Al lado del cigarrillo, el plomo, el asbesto y la radiactividad, considerados altamente cancerígenos, figura ahora la contaminación del aire, que acaba de convertirse en el ítem número 111 de la lista de elementos sobre cuyo potencial para producir cáncer no hay ninguna duda dentro de la comunidad científica.
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La OMS estableció que al menos 223.000 personas fallecieron en el 2010, en todo el mundo, por cánceres de pulmón generados por la polución del aire. |
Tras revisar más de mil estudios, en los que se concluyó –entre otras cosas– que 223.000 personas fallecieron en el 2010 por cáncer de pulmón derivado de la polución, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la clasificó en el nivel 1, el más alto en su escala.
Según la OMS, las fuentes de contaminación predominantes son el transporte, la generación de energía, la actividad industrial, la combustión de biomasa y la calefacción de los hogares. A ellas se suma el clima, que puede favorecer el aumento de la polución.
El epidemiólogo Ferran Ballester, de la Universidad de Valencia (España) y líder de una de las más importantes investigaciones sobre el tema, advierte que “los principales tóxicos en el aire no provienen ni están necesariamente ligados con el PM 10 (partículas grandes, de entre 2,5 y 10 micrómetros; un micrómetro equivale a la millonésima parte de un metro), del que tanto se habla y que se refiere a polvo, cenizas, hollín y polen dispersos en la atmósfera”.
“Hemos detectado la peligrosidad de partículas aún más pequeñas (PM 2,5), tan finas que pueden pasar directamente de los pulmones a la sangre, incrementar el riesgo de infarto e, incluso, instalarse en el sistema nervioso central y dañar el desarrollo neurológico de los niños", agrega el experto.
Estas, dice, provienen de la arena y la tierra que despiden las construcciones, de la quema de combustibles fósiles, del dióxido de carbono que expulsan los vehículos con motores viejos, del humo del cigarrillo, de los aparatos que funcionan con gas y de las pinturas y disolventes, que además exponen a la gente a contaminación con dióxido de nitrógeno.
Cuanto más pequeño, el material particulado es más peligroso, advierte Jorge Pachón, del programa de ingeniería ambiental de la Universidad de La Salle. “Una de las fuentes principales de partículas es la combustión en los motores diésel y de gasolina, y la quema industrial de carbón –anota–. A esto se suman las que se desprenden de las pastillas de los frenos y de las llantas de los carros, por el desgaste”. Para Pachón, uno de los principales problemas en este campo es que no siempre hay una combustión completa. Para que la haya, explica, debe haber una buena presencia de oxígeno, lo cual es difícil en ciudades altas.
En su concepto, ese y otros factores, como la falta de filtros industriales y el inadecuado mantenimiento de los vehículos, hacen que la concentración de material particulado de Bogotá supere los estándares considerados como buenos.
La Secretaría Distrital de Ambiente responde que, “de enero a septiembre del 2013, el PM10 ha reportado una clasificación entre Buena y Moderada” (las dos mejores de seis posibles).
Cómo luchar contra la polución
Evite al máximo la permanencia en lugares de alta contaminación, como zonas industriales o de radiación electromagnética. En caso de vivir o pasar mucho tiempo en estos sitios, se recomienda usar elementos de seguridad industrial, como tapabocas, guantes y gafas. Quienes solo visitan estas áreas deberían usar tapabocas.
Haga ejercicio regularmente y al aire libre, en áreas con vegetación y luz solar. Esto aumenta la oxigenación del cuerpo, proporciona más defensas y evita la génesis de radicales libres, que pueden alterar la función celular.
Mantenga iluminados y ventilados los sitios de vivienda y de trabajo.
No fume ni use elementos que contaminen, como chimeneas. No guarde en la casa elementos de uso industrial, como solventes.
Las plantas interiores absorben gases contaminantes, regulan la humedad y la temperatura, y retienen el polvo. Al elevar la humedad, evitan que se resequen las vías respiratorias y se irriten las mucosas. También reducen la concentración de esporas y bacterias en el aire. Además, aumentan la concentración de iones negativos, compensando así los campos eléctricos de signo positivo –perjudiciales para la salud– emitidos por los aparatos eléctricos.
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