En su época de adolescente, Emily Bates tenía una única y
temible enemiga: la migraña.
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Según el estudio, una mutación genética que afecta la
producción de la proteína caseína quinasa está relacionada con la migraña.
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Odiaba tener que estar a la expectativa de su próximo ataque, obligándola a
interrumpir sus tareas escolares y prácticas deportivas.
Finalmente le llegó la hora de la venganza.
Bates, profesora de química de la Brigham Young University, en Estados
Unidos, publicó este miércoles un estudio en el que identifica mutaciones en un
gen presente en personas susceptibles a la migraña.
Su investigación, que está publicada en la revista Science Translational
Medicine, es una de las primeras que demuestran una conexión entre la genética y
la enfermedad, y representa un avance importante en la búsqueda de su cura.
"Yo sufría con frecuencia de migrañas severas", le contó a BBC Mundo.
"Afectaban mi visión y me hacían vomitar de forma descontrolada, a veces durante
días enteros".
"Cuando empecé el bachillerato tenía claro que me iba a dedicar a investigar
la causa de esos terribles dolores, y a buscar una posible cura", añadió.
La científica recuerda con exactitud el día en que experimentó su última y
más severa migraña, el 3 de octubre de 2003, un día antes de un maratón en el
que planeaba participar.
Desde ese día sus dolores de cabeza se detuvieron, pero ella no lo hizo.
Tras obtener un doctorado en genética de la Universidad de Harvard, Bates
realizó una investigación postdoctoral, junto con un equipo de genetistas
dirigido por Louis Ptacek, en la escuela médica de la Universidad de California,
en San Francisco.
Cómo lo hizo
La migraña
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La migraña es una categoría de dolor de cabeza,
diferente al dolor de tensión muscular, que ocurre generalmente por una
anormalidad en la transmisión nerviosa a nivel de una molécula llamada
serotonina.
El equipo trabajó con dos familias en las que aparentemente había una
tendencia a la aflicción, lo que sugería que la habían heredado
genéticamente.
Encontraron una serie de mutaciones genéticas presente en ambas familias -
mutaciones que afectan la producción de una proteína conocida como caseína
quinasa.
Para comprobar si se trataba de una causa o de una coincidencia, Bates diseñó
un experimento para determinar si la misma característica genética generaba
síntomas de migraña en ratones.
"No les podía preguntar si sentían dolor", bromea la investigadora. "Así que
apliqué un método basado en mi propia experiencia y en los síntomas comunes de
esta enfermedad", explicó.
Bates se concentró en determinar si el material genético intensificaba su
sensibilidad a la luz, el calor, el tacto y el sonido –tal como lo hace en las
personas que experimentan ataques de migraña.
Para hacerlo, puso en práctica la prueba Von Frey, un test comúnmente
utilizado para valorar los trastornos sensitivos después de una lesión
traumática de los nervios periféricos.
La prueba analiza la sensibilidad mediante una horquilla, cuya presión se
puede calibrar.
También experimentó con el calor de pequeñas luces.
Al comprobar que efectivamente experimentaban los síntomas, confirmó que se
trataba de una causa genética.
"El próximo paso es comprender de qué manera esta proteína en particular
afecta al organismo y cómo se relaciona con la migraña", explicó.
Bates continuará en la búsqueda de otras características genéticas que puedan
estar implicadas en el proceso y en un futuro, aspira a comprender la manera en
que se produce la enfermedad, para dar con un medicamento que la combata.
La doctora reconoce que llegar a ese punto todavía requiere de mucha
investigación.
"No hay muchos científicos que se dediquen a analizar el tema de la migraña,
sobre todo porque se trata de una enfermedad compleja e impredecible", dijo.
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