Las células cancerosas consiguen sobrevivir en el centro del tumor donde apenas llegan los vasos sanguíneos que las alimenta. Un nuevo estudio, publicado en Cancer Cell, da pistas sobre cómo aparece la resistencia a los fármacos que hacen ‘pasar hambre’ al tumor, y cómo se las arreglan las células para seguir proliferando en ausencia de glucosa.
El principal objetivo de una célula tumoral es sobrevivir, y esto incluso a costa de dañar la salud del organismo al que pertenece. Para ello está dotada de habilidades que las células sanas no tienen, entre ellas, la de seguir proliferando cuando la glucosa es muy escasa.
Ahora, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha identificado uno de los mecanismos bioquímicos clave que permiten a las células cancerígenas sobrevivir sin glucosa.Los fármacos antiangiogénicos –que inhiben o reducen la formación de nuevos vasos sanguíneos– a menudo no logran eliminar el cáncer por mucho que le hagan pasar hambre evitando el desarrollo de los vasos que le aportan nutrientes y, en particular, glucosa.
En concreto, han descubierto un conjunto de proteínas que, en la práctica, actúan como un interruptor. Cuando hay alimento disponible las células tumorales usan una determinada ruta bioquímica para sobrevivir y seguir proliferando; cuando no hay glucosa, el interruptor pone en marcha una ruta diferente para conseguir lo mismo.
“Las células tumorales son muy inteligentes, cuando se cierra una puerta que parecía indispensable para su crecimiento, abren otras nuevas que les permiten adaptarse a cualquier estrés y sobrevivir”, explica Nabil Djouder, investigador del CNIO y autor del trabajo publicado en Cancer Cell.
Interruptores para detectar la glucosa
En las células –tumorales o no–, todo lo que ocurre viene dado por cadenas de reacciones bioquímicas: una proteína es modificada por la adición de una u otra molécula y ese cambio induce cambios en otras proteínas.
Viene a ser como un circuito con muchos interruptores que se abren o cierran. Djouder y su equipo han identificado uno de estos sistemas que sirve a la célula para detectar si hay o no glucosa, y para decidir qué ruta bioquímica debe seguir para sobrevivir.
Se trata de un circuito de proteínas complejo, con tres actores principales: las proteínas URI –que hacen el papel de interruptor–, OGT y c-Myc.
URI controla la actividad de OGT, y OGT detecta y utiliza la glucosa para controlar el nivel de c-Myc. Cuando hay glucosa, OGT la utiliza para estabilizar el nivel de c-Myc, que cumple su función de oncogén: convertir una célula normal en una maligna.
Pero cuando falta glucosa, URI disminuye la actividad de OGT, c-Myc se degrada y es eliminado. El resultado hace que en ausencia de glucosa, la supervivencia de la célula dependa de la actividad oncogénica de URI.
“El estudio sugiere que existe un mecanismo detector de la glucosa en el que URI actúa como regulador, controlando la actividad de OGT y por tanto los niveles de c-Myc, lo que proporciona una característica selectiva que permite a las células tumorales tolerar un estrés metabólico grave”, detallan los autores en el estudio.
“Este mecanismo puede ser de gran importancia en la generación de tumores, y podría explicar por qué las células tumorales, frente a una falta de glucosa, pueden expandirse”, añaden.
Nabil Djouder y su grupo en el CNIO trabajan ahora para encontrar la manera de intervenir eficazmente sobre la proteína URI y acabar con su regulación sobre el tumor.
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