martes, 7 de junio de 2016
Cómo logré convencer al mundo de que el chico que te gusta también puede violarte
El término "date rape" –como se llama a una violación que se produce durante una cita romántica– fue empleado por primera vez en los medios angloparlantes hace 25 años, cuando una mujer en Estados Unidos decidió hacer público su caso y terminó en la portada de la revista Time. Esta es su historia.
A los 18 años la vida de Katie Koestner era plena y ciertamente feliz.
Venía de un hogar estable en Atlanta, con una mamá dedicada tiempo completo al hogar y un padre que trabajaba como agente del FBI.
Ingresó a la universidad College of William & Mary en Virginia –una institución de gran tradición en Estados Unidos– para estudiar ingeniería química y japonés. Y complementaba sus clases con natación, tocando el piano y leyendo vorazmente.
Era la década de los 90 y Katie había decidido vivir a plenitud el mundo universitario: se alojó en una residencia sólo para señoritas, se unió a una banda musical y a un grupo juvenil de la iglesia cristiana.
Y al completar la primera semana en la universidad conoció a un muchacho que le pareció increíblemente atractivo y pensó que, con suerte, también sería algo más que un hombre escultural.
No era ingenua, pero en el fondo era una romántica. Pensaba que con algo de suerte uno podía encontrar a su príncipe azul
"No era ingenua, pero en el fondo era una romántica. Pensaba que con algo de suerte uno podía encontrar a su príncipe azul", cuenta.
El muchacho la invitó a cenar fuera de la universidad, lo cual era aún más emocionante.
Fueron a un restaurante elegante, con velas en las mesas que le daban un toque íntimo y especial, y música en vivo.
"Los meseros hablaban en francés, mi cita ordenó en francés y yo no podía creer mi buena fortuna. Pensaba que había conocido al hombre más maravilloso de toda la universidad", recuerda.
Y lo que ocurrió después cambió la vida de Katie para siempre.
"Después de la cena no quise ir a su cuarto. Pensé que alguno de sus compañeros podía estar ahí, o podía haber alcohol y yo no quería beber", cuenta.
"Pero nunca pensé que había algo malo en llevar a un chico a tu cuarto, solo para pasar el rato. Abrir la puerta no era el equivalente a encender una luz verde para que pasara todo lo que él quisiera", agrega.
"En mi techo tenía las constelaciones de una noche estrellada y dije: 'Bailemos bajo las estrellas'. Era romántica y tonta. Nada más tenía 18", recuerda.
Su siguiente recuerdo los ubica ya en el cuarto, y él tratando de desabotonar su vestido.
Los botones estaban en la espalda, y eran muy finos y delicados. Pensó que los iba a arrancar.
Genuinamente pensó que eso era lo peor que podía pasar. Y antes de que le arruinara su vestido, Katie lo alejó amablemente.
El muchacho se retiró hacia el otro lado del cuarto y comenzó a desvestirse. Ella lo miró y su primera reacción fue asustarse, pero inmediatamente pasó a la admiración. Él tenía un gran físico.
Se debatió mentalmente entre comportarse como una "niña decente" y una no tan santa.
"¿Qué es ser una niña decente? ¿Por qué no es lo mismo que ser un "niño decente?", dice que se preguntó Katie.
"Pero mi veredicto final fue: 'Necesito hacer que deje de quitarse la ropa', así que agarré uno de mis peluches y se lo tiré, entre risas", cuenta.
La reacción de él la tomó por sorpresa: la tiró al piso y la dominó nada más con el peso de su cuerpo, luego le tomó los brazos con una mano y con la otra le intentó arrancar el vestido.
"Y aún así todavía no pensaba que me podía violar", cuenta Katie.
Como ella misma explica, "en 1990, una violación todavía era algo que hacía un desconocido. No era algo que hacía la gente que te gustaba o con la que estabas saliendo".
Ella le dijo que se quitara de encima varias veces. Le dijo "No", le pidió que se detuviera. Y lo hizo amablemente, "porque no quería herir sus sentimientos".
Él respondió que se calmara, que "todo iba a estar bien". Nunca se detuvo.
Así perdió la virginidad Katie Koestner.
Al día siguiente ella fue al centro médico de la universidad, y sólo le dieron unas pastillas para dormir.
Habló con el rector, y éste le dijo que podía arruinar la vida del muchacho con esa denuncia y que en realidad se veía muy nerviosa. Que lo pensara mejor.
El joven comenzó a enviarle mensajes y a decirle que no lo evadiera. Le dijo que estaba enamorado de ella.
Katie no resistió y le contó a su papá.
La primera reacción del padre fue amenazar con ir en busca del muchacho. Pero después le preguntó cómo había ocurrido el hecho.
La interrogó sobre dónde había sido: en su cuarto. Cómo entró, si rompió la cerradura: ella lo invitó.
Su papá dijo: "eso no te habría pasado si tu no lo hubieses dejado entrar a tu cuarto". Y colgó el teléfono.
Al menos voy a tratar que no haya otra muchacha que no pase por lo que yo viví”.
Luego algunos amigos comunes trataron de arreglar las cosas entre Katie y su agresor. Llegaron a producir una reunión entre los dos, a fin de que todos fueran amigos nuevamente.
En el encuentro ella le preguntó si no la había escuchado decir "No". Él le dijo que ella había estado un poco tensa al principio, y que la primera vez siempre "era difícil para las vírgenes".
Ese comentario la convenció de que tenía que ir a la policía. "Al menos voy a tratar que no haya otra muchacha que no pase por lo que yo viví", se dijo.
En la estación de policía le preguntaron sobre el hecho, qué ropa utilizaba y si se había resistido.
En el interrogatorio Katie se sintió como una estúpida por haberlo invitado a su cuarto, por haber dejado que le pagara la cena.
Los policías notaron que tenía moretones y rasguños y una marca de mordida en la mejilla, pero el fiscal le dijo que con la evidencia, y como habían sucedido los acontecimientos, sólo tenía un 15% de probabilidad de ganar el caso por violación.
Decepcionada, decidió entonces acudir al sistema disciplinario de la universidad.
El caso de Katie originó la primera audiencia por comportamiento sexual inaceptable en esa universidad, que es la segunda más antigua de Estados Unidos.
La audiencia duró siete horas y el agresor asistió acompañado por dos abogados.
El acusado admitió haberla escuchado decir "No" más de una docena de veces, pero afirmó que "después no dijo nada, así que pensé que había cambiado de idea".
Al día siguiente el rector llamó a Katie y le dijo que se sintiese segura, porque al joven le habían prohibido acercarse a su residencia por el resto del semestre.
No obstante, le comentó: "ustedes hacen una bonita pareja, y él parece que realmente te quiere. Puede que vuelvan a estar juntos".
Katie se sintió tan furiosa que decidió escribirle una carta a los padres de los estudiantes de la universidad, diciendo que "si realmente quieren a sus hijos tienen que protestar".
Y como no tenía dinero para enviarlas por correo, fue al periódico local para que la publicaran.
La agencia noticiosa AP vio la publicación, y el caso de Katie se hizo del conocimiento de toda la opinión pública en el país.
Siendo blanca, de clase media alta, cristiana, estudiante con máximas calificaciones, Katie tenía las credenciales incuestionables para promover la discusión más allá de los estereotipos usuales en estos casos.
Sin embargo, en todas las entrevistas que le hicieron, los medios de comunicación que la buscaron siempre le preguntaban por qué no había peleado. Nunca le preguntaron por qué él asumió que tendría sexo con ella.
Si te violan en la calle, terminas desconfiando de los extraños, pero si te viola alguien que conoces, entonces terminas teniéndole miedo a todo el mundo"
En la universidad muchos compañeros la acusaron de mentir y de degradar la universidad con la publicidad negativa que le estaba dando.
Muchos comenzaron a hablar de su caso como "cena y violación", no "violación", como si su experiencia fuese menos traumática porque al menos la llevaron a un buen restaurante.
"No sé qué es peor: que te viole un desconocido en una calle, y con suerte salgas viva, o estar con alguien en quien confías, que parece al príncipe azul, y que luego te ataque sexualmente", fue la respuesta de Katie.
"Si te violan en la calle, terminas desconfiando de los extraños, de las personas que no conoces, pero si te viola alguien que conoces, entonces terminas teniéndole miedo a todo el mundo", dice.
Esas actitudes la convencieron de seguir adelante. Comenzó a visitar otras universidades y a hacer campañas para alertar a otras jóvenes. Cada vez que contaba su historia en una reunión con estudiantes, surgían 10, 20, 30 casos.
Eso la motivó a continuar su campaña desde hace 25 años, para cambiar la visión que se tiene respecto a la violación y la percepción que se tiene de las víctimas.
Fuenet: BBC MUNDO
0 comments:
Publicar un comentario