La desaparición de los cayos afecta el sustento, los ingresos y la vida de la población, indicó Douglas, “lo que nos expone a toda suerte de problemas que ponen en riesgo la seguridad del país y de la región”, alertó.
De seguir el fenómeno, “y si no nos adaptamos”, todo el planeta cambiará físicamente, añadió.
Los científ
icos alertan de que si el mar sigue subiendo, se tragará a naciones insulares enteras, desde Maldivas hasta Islas Marshall, inundará extensas áreas de varios países, desde Bangladesh a Egipto, y sumergirá partes de varias decenas de ciudades costeras.
“Hemos escuchado las aterradoras historias de algunas islas del (océano Pacífico) que desaparecen; el tiempo, por cierto, no está en nuestras manos”, dijo Kenneth Darroux, ministro de Ambiente de Dominica, en entrevista con IPS. “El momento de actuar es ahora”, remarcó.
La contribución de los países del Caribe a las causas del cambio climático, que lleva al aumento del nivel del mar, son mínimas, pero son los que más tienen para perder, subrayó Darroux.
La Organización de las Naciones Unidas estimó que para 2100, las Islas Marshall podían quedar totalmente sumergidas por olas invasivas.
El cambio climático puede hacer desaparecer las islas, pero también afecta a poblaciones y lugares de varias otras partes del mundo y atenta gravemente contra la calidad de vida de la gente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye la muerte de unas 150.000 personas al año a los efectos del cambio climático, como eventos climáticos extremos, sequías, olas de calor, disminución de la producción de alimentos y la mayor propagación de enfermedades, como la malaria (paludismo).
Los científicos también alertan de que si las emisiones de dióxido de carbono (CO2) mantienen la tendencia actual, los arrecifes de coral quedarán virtualmente destruidos en 2050.
A la búsqueda de recursos
Darroux señaló que uno de los mayores desafíos para los pequeños estados insulares, como Dominica, que deben lidiar con el cambio climático, son los recursos, económicos pero también otros.
El año pasado, las autoridades de ese país divulgaron una estrategia de desarrollo con bajas emisiones de CO2 y resistente al cambio climático. Darroux señaló que trataron de aprovechar los millones de dólares disponibles para ayudar a los países a adaptarse y a mitigar el fenómeno, así como sus consecuencias.
Dominica también apunta a mostrar a sus vecinos del Caribe cómo pueden beneficiarse de los mismos fondos, apuntó.
“Tenemos un proyecto (programa piloto de resiliencia al cambio climático)”, indicó, y añadió que se entregaron casi 200 millones de dólares a Dominica por un periodo de cinco años para que pudiera construir iniciativas de este tipo.
Douglas pidió “colaboración y unidad” entre los países del Caribe.
Todos tienen historias positivas en esta materia, pero reconoció: “Es muy lindo de decir ‘vamos a hacer esto o aquello’, pero al final del día debemos afrontar la realidad económica en el que trabajamos”.
“Podemos proponer numerosas iniciativas, pero nos puede golpearon un huracán, y el dinero que teníamos para implementarlas, 99,9 o 100 por ciento de las veces tendrá que destinarse a los esfuerzos de recuperación”, explicó.
Un enfoque social
John Crowly, gerente de dimensión social del cambio ambiental global de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con sede en París, urgió a los países del Caribe a compartir conocimiento sobre asuntos que no están bien estudiados en relación con la dimensión social y humana de la adaptación al cambio climático.
Con la creación de una red de conocimiento, las sociedades podrán encontrar nuevas formas de mantenerse y prosperar, añadió.
Crowly dijo frente a decenas de científicos que participaron en un encuentro de la Unesco sobre planificación y formulación de políticas ambientales en el Caribe, que el enfoque mayoritario de adaptación al cambio climático que la comunidad internacional ha llevado adelante en los últimos 10 años, probablemente no sea el adecuado.
“La visión dominante es básicamente la siguiente: algún día habrá un acuerdo global integral para reducir las emisiones (contaminantes) y el problema desaparecerá”, explicó.
“Mientras, tenemos que protegernos contra los efectos transitorios, y la mejor forma de hacerlo es con infraestructuras sólidas y de protección”, subrayó.
“Creo que cada vez se afianza más la noción de que eso puede estar mal y que, quizá, hasta sea peligroso”, observó, y añadió que los problemas de adaptación probablemente sean permanentes y no transitorios.
También acotó que no estaba “seguro de que las soluciones de infraestructura sólida” fueran la mejor opción, pues ellas mismas son vulnerables.
“Los muros de contención, por ejemplo, se basan en supuestos sobre el aumento del nivel del mar que son inevitablemente inciertos”, indicó. “Esas opciones son irreversibles y tienen un elevadísimo costo de oportunidad. Una vez que se remitieron los escasos recursos, estos ya no están disponibles para nada más”, puntualizó.
Crowly abogó por un mayor énfasis en soluciones blandas para adaptarse al cambio climático, soluciones basadas en el cambio social, más que en la infraestructura.
“Son más flexibles y tienen un menor costo de oportunidad”, remarcó, aunque agregó que “carecemos de conocimiento sobre cómo implementar soluciones de tipo social; y cuando tratamos, solemos fracasar”.
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