Bienvenidos al Valle de la Muerte, un lugar que, según los
expertos, se encuentra entre los más calientes de nuestro planeta y en el que
los meteorólogos tienen la mirada puesta estos días ante la expectativa de que
el mercurio bata un nuevo récord a causa de la intensa ola de calor que está
afectando el noreste de Estados Unidos.
En este inhóspito paraje de geografía marciana situado en el desierto del
Mojave, en el este de California, el 10 de julio de 1913 el termómetro marcó la
temperatura más alta jamás registrada: 56,7°C.
Habitado durante al menos 1.000 años por la tribu de los Timbisha, el Valle
de la Muerte recibió su nombre de los aventureros que se atrevieron a cruzarlo a
principios del siglo XIX, atraídos por la fiebre del oro.
En 1994 fue declarado parque nacional y, hoy en día, cerca de un millón de
personas lo visitan cada año para disfrutar de su espectacular paisaje
desértico.
Adentrarse en este lugar cuando las previsiones apuntan que se superarán los
53° C no parece una buena idea. Pero uno no se da cuenta de lo arriesgado de la
empresa hasta que ya no hay marcha atrás y, bajo un sol abrasador, lo único que
se tiene por delante es una carretera que parece llevar al infinito.
"La experiencia más caliente"
Cerca de un millón de personas visitan cada año el Valle de la
Muerte.
La primera parada del recorrido la hago, obligado, en el punto de información
que se encuentra en una de las entradas del parque.
El sistema de navegación de mi teléfono hace ya rato que dejó de funcionar
por falta de cobertura y no me queda más remedio que recurrir a un mapa
tradicional.
La mujer que me atiende me pregunta con un tono inquisidor si tengo la
intención de bajar hasta la cuenca de Badwater, la parte más profunda y caliente
del valle.
Tras recordarme que existe una alerta en vigencia por la ola de calor que
afecta a la zona y asegurarse de que llevo suficientes provisiones de agua en el
auto, bromea: "No te preocupes. Si te pierdes, en un par de días encontraremos
tu cuerpo".
Una pareja de franceses acompañada por sus dos hijas observa divertida la
conversación. Luego me cuentan que habían viajado al Valle de la Muerte con la
intención de acampar aunque, tras darse cuenta de que no podían salir del auto
durante más de cinco minutos, desistieron de su idea y pasaron la noche en un
motel.
"Ha sido una experiencia excelente. La experiencia más caliente de nuestras
vidas", me dicen entre risas.
La cuenca de Badwater
La cuenca de Bedwater es el punto más bajo de América del Norte
y uno de los más secos y calientes del mundo.
Con mi primer objetivo marcado en el mapa, recorro los 100 kilómetros que me
separan de la cuenta de Badwater, la atracción más emblemática del parque.
Situado a 85,5 metros por debajo del nivel del mar, este lugar es el punto
más bajo de América del Norte y uno de los más secos y calientes del mundo.
Las precipitaciones anuales en la cuenca -cuya superficie está cubierta por
una gruesa capa de sal- no alcanzan los 50 milímetros y algunos años no ha
llovido en absoluto.
Las temperaturas infernales que se registran en Badwater, especialmente en
los meses de verano, tienen que mucho que ver con la geografía del lugar. Cuando
el aire a nivel del suelo se calienta, empieza a ascender, aunque queda atrapado
por las montañas circundantes y la presión atmosférica, por lo que va de nuevo
hacia abajo.
Ello crea corrientes de aire caliente circulares que hacen que, aunque se
esté a la sombra, el calor sea insoportable. Según los meteorólogos, aquí se
registran las temperaturas constantes más altas de la Tierra.
La temperatura de esta sartén alcanzó los 70°
C.
Al llegar a la cuenca salgo del coche dispuesto a unirme a la docena de
turistas que están tomando fotos. Nada más abrir la puerta, una bocanada de aire
abrasador me golpea en la cara. Es cerca de mediodía y no hay tiempo que
perder.
Pese a llevar la cabeza bien cubierta, empiezo a sentir cómo sube la
temperatura de la montura de mis gafas de sol y el sudor recorre mi cara. A los
pocos minutos mi cámara de fotos, igual que el teléfono que llevo en el
bolsillo, se ha calentado tanto que casi no puedo sostenerla, con lo que decido
que es el momento de regresar al coche.
Me detengo un instante junto a la camioneta de un equipo de una cadena de
televisión estadounidense. Han colocado una sartén en el suelo con un
termómetro. La temperatura que marca: 153ºF (70° C).
Agua y más agua
A unos 20 kilómetros de la cuenca de Badwater está el centro de visitantes de
Furnace Creek. Fue aquí que el 10 de julio de 1913 el termómetro alcanzó 56,7°
C, una temperatura que, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), es la
más alta jamás registrada.
Durante décadas ese récord lo ostentó la localidad libia de Al Azizia, aunque
el año pasado expertos de la OMM dictaminaron que la medición de 58° C que se
dio en ese lugar en septiembre de 1922 fue fruto de un error humano, por lo que
el título del lugar más caluroso de la Tierra regresó al Valle de la Muerte.
A Felix y Elena, una pareja de Madrid, la ola de calor los ha
tomado por sorpresa.
A la entrada del centro de visitantes un termómetro digital marca una
temperatura que oscila entre los 126º F y los 128º F (alrededor de 53º C),
mientras un grupo de turistas espera pacientemente bajo un sol implacable para
poder tomarse una fotografía.
Entre ellos encuentran Felix y Elena, una pareja de Madrid que está haciendo
un recorrido por la costa oeste de EE.UU. y a los que la ola de calor los ha
tomado por sorpresa.
"Teníamos planeado visitar el Valle de la Muerte, pero no esperábamos que
hiciera tanto calor. Venimos de Las Vegas y allí también hacía una temperatura
de morirse. Llevamos el coche cargado de agua", me cuentan.
Carole Wendler, la directora del centro, me explica que, en días como este,
lo que más les preocupa es "la seguridad de los turistas y de los trabajadores
del parque".
"Nos hemos de asegurar que los mensajes de alerta que lanzamos le llegan a
todo el mundo. Esta no es una buena semana para hacer senderismo. Lo mejor es
moverse en auto y llevar reservas de agua suficientes".
Según Wendler, "la mayoría de la gente sigue las recomendaciones" que dan,
aunque cada año tienen que salir al rescate de algún turista.
"Muchos no beben agua suficiente. No se dan cuenta de que este lugar no es
sólo caluroso, sino que también es muy seco, por lo que se pierden rápidamente
los fluidos corporales", explica.
Sin tecnología disponible
Las precipitaciones anuales en algunos lugares del valle no
alcanzan los 50 milímetros.
Para evitar convertirme en una víctima más de la canícula, me resguardo en el
restaurante de uno de los pocos hoteles que funcionan en la zona y que en esta
época del año está ocupado principalmente por turistas europeos.
El camarero que me atiende me cuenta que este es su segundo verano en el
Valle de Muerte. "Es divertido", dice. "La mayoría de los trabajadores vienen
del extranjero a pasar aquí la temporada estival".
Junto al restaurante, hay una piscina en la algunos huéspedes intentan lidiar
con la ola de calor lo mejor que pueden.
Decido sentarme a la sombra a esperar a que el sol baje un poco antes de
iniciar mi viaje de regreso, aunque resulta ser una mala idea.
A los pocos minutos, en la pantalla de mi teléfono aparece un mensaje de
alerta que me indica que el aparato está demasiado caliente y el portátil en el
que estoy trabajando se apaga sin previo aviso. La tecnología -que tantas veces
nos saca de apuros- tampoco resiste las temperaturas del Valle de la Muerte.
Armado con un mapa y varios litros de agua, emprendo mi camino de vuelta a
Los Ángeles.
Sin duda, tras esta experiencia, la palabra calor ha adquirido una nueva
dimensión.
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