones durante nueve meses. Dugard fue secuestrada por Phillip
Garrido mientras iba al colegio cuando tenía 11 años y mantenida en cautiverio
durante 18 años, tiempo en el cual dio a luz a dos niños.
Tanto Smart como Dugard tuvieron muchas oportunidades de llamar la atención
hacia ellas y de sus captores. Mitchell llevó a Smart a fiestas en la zona de
Salt Lake City y comieron juntos en restaurantes. Dugard habló con el oficial de
libertad condicional de Garrido y trabajó en su negocio de impresión.
Cuando finalmente fueron requeridas por las fuerzas del orden, tomó tiempo y
presión para que las mujeres admitieran sus verdaderas identidades.
Esta situación no es rara entre aquellos que han sido retenidos en contra de
su voluntad por largos períodos de tiempo.
"Normalmente hay una resistencia física que eventualmente es sustituida por
técnicas similares a las usadas por sectas: control mental, amenazas", dice
Nieburg.
Las víctimas pueden perder el sentido de la perspectiva tras años de
abuso.
"Puede haber tal cantidad de abusos que la víctima, cuando deja de ser
brutalmente abusada puede sentir agradecimiento" hacia el captor, comenta Peter
Suedfeld, profesor emérito de psicología de la Universidad British Columbia.
"Por otro lado, también tienen miedo de que si intentan escapar y fallan,
toda esa situación que en el momento es tolerable se vuelva intolerable".
De hecho, Dugard le dijo a Diane Sawyer que la razón por la que no intentó
escapar se debido a: "lo que sabía era seguro, lo desconocido allá afuera era
aterrador".
Berry intentó escapar, y al hacerlo pudo liberarse, liberar a su hija y a las
otras dos mujeres en la casa.
Su llamada a los servicios de emergencia estadounidenses, 911, pudo ser
revelador. "Soy Amanda Berry", dijo. "He estado en las noticias durante los
últimos diez años".
Ese sentido de personalidad, y de saber que estaba siendo buscada, pudo
haberla ayudado a reunir la confianza de escapar.
"Hay un sentimiento de abandono si piensas que la búsqueda terminó", señala
Suedfeld, y ese miedo es usado con frecuencia por los secuestradores, quienes
les dicen a sus cautivos que sus familias ya dejaron de buscar.
Pero Berry sabía que no había sido olvidada, y eso pudo darle fuerzas para
luchar por la libertad.
Sin embargo, las mujeres que son rescatadas de este tipo de situaciones nunca
son completamente libres, por lo menos no al principio. El daño infligido por
sus captores toma años en repararse.
"Esto las acompañará por mucho tiempo, y quizás para siempre", comenta
Suedfeld. "Van a tener pesadillas. Es posible que sospechen de otra gente, de
extraños, particularmente hombres".
Tendrán que reajustarse de una vida en cautiverio a una vida en el mundo
real, con sonidos, olores y gente alrededor.
"Básicamente están siendo bombardeadas de estímulos después de mucho tiempo
de tener muy poco", agregó el especialista.
Para la austríaca Elisabeth Fritzl, quien escapó de una celda en un sótano
donde fue violada por su padre durante 24 años, una de las transiciones más
difíciles fue vivir con luz del día y en habitaciones espaciosas.
Les llevó 10 años a las tres mujeres en Cleveland encontrar su camino hacia
la luz. Y puede que les tome mucho más ajustarse al cambio
Fuente: BBC MUNDO
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