lunes, 12 de agosto de 2013
Los placeres a los que no les podemos decir "no"
La cocina integral, basada en la alimentación sana y "limpia"
es la tendencia dominante entre los gurús de la cocina de hoy. ¿Pasaron a la
historia entonces los placeres pecaminosos?
Parece que no. A pesar de la moda de comer sano, hay algunos alimentos y
bebidas que nos atraen irremediablemente.
Nuestra afición por alimentos que nos hacen sentir un poco mal después de
comerlos, ya sea porque están llenos de grasa, azúcar, son altamente procesados
o contienen aditivos y conservantes, sin duda no muestra signos de
disminuir.
Y no ayuda que esas delicias estén a la vuelta de cada esquina. Son tan
globales y accesibles que es difícil resistir la tentación. Y todos tenemos un
punto ciego.
Las propiedades adictivas del azúcar, la grasa y la comida procesada han sido
ampliamente comprobadas.
Y aunque sabemos que hacen mal, los seguimos consumiendo. Pero al placer le
sigue la culpa.
Las mujeres que hacen dieta experimentan mucha más culpa al comer que las
mujeres que no la hacen, según un estudio reciente publicado en la revista
Psicología y Salud.
Investigadores de la Universidad de Utrecht, Holanda encontraron que el
privarse de comer no está asociado con la ingesta de alimentos, sino con un
aumento de los niveles de culpa después de comer.
¿Influye la cantidad de comida que ingerimos?
Mucha gente ama el chocolate y se sienten bien después de comerlo.
Un estudio realizado por el Departamento de Psicología Experimental de la
Universidad de Bristol observó cómo se sentían las personas después de comer
cantidades de 40g y de 80g.
La investigación mostró que los hombres son más felices después de comer la
cantidad más grande, mientras que las mujeres reportaron más culpa y
arrepentimiento después de comer la misma porción.
El estudio concluyó que la culpa puede ser reducida si se administran
porciones más pequeñas.
Sin embargo, comer menos de algo que nos hace mal puede ser todo un reto
cuando hay "estímulos potentes en todas partes", le dice a la BBC la doctora
Charlotte Hardman, profesora del Departamento de Ciencias Psicológicas de la
Universidad de Liverpool.
"Los estímulos para comer aparecen en televisión, en anuncios, en vitrinas
(...) desarrollamos relaciones entre los estímulos y la comida, así como
asociaciones, muy, muy rápido", explica.
"Las asociaciones se remontan a la niñez, por ejemplo, cuando se le dan
helados o dulces dados a un niño cuando se caen o lastiman y los hacen sentir
mejor"
Así, algunos alimentos se convierten en consuelo, calman el hambre
emocional.
"Un placer culpable tiene que ver con una asociación y con la forma en que
una persona se siente al comer algo".
La ansiedad y el sucumbir a los antojos pueden provocar sentimientos de
arrepentimiento.
"La gente piensa de forma paradójica y eso termina por aumentar la ansiedad",
dice Hardman.
Según la doctora, basta decidir "no voy a comer chocolate", para terminar
comiéndose el chocolate que le envió un estímulo desde el escaparate. Esta es la
razón por la que las personas desarrollan placeres culpables con la comida:
ellos mismos deciden que no, pero luego dicen que sí y se sienten culpables tras
haberse dado el gusto.
Restringir los alimentos que más nos gustan lo único que logra es hacer que
los deseemos más, dicen los expertos
Ahora está surgiendo una nueva escuela de cocina.
La chef Natasha Corrett, coautora del libro "Honestamente saludable... coma
con su cuerpo en mente", promueve recetas indulgentes pero "alcalinas", como
pizzas libres de trigo y un risotto de remolacha con arroz rojo.
"Una dieta alcalina tiene en cuenta cómo reacciona la comida en el cuerpo y
la forma en que la digiere: hay cosas que pueden parecer extremadamente
alcalinos en la escala de pH, pero cuando se digieren pueden ser extremadamente
ácidos".
"Los alimentos procesados, como el trigo, el azúcar, el alcohol son cosas
sobre las que nos abalanzamos así que estamos tratando de equilibrar el azúcar
en la sangre".
"Mi comida debe ser considerada como un antojo ya que contiene altos niveles
de azúcares naturales, pero no perjudica al cuerpo como sí se hace con los
azúcares refinados".
Corrett no descarta ni el chocolate.
"Como chocolate crudo. Muchos cambios pequeños hacen que uno forje un nuevo
estilo de vida, no que esté haciendo dieta. Así, no se tienen antojos pues uno
nunca se priva de nada".
Para el chef Jordan Bourke, quien escribió con su hermana Jessica "Gourmet
sin culpa", "ese viejo refrán de que todo en moderación es bueno aplica".
En conversación con la BBC, señala que con la tendencia a cocinar en casa
usando productos frescos en vez de comprar comidas preparadas, las cosas pueden
no sólo quedar ricas sino más sanas.
"Una de mis recetas es para una tarta de chocolate hecha con aguacate en vez
de crema... ¡fue toda una sorpresa!". La tarta quedó igual de cremosa y
deliciosa, que era lo que él buscaba. Así mismo, al hacer caramelo, substituye
el azúcar refinada por morena.
Tanto Corrett como Bourke usan azúcar de palma de coco para sustituir azúcar
refinada, harina de espelta en vez de trigo y sustitutos de lácteos.
La doctora Hardman, quien no cree que la abstención funciona, hace eco de
esta tendencia: "todo en moderación y trate de reducir la parte dañina".
Fuente: BBC MUNDO
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