domingo, 16 de septiembre de 2018
Hay gente pagando miles de euros por inyectarse litros de sangre juvenil para "rejuvenecer"
La condesa Erzsébet Báthory fue acusada de haber acabado con las vidas al menos 37 muchachas y jóvenes en busca de la eterna juventud. La idea era desangrarlas y utilizar dicha sangre en rituales que hiciesen que la Condesa Sangrienta nunca envejeciese. Una acusación común cuando no había Internet ni motores de vapor y que ha persistido en el imaginario popular: los ricos y los poderosos consumiendo sangre de vírgenes y niños indefensos para perpetuar su vida. Veamos cómo el siglo XXI está convirtiendo esa mitología en modelo de negocio.
En las investigaciones médicas actuales, es algo llamado parabiosis sobre lo que se está investigando. Aunque, en realidad, la investigación más "avanzada" sobre el tema está en manos de una startup llamada Ambrosia. Como la bebida de los dioses. Un nombre un poco preocupante para una empresa que se dedica a extraer sangre humana a jóvenes e inyectársela a "sujetos de investigación" dispuestos a pagar 8.000 dólares por sesión (casi 7.000 euros). Vamos a repetirlo: hay gente pagando 7.000 euros por transfundirse dos litros y medio de plasma de gente joven y lozana. La investigación carece de grupo de control. No ha publicado ningún resultado aunque en teoría debería haber acabado hace meses. No está apoyada en evidencia científica de que esto sirva para algo, más allá de tres o cuatro estudios viejos con ratones y alguno moderno también con ratones. La parabiosis es, hasta donde sabemos, tan efectiva como la magia roja de la condesa Bathory.
Lo máximo que tenemos es un par de estudios que muestran que inyectar ciertos derivados del plasma del cordón umbilical de un recién nacido humano tienen, aparentemente, efectos rejuvenecedores sobre partes específicas del cerebro de ratones. Eso es, más o menos, todo lo que puede decir la ciencia. Ambrosia lo que está haciendo es estudiar los efectos -de haberlos- de las "transfusiones de jóvenes donantes en los biomarcadores de la edad". Algo en lo que Pete Thiel se interesó bastante en su momento.
La regla de oro para entender las obsesiones de Silicon Valley, es que si Pete Thiel se interesa por ello, casi seguro que es malo para la Humanidad.Thiel es uno de los "villanos" favoritos de la narrativa contemporánea: fue el cofundador de PayPal, el hombre que apeó a Elon Musk de su empresa en cuanto se fue de luna de miel, y el primer inversor externo de Facebook (su pequeña apuesta con Mark Zuckerberg le garantizó más de 1.000 millones de dólares limpios). Es un ardiente defensor de Trump frente a sus colegas techies, fundó una empresa de espionaje electrónico con nombre de objeto maldito de El Señor de los Anillos (Palantir) y es todavía más bocazas que Elon -aunque menos atuodestructivo que su exsocio-. Su apellido y sus inversiones casi siempre garantizan una historia turbia que contar.
Y está obsesionado con la muerte. Para ser exactos, con la idea de no morirse. Casi todas sus entrevistas desde hace años, sus conferencias, sus propias reflexiones, giran en torno a la idea de que morirse, cuando eres milmillonario, es poco menos que absurdo. Y parte de su brazo inversor, Thiel Capital, busca esa inmortalidad que se le escapa. Así que cuando el director médico de su fondo de inversión, Jason Camm, se fijó en Ambrosia. Camm es inversor, sí. Y osteópata. Y al mismo tiempo el director de salud personal de Thiel (como cargo oficial). Su primer cargo ejecutivo le convierte en un explorador: es la persona que recorre las startup de biotecnología en busca de:
a) aquellas que puedan ser rentables.
b) aquellas que puedan conseguir el objetivo de Thiel: no morirse, ser siempre joven, desafiar a la Naturaleza a golpe de dinero.
Lo curioso es que Ambrosia no se anuncia de ninguna manera. Su web está vacía y "en construcción", no hay una forma "fácil" de apuntarse a ese proyecto -supuestamente cerrado ya- y ni siquiera podemos comprobar sí, como aseguran algunos medios, operan con dinero de Thiel Capital. Pero de algún lugar han sacado a 200 (doscientos) millonarios capaces de pagar sangre de donantes frescos -que, en Estados Unidos, reciben unos 50$ por donación-.
Su "estudio" no busca demostrar que la parabiosis es algo que te mantiene lozano para siempre -es mala ciencia, de partida-, sino abrir la puerta a que les dejen operar y dirigirse a esa gente que está sana. Pero a la que la idea de inyectarse magia roja del siglo XXI le fascina. Olvídense de los zumos detox: el cóctel más exclusivo para el rico del mañana es meterse la sangre de menores de 25 años.
Fuente Vanityfair
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