jueves, 9 de junio de 2016

Países líderes en renovables

India invirtió el año pasado 36.000 millones de dólares en la implementación de energías limpias. Aunque es un país en vías de desarrollo, el gobierno ha optado por financiar proyectos de los ciudadanos que estén dispuestos a generar su propia energía e integrar los excedentes a la red.
De acuerdo con las estadísticas de la Agencia Internacional de Energía (AIE), los cinco países que más generan energía eléctrica no convencional son China, India, Estados Unidos, Brasil y Nigeria.
En el caso del gigante asiático, en el 2015 generó el 11 por ciento de su electricidad a partir de energías renovables. El éxito de su modelo radica en que el Estado ha invertido cerca de 103.000 millones de dólares, según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y Bloomberg.Además, el gobierno chino ha fijado políticas que, a través de incentivos a los empresarios y ciudadanos, promueven la instalación de plantas a pequeña y gran escala. Así han logrado que un modelo, en principio inasequible, esté al alcance de las comunidades más pobres.

Estados Unidos no se queda atrás, ya que más de 600.000 casas y establecimientos comerciales se autoabastecen de energía solar, gracias a la facilidad que les dan el gobierno y entidades bancarias para financiar sus proyectos.
“En Estados Unidos, las generadoras de energía habían hecho un presupuesto para los próximos 10 o 15 años con unas proyecciones de aumento en el consumo del mercado. Pero resulta que el consumo de energía comercial, en lugar de estar aumentando, está disminuyendo levemente.
“No es que la gente esté consumiendo menos energía, es que está instalando cada día más soluciones con paneles solares, con energía eólica, y eso hace que no compren más energía sino que la generen”, sostiene Hugo Serrano, fundador de la empresa de energías renovables Fuera de Red y propietario de una casa que se abastece de energía solar.
En el caso de Europa, por ejemplo, Alemania fue el primer país en implementar un plan de subsidios para que los ciudadanos generaran su propia energía en casa.

Nuevas políticas para las energías limpias no son suficientes

Jeffrey D. Sachs, explica cuáles son los retos más grandes que deja la cumbre COP21.

Los diplomáticos han hecho su trabajo: cerraron el acuerdo climático de París en diciembre del 2015 y los líderes políticos se reunieron la semana pasada en las Naciones Unidas para firmar el nuevo pacto. Pero su implementación es la parte verdaderamente difícil. Los Gobiernos necesitan un nuevo enfoque para una cuestión que es extremadamente compleja, de largo plazo y cuya escala es global.
En el centro del desafío climático reside un reto energético. Aproximadamente el 80 por ciento de la energía primaria del mundo proviene de compuestos de carbono: carbón, petróleo y gas. Al ser quemados, emiten el dióxido de carbono que causa el calentamiento global. Para el 2070 necesitamos una economía mundial casi completamente libre de emisiones de carbono para evitar que el calentamiento global se salga peligrosamente de control.
El acuerdo de París reconoce estos hechos básicos. Hace un llamado al mundo para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero (especialmente el CO2) a niveles netos nulos durante la segunda mitad del siglo. Para esto, los Gobiernos no solo deben preparar planes hasta el año 2030 (las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, o INDC), sino también hasta mediados de siglo (las llamadas Estrategias de Desarrollo con Bajas Emisiones, o LEDS, por su sigla en inglés).

Los Gobiernos del mundo nunca antes intentaron cambiar un sector básico de la economía mundial a escala global y con una fecha límite tan agresiva. El sistema energético de combustibles fósiles fue creado paso a paso, durante dos siglos. Ahora debe revisarse completamente en tan solo 50 años, y no en unos pocos países, sino en todas partes. Los Gobiernos necesitarán nuevos enfoques para desarrollar e implementar sus LEDS.
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Hay cuatro motivos por los cuales las políticas usuales no serán suficientes. En primer lugar, el sistema energético es solo eso: un sistema compuesto por muchas partes y tecnologías interconectadas. Plantas generadoras, ductos, transporte oceánico, líneas de transmisión, represas, uso del suelo, ferrocarriles, autopistas, edificios, vehículos, electrodomésticos y muchas otras cosas deben funcionar conjuntamente como un todo.
No es un sistema que se pueda cambiar con pequeños pasos incrementales. Una revisión profunda requiere la reingeniería del sistema en su totalidad para garantizar que todas las partes continúen funcionando de manera eficaz.
En segundo lugar, aún persisten muchas grandes incertidumbres tecnológicas para la transición hacia un sistema energético con bajas emisiones de carbono. ¿Se debe descarbonizar a los vehículos con alimentación eléctrica de baterías, células de hidrógeno o biocombustibles avanzados? ¿Es posible lograr que las plantas generadoras con carbón sean seguras con el método de captura y almacenamiento de carbono (CAC)? ¿La energía nuclear será políticamente aceptable, segura y de bajo costo? Debemos planificar las inversiones en investigación y desarrollo para resolver estas incertidumbres y mejorar nuestras opciones tecnológicas.
En tercer lugar, las soluciones sensatas requieren cooperación energética internacional. Un factor clave de las energías con bajas emisiones de carbono (como ocurre con los combustibles fósiles) es que no suelen estar ubicadas donde se usarán.
Así como el carbón, el petróleo y el gas deben ser transportados a través de grandes distancias; las energías eólica, solar, geotérmica e hidroeléctrica deben ser trasladadas a través de largas distancias mediante líneas de transmisión y con combustibles líquidos sintéticos fabricados con energía eólica y solar.
Fuente: evwind

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