Los casos de una enfermedad incurable llamada Fiebre del Valle
se están multiplicando en el suroeste de Estados Unidos a una tasa alarmante.
Seis estados se han visto afectados, pero pocos sitios han sido tan golpeados
como la remota localidad de Avenal.
En medio de un calor sofocante, ni siquiera el viento le ofrece respiro.
Las ráfagas son tibias y llevan una amenaza invisible que ha cobrado y
afectado la vida de muchos.
La pequeña ciudad de 14.000 personas, enclavada en el Valle de San Joaquín,
en California, es lo que expertos llaman una zona caliente por la
coccidioidomicosi, una enfermedad causada por la inhalación de pequeñas
esporas de hongos que normalmente están en la tierra.
Descrito por el Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en
inglés) como una epidemia silenciosa, en 2011 se registraron 22.401 infecciones
nuevas en todo EE.UU., la mayoría en el suroeste, más de diez veces de los
registrados en 1998.
Emily Gorospe, de 8 años, se está recuperando de la fiebre tras
pasar tres años padeciéndola.
A pesar de que dos tercios de los infectados no sufren síntomas, y que la
enfermedad no es contagiosa, unas 160 personas mueren cada año cuando el hongo
se esparce más allá de los pulmones y llegan al cerebro.
Mucho dolor
El paisaje de Avenal luce reseco y una niebla perpetua oscurese la distante
cadena montañosa.
Caminando por la adormecida calle Kings, hay un atisbo de vida, unos niños
dando vueltas en bicicletas mientras sus amigos los miran.
En el café Gallery, el personal está haciendo sandwiches para tres personas.
En la pared, un portarretrato sirve como recuerdo del costo humano de la
terrible enfermedad.
María Eugenia Peña murió hace seis años, tenía 39 años y estaba
embarazada.
Su hijo Osvaldo Contreras, quien gerencia el café con su hermano, dice que
piensa en ella cada día y cada vez que tiene un dolor de cabeza se pregunta si
él será el siguiente.
"Los días de viento soy más consciente de ello", le dice Osvaldo a uno de los
clientes, Enrique Jiménez.
"Respiras por la nariz y tratas de que no
entre tanto polvo"
Osvaldo Contreras
"Respiras por la nariz y tratas de que no entre tanto polvo. Yo trabajé en el
campo durante mucho tiempo, mi padre era el responsable de algunos cultivos de
por aquí, y tomábamos precauciones usando pañuelos".
Esto no fue suficiente para proteger al padre de Jiménez, quien sufrió de
problemas de respiración antes de que fuera diagnosticado con la fiebre del
valle. Mucho tiempo después todavía está recibiendo tratamiento.
Mary García cuenta que nunca te deshaces de ella. "De vez en cuando me
despierto con mucho dolor. Es como la peor fiebre que hayas tenido de una
gripe".
Ella contrajo la fiebre del valle hace 10 años, y algunas veces, cuando sopla
el viento, regresan los síntomas. Asegura que si alguno de sus hijos la contrae,
se irá a vivir a otro lugar.
"Experiencia escalofriante"
Jim McGee es uno de los que ya está haciendo planes para irse. Tres de sus
hijos todavía se están recuperando de la enfermedad y su nieto Víctor, un bebé,
se está haciendo pruebas.
"Es definitivamente una de las experiencias más escalofriantes que haya
tenido en mi vida", comenta Marivi McGee, de 17 años, sentada en el sofá de la
casa familiar junto a Arianna y Marcos.
Lo que empezó como un dolor en el pecho pasó a su cabeza ocasionando desmayos
y mareos. El hongo se había esparcido a su cerebro, pero afortunadamente, su
cuerpo pudo combatir la infección sin necesidad de someterse a un tratamiento
prolongado.
Los tres hijos McGee todavía sufren de cansancio. Marcos dice que su salud
está solo al 70-80%.
Muchos de los niños que se enferman en Avenal terminan en el Hospital Central
de Niños de California, a unos 90 minutos en auto hacia el norte. El hospital
sólo tenía 4 casos de la fiebre del valle en 2001, pero en 2012 la cifra subió a
61.
"Nadie sabe por qué", dice el doctor James McCarty, director médico de la
división de pediatría de enfermedades infecciosas. "Puede ser el aumento de la
población en la zona, la afluencia de personas sin inmunidad o exposición
previa; algunos dicen que podría ser una función de inviernos húmedos; y la
actividad humana, cualquier cosa que genera mucho polvo, ya sea la agricultura o
la construcción".
"Es definitivamente una de las experiencias
más escalofriantes que haya tenido en mi vida"
Marivi McGee, de 17 años
El especialista explica que la mayoría de las infecciones nunca producen
síntomas y que el cuerpo humano se encarga de la infección. Pero un tercio de
aquellos contagiados tienen prolongados síntomas de gripe.
"Esto normalmente pasa en el curso de un mes, pero uno de cada 20 desarrolla
neumonía que puede ser media a severa. Y en cerca de uno de cada 100 casos, la
infección se esparce fuera de los pulmones, con más frecuencia a los huesos, el
cerebro o la piel. Entonces es potencialmente fatal".
A pesar de que el número de casos reportados es de unos 20.000 al año en todo
el país, McCarty y otros expertos estiman que el número real puede ser de
150.000, debido a que mucha gente no sabe que la tiene, e incluso doctores en
zonas endémicas no son rápidos para identificarla.
McCarty, como miles de otros, llegó a contagiarse en algún momento de su
vida, pero no recuerda cuando porque no se enfermó.
Pero las personas originarias de Filipinas y los afroamericanos tienen más
riesgo a desarrollar síntomas severos, por razones desconocidas, debido a que
son personas con sistemas inmunes comprometidos.
La última paciente de fiebre del valle es Ruby Alejandra, de tres años, fue
admitida con problemas de respiración, pero según su madre Zaida ya se está
recuperando. Ellas son de la ciudad de Delano, pero McCarty explica que el
número de ingresos de Avenal es impactante.
"Cualquiera que venga de Avenal es fiebre del valle hasta que se demuestre lo
contrario. Es impresionante cuánto hay allí. Es verdaderamente una zona
caliente, quizás por la ecología de la tierra o porque es un sitio de
vertedero".
No es fácil de tratar. Los fármacos anti hongos están disponibles para casos
serios, pero algunos pacientes no responden y puede llevar años limpiar la
infección. Lo otro es que nunca abandona el cuerpo completamente, con lo cual
los síntomas pueden regresar. Algunos pacientes quedan medicados de por vida a
un costo devastador.
El caso argentino
Los animales también
Los perros se infectan más o menos al mismo ritmo que los seres humanos y con
la misma gama de síntomas, dice Lisa Shubitz, científica investigadora en el
Centro de la Fiebre del Valle de Excelencia, Tucson.
Los veterinarios
están muy conscientes de la enfermedad, probablemente más altas que entre los
médicos, dice.
"Buscan por la fiebre del valle en la tos y cojeo de los
perros, y en los que muestran el letargo, falta de apetito o fiebre."
Los
gatos no se infectan a la misma velocidad que los perros, dice. Pero es un gran
problema para las llamas y alpacas, porque son muy difíciles de tratar. Los
caballos, las ovejas y las cabras son bastante resistentes, mientras que el
ganado parecen ser totalmente resistente.
La fiebre del valle no es única de Estados Unidos. La primera víctima que se
conoce fue un soldado en Argentina en 1893. El primer caso en América del Norte
apareció en San Francisco un año después. Pronto se empezó a conocer como la
Fiebre del Valle de San Joaquín debido a la prevalencia de la infección en esa
zona. Pero en los años 40, la existencia de la enfermedad fue bien documentada
en Arizona.
Durante la Segunda Guerra Mundial, prisioneros alemanes estuvieron detenidos
en un campo en Arizona y se enfermaron, esto hizo que Alemania apelara a la
Convención de Ginebra para intentar moverlos de sitio.
Miembros de las fuerzas armadas estadounidenses también se han visto
afectados durante entrenamientos, por lo que se han puesto césped para reducir
los niveles de polvo. Y cualquiera que pasee por zonas no protegidas se enfrenta
a corte marcial.
Ahora el foco, o al menos localmente, es en otro grupo de riesgo de
infección. Cerca de Avenal hay dos prisiones con más de 8.000 internos en
total.
En los últimos siete años han muerto más de 40 presos, y el año pasado una
corte federal ordenó la salida de 2.600 internos de alto riesgo de contagio
-afroamericanos y filipinos- que serán remplazados por otros de otras partes del
estado.
No todas las localidades de esta parte del Valle de San Joaquín están
malditas con la fiebre del valle de la misma forma que Avenal. En Madera, a unos
160 km al norte, algunas de las personas entrevistadas por la BBC no habían oído
hablar de la enfermedad. Muchos californianos no están al tanto de ella. San
Diego, por ejemplo, está en el mapa de la fiebre del valle, pero el CDC asegura
que el riesgo a contagio es tan pequeño que no desalienta viajar allí.
Las dos zonas más endémicas son el Valle San Joaquín y el sur de Arizona. En
los últimos 14 años, dos tercios de los casos registrados vinieron de allí.
Pero el mapa más reciente de la enfermedad data de los años 50, así que las
áreas endémicas podrían haber cambiado, según Ben Park, del Centro de Control de
Enfermedades. Este año se han identificado casos en zonas del este del estado de
Washington, en el noroeste de EE.UU., una zona que no estaba en el mapa de la
enfermedad.
De paso también hay riesgo
No son sólo los residentes los que están en riesgo. El joyero británico David
Liss la contrajo durante un viaje de negocios a Tucson, Arizona, en 2009. Empezó
a tener dolor de garganta que pasó a ser tos en el pecho, dificultad para
respirar y noches de sudor.
Liss le comentó a los doctores de la fiebre del valle porque lo había
escuchado durante sus múltiples viajes a Arizona que hizo a lo largo de los
años. El resultado dio positivo.
Sharon Filip advierte que no se ha hecho mucho para advertir a los
visitantes. Ella contrajo la enfermedad y casi muere, lo que la llevó a crear un
grupo de sobrevivientes.
"El hecho es que cualquiera que respire puede estar infectado. Cualquiera
puede tener una infección letal de una simple espora".
"Si la gente supiera que la inhalación de una sola espora puede causar una
infección de por vida, debilitando las fuerzas, personas perdiendo su sustento y
toda una vida puesta de cabezas, ¿irían allí?", pregunta Filip.
"El hecho es que cualquiera que respire puede
estar infectado. Cualquiera puede tener una infección letal de una simple
espora. Si la gente supiera que la inhalación de una sola espora puede causar
una infección de por vida, debilitando las fuerzas, personas perdiendo su
sustento y toda una vida puesta de cabezas, ¿irían allí?"
Sharon Filip
Pero el hombre que probablemente sabe más de la fiebre del valle que
cualquier otra persona piensa que los riesgos se deben poner en perspectiva.
El profesor John Galgiani estudió la enfermedad durante 30 años y fundó el
Centro de la Fiebre del Valle por Excelencia en la Universidad de Arizona, en
Tucson. Él estima que hay un 3% de probabilidad de infección si pasas un año en
una zona altamente endémica, y sólo un 1% de enfermarte.
Pero el experto aclara que la gente se puede infectar de las formas menos
probables. La esposa de un científico la contrajo en la Bahía de San Francisco
después de sacudir los pantalones que él estuvo usando en un viaje al Valle de
San Joaquín.
El doctor Galgiani dice que no hay nada que puedas hacer para mitigar los
riesgos. Las máscaras, por ejemplo, no pueden prevenir que una simple espora sea
respirada, pero un aumento de la conciencia podría significar un diagnóstico más
temprano y mejores resultados para la salud.
La búsqueda por una vacuna ha estado plagada de problemas, principalmente por
la falta de fondos.
El profesor de biología de la Universidad de Texas, Garry Cole, cuenta que
una vacuna en la que se está trabajando ahora quizás no llegue a la etapa de las
pruebas clínicas, a menos que salgan voluntarios dispuestos a ser
inyectados.
El experto dice que hay progresos prometedores en otra vacuna, pero no está
atrayendo a suficientes inversores.
Los residentes de Bakersfield, California, están tan frustrados ante la
aparente falta de interés de las compañías farmacéuticas que crearon su propia
fundación para recaudar fondos.
Pero una vacuna no saldrá lo suficientemente pronto para la gente de Avenal,
donde cada vuelo de hoja les recuerda de la amenaza que hay en el aire.
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