Paseando por Internet puede que te hayas topado alguna vez con una imagen como la de más arriba. Es una imagen de lo más impresionante: dos mares, el Báltico y el Mar del Norte, dos masas de agua de proporciones colosales luchando la una contra la otra, sin mezclarse. Sus diferencias son tantas que crean una barrera entre sí, visible a simple vista. Es lógico, ¿verdad? No es difícil imaginar que dos mares de procedencia tan distinta no puedan fundir sus aguas y permanezcan en contacto, pero diferenciados constantemente durante meses y meses, ¿no? Pues no. En realidad, el fruto de esta diferencia de masas no está en los dos mares. Y aunque es cierto que el agua no se mezcla tan fácilmente, al final, el tiempo lo arregla todo. Hoy destapamos el falso mito del Golfo de Alaska.
Los Eddies del Golfo de Alaska
El mito dice así: el Golfo de Alaska es un lugar donde la presencia de las aguas procedentes de dos mares, el Báltico y el Mar del Norte, provoca un fenómeno inusual. Sus aguas son tan distintas que chocan en su naturaleza, sin llegar a mezclarse. Por eso, las dos aguas de estos mares, en algunos puntos, llegan a verse enfrentadas, como si fuesen dos aguas con colores distintos. Teniendo en cuenta este (bonito) mito, ahora vamos a explicar lo que ocurre en realidad. Lo que se puede ver en vídeos como el de más abajo es la imagen de un barco navegando por encima de un eddy. Los eddies son remolinos generados por las corrientes y la convección oceánica. Son motores naturales que distribuyen las aguas y los sedimentos. Los eddies producen zonas más ricas y afloramientos naturales de nutrientes en ciertas zonas debido a la dinámica oceánica. Estos eddies, o remolinos, tienen cientos de kilómetros de diámetro. Son visibles, incluso, desde el satélite.
En concreto, los remolinos junto a la costa de Alaska a menudo llevan consigo enormes cantidades de sedimentos glaciales, arrastrados por ríos como el Copper,el cual arrastra una cantidad de arcillas, que “colorean” y enturbian el agua. Los eddies son fenómenos naturales muy conocidos y estudiados. Tanto, que fue precisamente Kenneth W. Bruland, un investigador de la Universidad de California el que desmintió el mito del Golfo de Alaska mientras estudiaba sus propiedades. Estos elementos, conocidos así por la dinámica de fluidos, no solo ocurren en el agua, sino que también son observables en nuestros cielos con impresionantes resultados.
El agua “que no se mezcla”
Pero, entonces, ¿el agua de estos eddies se mezcla con la del océano? Por supuesto que sí. Lo que pasa es que no lo hace de forma inmediata. La diferencia de densidad, debida a la temperatura o la salinidad, por ejemplo,hace que dos aguas se comporten como dos líquidos distintos. Con el tiempo ambas aguas se homogeneizarán y se mezclarán de manera natural. Pero mientras tanto se generan fenómenos conocidos como termoclina o haloclina, que son “barreras” naturales en las que dos aguas con diferentes propiedades están en contacto sin mezclarse.
Estas barreras pueden, incluso, verse a simple vista en la playa, bajo el agua o,incluso, al deshacerse un cubito de hielo en agua templada. Pero en el caso de los eddies, a nivel oceánico, estos pueden ocupar cientos de kilómetros, como explicábamos, y durar días o meses. A veces, estos eddies tienen su origen en un obstáculo natural costero, y son persistentes. En otras ocasiones son las condiciones cambiantes del clima las que provocan la aparición de estos eddies. En el caso del Golfo de Alaska, además de la diferencia de densidad, las aguas resultan espectaculares por los sedimentos.
Este “choque” de aguas es observable en muchos otros puntos del globo
diferencia de aguas es observable en muchos otros puntos. Sencillamente, en el Golfo de Alaska, las aguas están “coloreadas” por las arcillas glaciales de las que hablábamos. Así, ha resultado especialmente vistoso ante los usuarios de Internet donde las imágenes se hicieron eco años atrás. De hecho, todavía hoy día se sigue leyendo por ahí este falso mito del Golfo de Alaska. Pero no es cierto. Al menos no todo lo que dice y no de la manera que lo dice. Eso sí, esto no quita ni un solo ápice de belleza al fenómeno, cuya explicación es tan sorprendente como el mismo mito. Eso sí, un poco menos romántica.
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