jueves, 26 de enero de 2017
"Todo está en tu cabeza": por qué en un tercio de pacientes la causa de la enfermedad es emocional y no física
La neuróloga irlandesa Suzanne O'Sullivan conoció a Yvonne apenas se graduó como médica.
Esta paciente de 40 años había ingresado el hospital el día anterior, después de que un compañero de trabajo le rociara accidentalmente los ojos con un producto de limpieza dejándola ciega.
Sucesivos baños oculares no sirvieron para aliviar el dolor y la irritación de sus ojos, ni para devolverle la vista.
Los exámenes a los que fue sometida durante los seis meses siguientes, sin embargo, coincidían en el resultado: la ceguera no respondía a ninguna causa física.
La discapacidad visual de Yvonne, concluyeron los médicos, era de origen psicosomático. Es decir: su ceguera era una manifestación física de un estrés emocional.
Yvonne fue una de las primeras de una extensa lista de pacientes con desórdenes psicosomáticos que O'Sullivan vio en sus 20 años de carrera. Su historia y la de otros pacientes forman parte de su libro Todo está en tu cabeza. Historias reales de enfermedades imaginarias.
La neuróloga presenta ese trabajo, premiado en Reino Unido con el prestigioso galardón Wellcome Book Prize, en el Hay Festival en la ciudad colombiana de Cartagena, .
Los demás -que llegaban a su consultorio frustrados después de ver a distintos especialistas que no lograban dar en el clavo- presentaban síntomas tan severos como los de Yvonne: unos venían en silla de ruedas, otros presentaban inflamaciones, describían dolores, parálisis, desmayos y convulsiones.
Un factor común aunaba a estos pacientes con dolencias tan agudas como variadas: la falta de una explicación médica para sus síntomas. Y la gran mayoría, sino todos, se negaba a aceptar el origen psicológico de su enfermedad.
Pero no es por azar que estos pacientes acabaron buscando la opinión de O'Sullivan.
Esta es una situación que se repite en casi todos los consultorios médicos, le dice la experta a BBC Mundo.
"Dedico gran parte de mi tiempo a pacientes con convulsiones y, por lo general, de las personas que veo, un tercio sufre convulsiones por causas psicológicas. Pero de acuerdo a estudios, en otras especialidades médicas también un tercio de los pacientes padece síntomas de origen psicológico", comenta O'Sullivan.
Tampoco son un mal de la sociedad contemporánea -aunque internet ayuda con la abundancia de información sobre enfermedades y sus síntomas- ni hacen diferencia entre ricos y pobres.
"Pasa en todo el mundo", dice O'Sullivan.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevado a cabo hace algunos años, recuerda, demostró que la prevalencia de enfermedades cuyos "síntomas carecen de explicación médica" es casi idéntica en casi todos los países, independientemente de si son desarrollados o en vías de desarrollo y del acceso que la gente tiene a los servicios de salud.
Fue precisamente esta alarmante proporción lo que llevó a la neuróloga a interesarse por el tema y a volcar más tarde su experiencia en el libroTodo está en tu cabeza, quedesgrana con humanidad y compasión las historias de algunos de sus pacientes y las dificultades como médica de trabajar en esta zona gris de la medicina que nuestra sociedad estigmatiza.
¿Pero qué lleva a nuestro cuerpo a expresar síntomas de una enfermedad que no tenemos? ¿Por qué enmascaramos con dolor, debilidad o parálisis lo que en realidad son emociones?
"Nuestro cuerpo produce síntomas físicos en respuesta a las emociones todo el tiempo. A mucha gente le tiemblan las manos cuando tiene que hacer una presentación, a otros les late más fuerte el corazón si están ansiosos o hay quienes se sonrojan cuando sienten vergüenza", dice O'Sullivan.
"Es algo que nos pasa a todos. Pero no podría decir por qué en ciertos individuos este mecanismo decide crear una patología. Lo que ocurre es que todos tenemos una forma diferente de lidiar con el estrés".
Tampoco podemos escaparnos de estos síntomas como evitamos una gripe al abrigarnos en invierno, o una lesión muscular, calentando el cuerpo antes de correr.
"No podemos evitar los síntomas físicos frente a una situación de estrés", explica la neuróloga.
"Lo que si podemos hacer es evitar que eso se transforme en una discapacidad. Puedes aprender a reconocerlos cuando te ocurren y alterar lo que haces en respuesta", explica la neuróloga.
Aunque no exista una causa física, recalca, no hay que olvidar que los síntomas son reales para el paciente, y sus consecuencias pueden suponer una discapacidad y que son increíblemente devastadoras.
Y es justamente la falta de una raíz física lo que ha llevado históricamente a que la medicina desestime esta clase de desórdenes, cuando los reconoce.
Esto incluso se ve plasmado en el lenguaje que los médicos utilizan para hablar sobre estas enfermedades.
"Si una persona tiene una discapacidad y los exámenes muestran resultados normales, solemos decir que no tienen nada", cuenta O'Sullivan.
"Los médicos estamos entrenados para enfocarnos en las enfermedades, para encontrarlas. Estamos preocupados por que no se nos escapen (cuando examinamos a un paciente). Si veo a alguien y no me doy cuenta de que tiene una enfermedad, eso generará muchas recriminaciones", le dice la experta a BBC Mundo.
La situación contraria, (pensar que alguien tiene una enfermedad para darse cuenta luego de que era psicosomática) es mucho menos grave, señala.
La atención está tan centrada en la enfermedad, que una vez que se descarta, la tarea pareciera darse por terminada.
Y es esta falta de atención e importancia que se les da estas aflicciones lo que ha contribuido a crear un estigma alrededor de las enfermedades psicosomáticas, de modo tal que al paciente le resulta muy difícil aceptar el diagnóstico, que suele vivir como si se tratase de un insulto.
¿Pero en qué medida no se trata de una etiqueta fácil para catalogar cualquier enfermedad para la que la medicina actual aún no tiene respuesta?
Ese es el temor más común de los pacientes, explica O'Sullivan.
"Sin embargo, el diagnóstico es increíblemente estable. En neurología es muy sencillo hacer mediciones del sistema nervioso. Hay una gran diferencia entre alguien con una parálisis o una convulsión psicosomática y alguien con una enfermedad cerebral".
"Esto te permite hacer una diagnóstico con confianza".
Y cuando se sospecha que una enfermedad puede ser psicosomática y no es así, "la enfermedad se va revelando, aportando evidencia objetiva con el tiempo", asegura O'Sullivan.
Por otra parte, estudios a largo plazo demostraron que el porcentaje de diagnósticos equivocados es sólo del 4%.
La mayoría de los pacientes que aparecen en el libro de O'Sullivan son derivados a un psiquiatra.
Sin embargo, la neuróloga comenta que el tratamiento psicológico no es necesariamente la indicación en todos los casos.
"El tratamiento depende de cada individuo y de las causas que provocan los síntomas. En algunas personas, los síntomas surgen a raíz de un trauma psicológico, en ese caso, la recomendación es seguir una terapia psicológica o psiquiátrica".
"Pero en otra gente, los síntomas no están relacionados con un estrés en particular. Pueden estar relacionados en cómo lidiaron con una lesión o una enfermedad", explica la experta.
"Por tanto esa persona no necesita ayuda psicológica en profundidad sino una terapia física que lo ayude a entrenar su cuerpo para regresar a la vida normal, o un curso de terapia cognitiva-conductual para superar el miedo que le provoca retornar a la vida sin la enfermedad".
Pese a que el tratamiento de las enfermedades psicosomáticas es algo que se escapa al campo de la neurología, O'Sullivan no tiene previsto reencaminarse hacia la psiquiatría.
"El problema es que estos pacientes no van a ver a un psiquiatra porque sus síntomas son físicos, van a ver a un médico", afirma la neuróloga.
"Por eso necesitamos doctores que puedan hacer de puente entre la neurología y la psiquiatría. Necesitamos neurólogos que estén interesados en este problema ya que a ellos es a quienes acuden los pacientes".
Y en este sentido, reconoce que en los últimos cinco años ha habido un crecimiento del interés entre los neurólogos, un interés que puede hacer avanzar el conocimiento en este área, crear una mayor aceptación del problema y así paulatinamente se podrá ir desarticulando el estigma.
Antes de terminar, les cuento cómo terminó la historia de Yvonne, la paciente con ceguera emocional que despertó el interés de O'Sullivan.
Después de seis meses de ayuda psiquiátrica y terapia familiar, finalmente recuperó la vista.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 26 y 29 de enero de 2017.
Fuente BBC MUNDO
El Reloj del Juicio Final: ¿por qué un grupo de científicos cree que estamos treinta segundos más cerca del fin del mundo?
Estamos más cerca del fin del mundo.
O al menos eso aseguran los expertos de la publicación especializada Boletín de Científicos Atómicos (BAS, por sus siglas en inglés), que movieron 30 segundos adelante el minutero del simbólico "Reloj del Juicio Final".
Así, ahora este reloj está a dos minutos y medio de la medianoche, considerada "la hora oscura" en la terminará la civilización humana.
Este simbólico reloj se creó hace 70 años, en 1947, dos años después después del bombardeo atómico de Estados Unidos sobre Japón.
La decisión de adelantarlo se tomó tras consultar a un panel de expertos que incluye a 19 Premios Nobel.
Los científicos del BAS aseguraron este jueves que las razones son "el oscuro panorama de seguridad" en el mundo y algunos de los comentarios hechos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Es la segunda vez que la hora se acerca tanto a la medianoche desde que se creó este mecanismo en 1947.
El director del boletín urgió a los líderes del mundo a "calmarse en lugar de alimentar las tensiones que puedan desencadenar una guerra".
La publicación señaló que las declaraciones de Trump sobre el cambio climático y la expansión del arsenal nuclear de su país, y sus críticas a las agencias de inteligencia han contribuido a aumentar el riesgo global.
¿Para qué sirve el "Reloj del Juicio Final"?
El reloj se instaló en las oficinas del BAS en Chicago en 1947.
- Un grupo de científicos que ayudó a desarrollar las primeras armas atómicas decidió crearlo como un símbolo de cuán vulnerable puede llegar a ser el mundo.
Originalmente se buscaba plasmar a través del reloj la preocupación en torno a la aniquilación nuclear pero el BAS ahora considera que existen otros peligros en contra de la seguridad global.
¿Por qué se ha movido medio minuto más cerca de la medianoche?
Durante los últimos dos años, el minutero se había situado tres minutos antes de la hora final, es decir, a las 23:57.
Pero el BAS indicó que el peligro de un desastre global es "aún mayor" en 2017, por lo que han decidido mover las agujas 30 segundos adelante.
En un comunicado los científicos aseguraron: "Los comentarios perturbadores sobre el uso y la proliferación de armas nucleares hechos por Donald Trump, así como su escepticismo y el de su gabinete hacia el inmenso consenso de los científicos sobre el cambio climático, afectaron la decisión de esta junta, así como el surgimiento del nacionalismo estridente mundial".
Otros factores que figuran en el reporte del BPA incluyen dudas sobre el futuro del acuerdo nuclear entre EE.UU. e Irán, las amenazas de ciberseguridad y el auge de las noticias falsas.
¿Cómo se compara esto con años anteriores?
Inicialmente las manecillas del reloj se colocaron a 7 minutos para la medianoche y desde entonces han sido modificadas 22 veces.
Alcanzó su momento más crítico en 1953 cuando llegó a estar a dos minutos de la medianoche después de que EE.UU. y Rusia lograran desarrollar y probar sus primeras bombas termonucleares.
El mejor momento llegó en 1991 al término de la Guerra Fría, cuando ambas potencias se embarcaron en reducir sus arsenales nucleares.
La primera vez que la publicación incluyó al cambio climático como una amenaza explícita para el futuro de la civilización humana fue hace una década.
Fuente BBC MUNDO
miércoles, 25 de enero de 2017
"La verdad es aterradora": los secretos de quirófano según el neurocirujano británico Henry Marsh
"Hacen falta 3 meses para aprender a hacer una operación, tres años para saber cuándo hacerla y 30 años para saber cuándo no hacerla", me cuenta por teléfono medio en serio y medio en broma el renombrado neurocirujano británico Henry Marsh.
No son sus palabras sino las de un antiguo dicho que circula entre los cirujanos ingleses. Pero captura a la perfección una de las grandes conclusiones de sus más de 35 años de experiencia.
"Cuando eres joven quieres operarlo todo, eres optimista, eres entusiasta. Después empiezas a acumular malos resultados y empiezas a entender que una operación no es la solución para todo".
Esos malos resultados van a parar al "cementerio que todos los cirujanos llevamos dentro", dice haciendo referencia a una cita del famoso médico francés René Lariche con la que Marsh abre su libro "Ante todo no hagas daño", un bestseller mundial en inglés elegido mejor libro del año por el Financial Times y The Economist, que acaba de ser publicado en español.
"Cuanto más practicas más grande es el cementerio"
En su camposanto particular hay "mucha" gente. Allí vive por ejemplo una joven ucraniana que, si bien sobrevivió recientemente a una complicada operación cerebral, quedó en mal estado y con tan pocas posibilidades de recuperación que Marsh, a sus más de 60 años, llegó a cuestionarse si había llegado el momento de parar.
El neurocirujano, que todavía sigue su evolución a distancia, admite que cometió un error casi de "exceso de confianza" en sí mismo.
Pero si bien ese caso lo afectó profundamente, consiguió no dejarse paralizar por el recuerdo. "Golpearte por lo que pasó no sirve de nada".
La franqueza con la que el doctor Marsh va contando en su libro los casos reales con los que fue lidiando durante su carrera es fascinante y aterradora a la vez.
Los detalles de cada historia médica, los retazos de conversaciones con los pacientes y las anécdotas tras las bambalinas del quirófano y de los recovecos del hospital se entrelazan con maestría y hasta cierto humor en ocasiones, gracias a un cuidado diario que Marsh mantuvo durante una década.
Cuando su mujer Kate Fox, escritora y antropóloga, le preguntaba qué has hecho hoy en el trabajo cuenta el doctor Marsh que él sacaba su computadora y le leía fragmentos de su diario.
Y ella le dijo que "eso podría ser un libro". Desde aquel diálogo pasaron 10 años.
La verdad sobre dónde ocurren los errores médicos
Quizás sea una pequeña gran decepción para la fantasía popular, pero según Marsh la mayoría de los errores médicos suceden fuera del quirófano.
La gente suele tener la impresión de que los errores en cirugía giran en torno a la estabilidad del pulso del cirujano pero eso es "una tontería", dice con rotundidad.
"No se te caen cosas o cortas lo que no debías… eso pasa pero es muy, muy raro".
Los errores durante una operación son "muy inusuales". Más bien, apunta, casi siempre se producen en la toma de decisiones previa, cuando se plantean cuestiones como si se opera o no al paciente, qué tipo de operación se va hacer y cómo se va a hacer.
"En mi experiencia, cuando algo va mal es casi siempre porque se tomó la decisión equivocada", dice.
Es en ese proceso de decisión cuando los cirujanos enfrentan los grandes dilemas.
A veces tienen que decantarse por lo que en la jerga llaman "sacrificios": causar cierto daño para prevenir un daño aún más grande. En su libro describe, por ejemplo, el caso de una mujer a la que en otro hospital le habían salvado la vida extirpándole un tumor cerebral benigno, pero en el proceso la habían dejado con un dolor facial crónico.
"Ese es un tipo de decisión que tomas antes de la operación", explica.
La adrenalina de hurgar en los cerebros
Entre caso y caso, "Ante todo no hagas daño" va revelando datos tan curiosos como que la textura del cerebro se ve como una masa blanca "gelatinosa", que el mejor amigo de un neurocirujano no es un bisturí sino una aspiradora y que muchas de las operaciones cerebrales se hacen con anestesia local, con pacientes despiertos mientras les hurgan en la cabeza.
Después de 35 años de experiencia, Marsh admite que se sigue sintiendo nervioso siempre antes de una operación, especialmente si en la última cirugía similar algo salió mal.
Durante una operación cerebral todo es muy intenso, cuenta. Hay una concentración absoluta en el momento presente, "en lo único que estás haciendo".
"Y eso de muchas maneras es muy adictivo", admite.
"La gente se mete en cirugía porque es emocionante, ¡es emocionante!", enfatiza animado.
"Para mí, y creo que para la mayoría de los cirujanos aunque quizás no quieran admitirlo, la emoción y la ansiedad son una parte muy importante de la cirugía".
El doctor "tiene que ser un buen actor"
Pero desde el punto de vista del paciente ese es un factor que no quieres ver.
"Tienes que fingir que no estás ansioso. Es muy importante aparentar estar calmado y mostrarte seguro y reconfortante. No hay nada más aterrador para un paciente que un cirujano ansioso", dice.
"Y ese es uno de los problemas de ser doctor: tienes que ser un buen actor, tanto con los pacientes como contigo mismo".
Tradicionalmente los cirujanos no hablan de sus errores. De hecho Marsh cree que no podría haber escrito este libro con la misma honestidad si estuviera en otro momento de su carrera.
"Ante todo no hagas daño" fue publicado primero en inglés bajo el título Do no harm, poco antes de que Marsh se retirara parcialmente como neurocirujano senior del Hospital Universitario St. Georges de Londres, donde practica desde hace más de tres décadas.
El doctor, que todavía da clases allí, admite que la cultura ha cambiado con respecto a la honestidad que se espera de los médicos.
"Yo mismo he cambiado", reconoce. "Nos hemos alejado de la idea de que los médicos son dioses y de que siempre saben más y mejor".
Cuando la verdad es "aterradora"
Pero, ¿cuánta información realmente le puedes dar a un paciente o a su familia cuando algo está mal?
"Es muy difícil. La respuesta es que no puedes decirles la verdad totalmente, porque la verdad es aterradora".
Además, agrega, "todo lo que hacemos es en probabilidades. En medicina no hay certezas absolutas".
"Si le dices a un paciente hay un 10% de probabilidades de que te mueras, lo vas a aterrorizar y aún así va a tener que hacerse la operación. La manera en como presentas la información es muy importante porque tienes que preservar la esperanza y la confianza al mismo tiempo que la honestidad, y eso es muy difícil".
"Yo siempre he tratado de ser honesto. Pero... estoy seguro de que alguna vez en el pasado mentí un poco", admite. "Hay grandes mentiras y pequeñas mentiras".
Además Marsh apunta que los médicos no suelen tener ninguna retroalimentación de las familias o los pacientes sobre cómo comunican las malas noticias, así que es muy difícil aprender a hacerlo bien.
En su caso, haber pasado por la experiencia desde el otro lado, como paciente, cuando su hijo tuvo que ser operado de un tumor cerebral cuando aún era un bebé y cuando él todavía era un médico residente, le ayudó mucho.
La razón por la que los cirujanos tienen que ser "arrogantes"
Marsh contesta un sí rotundo al preguntarle si alguna vez tuvo que decirle a un paciente que cometió un error.
"Le digo a la gente que me denuncie cuando creo que cometí un gran error". "Lo hice en tres ocasiones", admite. Una de esas ocasiones está recogida en el libro.
"No es fácil hacer eso", comenta.
En Reino Unido por ley los hospitales tienen un "deber de franqueza", conocido como duty of candour, según el cual tienen el deber de informar y disculparse con los pacientes si hubo errores que causaron daños significativos.
En países como Reino Unido y Estados Unidos los médicos están asegurados, así que no corren un riesgo financiero ante una denuncia. Pero, según el Marsh, los médicos tienen miedo más bien por una cuestión de vergüenza.
"Si entras en quirófano lleno de dudas, no puedes operar", apunta.
Quizás por eso, según Marsh, tradicionalmente los cirujanos son arrogantes y tienen "un gran ego".
"En parte es un mecanismo de autodefensa, para poder enfrentarte a la incertidumbre y para pode hacer un trabajo peligroso, aunque es el paciente quien está en peligro y no tú".
"Mejor antes que tarde"
Marsh, que ya no trabaja a tiempo completo en Reino Unido, viaja regularmente a Nepal y Ucrania para trabajar como voluntario en la formación de cirujanos.
En sus planes a corto plazo hay muchos viajes, conferencias y seminarios repartidos por todo el mundo, pero en los de largo plazo hay cierta incertidumbre.
"A medida que envejeces la preocupación que te surge es: '¿estoy empezando a perder la cabeza?'. Y como todo en la vida, tanto si es una cena con amigos como si se trata de neurocirugía, es mejor irse un poco antes que demasiado tarde", bromea.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 26 y 29 de enero de 2017.